Quienes lo vivimos lo sabemos, en aquella Universidad de los estertores del franquismo Brassens/Paco Ibáñez eran la voz de un tiempo cargado de futuro. "Después de 1976 hubo un periodismo peleón, pero con el PSOE llegó el final de ese periodismo. Y en la cultura, el PSOE lo compró todo", esto le dijo a Paula Corroto el escritor Gregorio Morán en una magnífica entrevista publicada en eldiario.es con motivo de la presentación en Madrid del libro del periodista asturiano El cura y los mandarines, que hay que leer, como todos los suyos.
De aquella cultura de resistencia surgida en los últimos años del franquismo procede la actitud de Manolo Pineda, un pensionista con más de cuarenta años cotizados que forma parte de los llamados Campamentos de la Dignidad. El pasado 18 de julio participaba en una concentración celebrada en Mérida que tenía por objeto protestar por el bloqueo que el Gobierno de Monago había impuesto al pago de ayudas de la renta básica. Miles de familias dependen en Extremadura de ese apoyo imprescindible para su subsistencia, sin que conste que haya existido bloqueo para los múltiples billetes de avión de uso personal del austero presidente extremeño a Canarias.
Como esa concentración no había contado con los permisos pertinentes y como a Manolo Pineda los concurrentes le habían pedido una vez más que cantara los versos de Brassens popularizados en España por Ibáñez, Pineda lo hizo según en él es costumbre, pues nadie le compró la cultura de la resistencia que lleva consigo y esa cultura, por lo tanto, sigue con él. Echó, pues, mano del megáfono -según se observa en la fotografía que publica eldiario.es-, y se puso a ello: "No, a la gente no le gusta que uno tenga su propia fe".
Ahora, cuatro meses más tarde, la Agencia Tributaria ejecutará la multa impuesta a Manuel Pineda (331 euros) ante la manifiesta intención de éste de no pagarla: "Pero cómo voy a pagar esa multa -argumenta- si me dicen que yo estaba aconsejando a los compañeros que desobedecieran a la policía, que tirasen por otra calle, que no, que yo no he hecho nada de eso. Pero si a mí solo me dejan el megáfono para cantar, que me piden siempre que cante", explica el pensionista.
Recuerdo que en 1982 asistí al cierre de campaña electoral del PSOE en Madrid en el que intervino Paco Ibáñez y cantó, obviamente, los versos de Brassens que Pineda cantó a su vez en una plaza emeritense. Nadie imaginaba esa noche que la opinión expuesta por mi colega Morán a Paula Corroto pudiese ceñirse de modo tan preciso a la realidad vivida después, ni que por una canción así pudiese la autoridad de un Gobierno democrático multar a quien sigue creyendo en la cultura democrática que evocan y reafirman esos versos cada vez que se les da voz.
De aquella cultura de resistencia surgida en los últimos años del franquismo procede la actitud de Manolo Pineda, un pensionista con más de cuarenta años cotizados que forma parte de los llamados Campamentos de la Dignidad. El pasado 18 de julio participaba en una concentración celebrada en Mérida que tenía por objeto protestar por el bloqueo que el Gobierno de Monago había impuesto al pago de ayudas de la renta básica. Miles de familias dependen en Extremadura de ese apoyo imprescindible para su subsistencia, sin que conste que haya existido bloqueo para los múltiples billetes de avión de uso personal del austero presidente extremeño a Canarias.
Como esa concentración no había contado con los permisos pertinentes y como a Manolo Pineda los concurrentes le habían pedido una vez más que cantara los versos de Brassens popularizados en España por Ibáñez, Pineda lo hizo según en él es costumbre, pues nadie le compró la cultura de la resistencia que lleva consigo y esa cultura, por lo tanto, sigue con él. Echó, pues, mano del megáfono -según se observa en la fotografía que publica eldiario.es-, y se puso a ello: "No, a la gente no le gusta que uno tenga su propia fe".
Ahora, cuatro meses más tarde, la Agencia Tributaria ejecutará la multa impuesta a Manuel Pineda (331 euros) ante la manifiesta intención de éste de no pagarla: "Pero cómo voy a pagar esa multa -argumenta- si me dicen que yo estaba aconsejando a los compañeros que desobedecieran a la policía, que tirasen por otra calle, que no, que yo no he hecho nada de eso. Pero si a mí solo me dejan el megáfono para cantar, que me piden siempre que cante", explica el pensionista.
Recuerdo que en 1982 asistí al cierre de campaña electoral del PSOE en Madrid en el que intervino Paco Ibáñez y cantó, obviamente, los versos de Brassens que Pineda cantó a su vez en una plaza emeritense. Nadie imaginaba esa noche que la opinión expuesta por mi colega Morán a Paula Corroto pudiese ceñirse de modo tan preciso a la realidad vivida después, ni que por una canción así pudiese la autoridad de un Gobierno democrático multar a quien sigue creyendo en la cultura democrática que evocan y reafirman esos versos cada vez que se les da voz.