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'Un Jardín al Norte': el amor entre Rosalind Fox y Juan Luis Beigbeder

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Siempre he tenido una enorme confianza, casi fe, en la presencia salvadora de las mujeres en mi existencia. En el mismo año en que mi madre enfermaba de cáncer y empezaba a diseñar su estrategia para enfrentarse a la muerte, Rosalind Fox venía de entre los muertos para que yo la hiciera vivir de nuevo en mi novela, Un Jardín al Norte.

Claro que sabía quién era Rosalind Fox. Varios amigos de Madrid y Andalucía siempre hablaban de alguien que conocía a alguien que conocía a alguien que conoció a Rosalind. También la atisbé como excepcional y rica en matices leyendo El tiempo entre costuras, de María Dueñas. De inmediato supe que en ella tenía no a un personaje, sino a una heroína, una mujer moderna atrapada en el tiempo.

Rosalind Powell Fox escribió sus memorias, tituladas The Grass and the Asphalt, publicadas originalmente en los años sesenta del siglo pasado. Más adelante, en los ochenta, una señora condesa de Calvany publicó un libro llamado Hitler, Hendaya, y que no es más que una traducción literal, palabra por palabra, del texto en inglés de la misma Rosalind. Ambos libros llegaron a mí a través de una mano amiga. Leyendo esa biografía, percibí que estaba bastante maquillada. Fox, por ejemplo, evitaba dar su fecha de nacimiento, negaba cualquier acusación de ser espía. Pero a mis ojos, iba volviéndose mas fascinante. Era una persona acostumbrada a disfrazar su verdad hasta convertirla una nueva realidad. Allí entendí que ella agradecería que alguien novelara su vida mejor de lo que había estado haciendo ella toda su vida.

El truco, yo siempre creo que todo tiene un truco, era respetar las fechas, ciudades, personas que pueblan las memorias de la verdadera Rosalind, pero agregándole a todos ellos lo que mejor le funcionara a mi ficción. Porque estoy convencido que si Rosalind Fox y yo nos conociéramos, mantendríamos una cierta distancia. Ella era una mujer completamente de derechas, sin ningún problema con colocarse del lado de los vencedores de la Guerra Civil Española, hasta que estos mismos vencedores fastidiaron su historia de amor con Juan Luis Beigbeder. Pero me gustaba de ella, y mucho, su desparpajo, su manera de moverse en una sociedad donde las mujeres no siempre tenían opinión o capacidad de demostrar su influencia. Empecé a verla como un superhéroe, solo que, esta vez, mujer. Una especie de Superman sin capa pero con bolso. Y pelirroja, siempre fue esencial para mí que fuera pelirroja, porque sería uno de los rasgos de su persona mas difíciles de disimular.

Rosalind aseguraba haber vivido en Calcuta, aunque a esa parte de su vida tan solo le dedicara un párrafo o dos en su biografía. La Calcuta que ella vive en mi novela es una creación mía. Y de alguna manera, también lo son personajes como Mr. Higgs, su madre y, desde luego, el propio Beigbeder, el amor de su vida.

Un Jardín Al Norte es una historia de amor salpicada de aventuras, y hasta un poco de film noir. Juan Luis y Rosalind son en esta novela los protagonistas de una historia condenada a tener un final feliz. O, en su defecto, lo más feliz posible. Y el Beigbeder real no fue un hombre feliz: el franquismo lo usó de mala manera, lo redujo. No debió de ser feliz jamás en su matrimonio, porque el verdadero amor de su vida fue Rosalind. En esta novela, insisto, son mis personajes. Son unos enamorados rodeados de importantes peligros y enemigos. Ellos mismos son parte de esos enemigos. Y enfatizo mi derecho a otorgarles una existencia quizás mas heroica, porque fueron, en la vida real, unos enamorados heroicos. Juntos estuvieron hasta la muerte de él, pese a que Beigbeder jamás se divorció de su esposa. Y Rosalind pertenece a una era en la cual el divorcio tampoco estaba permitido en Inglaterra. Estuvieron juntos, disfrutando el verdadero amor, sin que las leyes ni la sociedad se lo permitieran.

Se supone que vivir de esa manera hizo de Rosalind Fox una mujer moderna, pero en realidad no tengo tan claro que en nuestros tiempos, el adulterio, el llevar una doble vida sentimental, sea comprendido ni tolerado. Infinidad de jóvenes tienen pavor a la infedilidad. Muchas parejas continúan considerándolo causa de separación. Rosalind y Beigbeder creían que cada uno era el amor definitivo en la vida del otro. Ese tipo de conflictos siempre generan en mí una curiosidad que me impulsa a escribir.

Y mientras escribía Un Jardín Al Norte, descubrí que Rosalind nació durante una guerra, la Gran Guerra. Se enamoró en los albores de otra, la Guerra Civil Española y se hizo adulta y apasionada en la Segunda Guerra Mundial. Y todavía tuvo espíritu para vivir una tercera guerra, la de su amor. Porque Rosalind y Beigbeder lucharon su amor como una guerra, contra la sociedad que acababa de vencer en la guerra civil. Contra el esposo de Rosalind. Contra la esposa de Beigbeder. Contra ellos mismos.

Estoy encantado de haberla convertido en una versión adulta, bastante real, de una supermujer del siglo XXI, como muchas de mis amigas. Y, estoy seguro, de sus lectoras.


El último libro de Boris Izaguirre, Un Jardín al Norte, ha sido publicado por la editorial Planeta

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