Venimos escuchando desde hace tiempo que la desigualdad en la distribución de la renta continúa en aumento. El uno por ciento de los hogares más ricos acaparan hasta el 20 por ciento de la renta mientras que hace treinta o cuarenta años apenas llegaban al 10 por ciento. Estados Unidos y los países latinoamericanos continúan liderando la tabla de la desigualdad, pero todos los indicadores crecen también en Europa. China también viene experimentando un aumento progresivo de la desigualdad.
Hay varios motivos que vienen provocando una mayor desigualdad en todo el mundo. En primer lugar, el cambio tecnológico ha beneficiado considerablemente a ciertos estratos de la población según su nivel educativo, ocupación y edad, mientras que ha supuesto una pérdida de competitividad para ciertos sectores de la economía, con graves consecuencias para las personas y comunidades que dependen de ellos. Aunque el comercio internacional no parece generar desigualdad de manera significativa, puesto que ha permitido el crecimiento de la clase media en las economías emergentes, la inversión directa sí parece haber deslocalizado suficientes puestos de trabajo como para aumentar la desigualdad. También han contribuido la rebaja de los tipos impositivos para las rentas más altas y la mayor importancia de las rentas del capital.
La mayor desigualdad ha traído consigo fricciones y conflictos sociales, y además tiende a reducir los incentivos a la educación y a socavar la ética del trabajo. Pero quizás el mayor problema que puede provocar se refiere a la reducción del crecimiento económico. Las economías más ricas y también las emergentes se sustentan sobre una clase media amplia y con poder adquisitivo. De hecho, las previsiones son que más de la mitad del crecimiento de la economía en las próximas dos décadas provenga de la expansión del consumo. En China e India se espera que se creen más de 20 billones de dólares de demanda de bienes y servicios. Sin embargo, en Europa y en Estados Unidos las previsiones son mucho menos optimistas dado el aumento en la desigualdad de la renta. Es muy probable que en el conjunto de la Unión Europea solamente se verifique un aumento del poder adquisitivo de la clase media en los países del este. En Estados Unidos las previsiones auguran un estancamiento del mismo.
Las empresas dependen cada vez más del consumo de la clase media, a no ser que se encuentren especializadas en bienes o servicios de lujo. Sus mercados van a gravitar inevitablemente hacia las economías emergentes. Las políticas de austeridad en Europa y EEUU no dan mucho margen para la inversión pública o para la redistribución de rentas. Pero conviene apuntar que en economías como China, el porcentaje de renta acaparado por el uno por ciento superior se ha duplicado en la última década hasta acercarse ya al 7 u 8 por ciento.
La distribución de la renta afecta a todos los aspectos de la vida económica y social. En la economía contemporánea la empresa depende del poder adquisitivo de la clase media. Quizás las economías emergentes vendrán nuevamente al rescate. Si el premio Nobel Simon Kuznets tenía razón, cabe esperar que eventualmente la desigualdad en la distribución de la renta caiga a nivel mundial a medida que países como China, India, Indonesia y Brasil alcancen un mayor desarrollo económico y reduzcan las disparidades que siempre caracterizan un proceso acelerado de transformación como el que están viviendo en estos momentos. Pero ello significará sin duda que Europa y EEUU dejarán de ser los mercados más importantes.
Hay varios motivos que vienen provocando una mayor desigualdad en todo el mundo. En primer lugar, el cambio tecnológico ha beneficiado considerablemente a ciertos estratos de la población según su nivel educativo, ocupación y edad, mientras que ha supuesto una pérdida de competitividad para ciertos sectores de la economía, con graves consecuencias para las personas y comunidades que dependen de ellos. Aunque el comercio internacional no parece generar desigualdad de manera significativa, puesto que ha permitido el crecimiento de la clase media en las economías emergentes, la inversión directa sí parece haber deslocalizado suficientes puestos de trabajo como para aumentar la desigualdad. También han contribuido la rebaja de los tipos impositivos para las rentas más altas y la mayor importancia de las rentas del capital.
La mayor desigualdad ha traído consigo fricciones y conflictos sociales, y además tiende a reducir los incentivos a la educación y a socavar la ética del trabajo. Pero quizás el mayor problema que puede provocar se refiere a la reducción del crecimiento económico. Las economías más ricas y también las emergentes se sustentan sobre una clase media amplia y con poder adquisitivo. De hecho, las previsiones son que más de la mitad del crecimiento de la economía en las próximas dos décadas provenga de la expansión del consumo. En China e India se espera que se creen más de 20 billones de dólares de demanda de bienes y servicios. Sin embargo, en Europa y en Estados Unidos las previsiones son mucho menos optimistas dado el aumento en la desigualdad de la renta. Es muy probable que en el conjunto de la Unión Europea solamente se verifique un aumento del poder adquisitivo de la clase media en los países del este. En Estados Unidos las previsiones auguran un estancamiento del mismo.
Las empresas dependen cada vez más del consumo de la clase media, a no ser que se encuentren especializadas en bienes o servicios de lujo. Sus mercados van a gravitar inevitablemente hacia las economías emergentes. Las políticas de austeridad en Europa y EEUU no dan mucho margen para la inversión pública o para la redistribución de rentas. Pero conviene apuntar que en economías como China, el porcentaje de renta acaparado por el uno por ciento superior se ha duplicado en la última década hasta acercarse ya al 7 u 8 por ciento.
La distribución de la renta afecta a todos los aspectos de la vida económica y social. En la economía contemporánea la empresa depende del poder adquisitivo de la clase media. Quizás las economías emergentes vendrán nuevamente al rescate. Si el premio Nobel Simon Kuznets tenía razón, cabe esperar que eventualmente la desigualdad en la distribución de la renta caiga a nivel mundial a medida que países como China, India, Indonesia y Brasil alcancen un mayor desarrollo económico y reduzcan las disparidades que siempre caracterizan un proceso acelerado de transformación como el que están viviendo en estos momentos. Pero ello significará sin duda que Europa y EEUU dejarán de ser los mercados más importantes.
Este artículo se publicó originalmente en la revista Empresa Global, de Analistas Financieros Internacionales.