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La patada a la educación del nuevo ministro de Sanidad

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Este texto también está disponible en catalán

A raíz de los gastos en viajes del presidente extremeño José Antonio Monago, mucha gente, consciente de que los viajes de este político y otros y otras han ido a cargo de sus impuestos, se ha indignado y, de una u otra manera, está pidiendo que se rindan cuentas (por cierto, a pesar de la durísima competencia, Monago está haciendo sobrados méritos para pasar a formar parte del sector La Cubana del PP, del que son indiscutibles miembros fundadores y natos Floriano y Pujalte).

Si grave es que haya políticas y políticos que creen que pueden viajar a cuenta del erario público donde quieran (preferentemente en primera), cuando les plazca y por cualquier asunto, quizá aún son más graves las reacciones de prominentes políticos. No sólo la ceguera y falta de sentido de la realidad (y sentido común) les ha llevado a decidir que el Parlamento estatal sólo dará datos de los viajes de forma global cada tres meses, sino que el presidente del Congreso, Jesús Posada, está en contra de que la institución controle las actividades y los viajes de diputadas y diputados. Afirma que seguirá defendiendo que sus señorías puedan moverse por España «con toda libertad» y que no piensa ejercer «de controlador de la labor de los diputados».

Doble trampa, más sangrante aún porque pone, además, la libertad como falso testimonio; esa misma libertad que esgrimen como espada y excusa para matar toros, por ejemplo. Por un lado, da a entender que controlar los viajes restringiría la libertad de sus señorías, lo que es falso; por otro, ridiculiza a quien quiera controlar esta actividad como si se tratara de la bruja del cuento de Gretel y Hansel o el ogro del cuento del Pulgarcito.

Cientos de miles de personas de este Estado (profesoras, expertos en múltiples materias, asesoras de diferente nivel, profesionales que acuden a jornadas y congresos...) que trabajan para universidades de aquí o de fuera, para instituciones de lo más variado y diverso, muestran la normalidad y la bondad de este tipo de control y no se consideran despreciadas o fiscalizadas cuando envían puntualmente los billetes de transporte, los tickets de taxi o las facturas de hotel y restaurante para que los diferentes organismos puedan abonárselas y esto les permita, además, llevar la contabilidad y mostrar cómo y en qué se gastan el dinero. Por el contrario, les parece lo lógico, la mar de normal y francamente deseable.

El nuevo ministro de Sanidad, el hasta ahora portavoz del PP en el Congreso, Alfonso Alonso, mostró una de las purulencias de su pensamiento (desgraciadamente no es sólo patrimonio suyo o de gran parte de la casta política) al manifestar que diputadas y diputados deben utilizar los medios que tienen a disposición con responsabilidad y lo remachó literalmente así: «Yo tengo que confiar en la responsabilidad de los diputados. Esto..., es que esto no es un colegio».

¿Es consciente de que sus compañeros Blesa y Rato, impulsores de las fraudulentas tarjetas negras y máximos dirigentes de un banco, manifiestan, impávidos, que no son responsables de ellas porque nadie les avisó?, ¿que otro correligionario suyo, Monago, considera que pagarse el agua y la luz es un mérito sin parangón ni precedentes? ¿Sabe qué es, pues, la responsabilidad?, ¿cómo cree que se inculca? ¿De dónde provienen estas ganas de desprestigiar los colegios? ¿Qué se debe pensar que es un colegio y a qué se dedican cada día maestros y profesoras? Cuando se oyen manifestaciones como ésta por parte de quien decide y vota leyes y planes de educación en este Estado, aparte de temblar, no puedes dejar de preguntarte cómo es que no estamos en la cola de la cola de la cola en los informes PISA.

El nuevo ministro -¡cómo no!- ya ha amenazado que tocará la ley del aborto; asimila, además, natalidad y familia tradicional. Esperemos que, a pesar de su desconocimiento sobre la institución escolar, se entere y sepa que hospitales y centros de salud son espacios en los que quien trabaja no se dedica a jugar a médicas y enfermeros, sino profesionales que, como gran parte de docentes, imperturbables y con mucho más que muy buena voluntad y dedicación, construyen día a día estos dos pilares del bienestar a pesar de la gentuza que manda y dispone.

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