El nuevo año ha empezado, implacable, llevándose a una persona que transmitía bondad y prudencia en cada uno de los muchos momentos que hemos compartido en los últimos años. Me refiero a Edmon Gimeno Font un amigo que superó, sin odio ni rencor, una historia personal truncada, en plena niñez, como consecuencia de los acontecimientos históricos que vivió. Acababa de cumplir 13 años cuando se produjo el golpe de estado que desencadenó la Guerra de España. En la primavera de 1938, cuando se rompió el frente de Aragón y las tropas franquistas avanzaban sin tregua hacia las tierras del Ebro, toda la familia salió de su Caseres natal -una pequeña población catalana, lindante con las tierras del Matarraña turolense- para buscar refugio en las cercanías de Barcelona. Unos meses más tarde se vieron forzados a salir al exilio y, en Francia, tras pasar por los campos de refugiados junto a miles de republicanos exiliados, pudo reagruparse la familia.
Con la invasión alemana, los Gimeno dieron cobijo y alimento a los resistentes, lo que acarreó consecuencias terribles para Edmon. A finales de 1943 fue detenido por la policía fascista de Vichy y entregado a los nazis, quienes lo alistaron en la TODT, una organización de trabajo obligatorio que esclavizó a millares de ciudadanos europeos. Edmon intentó fugarse y por ello fue trasladado al campo de Compiegne, desde donde fue deportado al de Buchenwald el 27 de enero de 1944. En su testimonio ha explicado la crueldad sufrida durante el trayecto cuando, el centenar de prisioneros de su vagón, fueron obligados a desnudarse, en medio de la noche, bajo una temperatura que alcanzaría los 10 grados bajo cero y seguir, así, su camino hasta el campo alemán. Ese no sería el peor suplicio al que se vio sometido Edmon, pocas semanas después fue trasladado al campo de Dora donde, en aquellos infernales túneles, padeció las aberrantes condiciones de trabajo que causaron miles de muertos. Vivió en sus propias carnes el trato cruel, las amenazas, asistió horrorizado a las matanzas de prisioneros y también veía, con esperanza, sobrevolar los bombarderos aliados que auguraban una futura e incierta libertad. Trasladado, en abril de 1945, a Bergen-Belsen vivió rodeado por la muerte cotidiana de quienes, enfermos y hambrientos, no pudieron soportar la epidemia de tifus que asolaba el campo. De entre aquellas víctimas inocentes Edmon recordaba, casi en un susurro, la imborrable impresión de las miradas extraviadas de aquellos niños famélicos y enfermos que esperaban la llegada inevitable de una muerte prematura,...
En Mauthausen ante el monumento a los republicanos.
Llegó el día de la libertad y Edmon fue repatriado a Francia en camión. Durante el recorrido conoció, sobre el terreno, la inmensidad de la destrucción ocasionada por la guerra. Tras un largo viaje se reunió con la familia en Perpiñan, pero tuvo que pasar una larga temporada en un hospital para recuperarse del precario estado de salud en que se encontraba, como consecuencia directa de estancia en los campos alemanes. Reanudo sus estudios y regresó a España en 1951, convalidando su licenciatura de Geografía en la Universidad de Zaragoza. La familia tuvo que seguir separada: los padres vivieron en Montpelier y los hermanos Gimeno Font se siguieron en Barcelona, ciudad en la que Edmon desarrolló su labor profesional dando clases en diferentes academias privadas y, a partir de 1966, como redactor en una editorial.
Edmon contactó con los impulsores de la Amical de Mauthausen, cuyas primeras gestiones las realizaron en 1962 un grupo de supervivientes que habían regresado a España. Ofreció su disponibilidad para colaborar y, de esa forma, intentar que se les reconocieran sus derechos como víctimas del nazismo. Con exquisita prudencia participó de la vida asociativa y durante la última década su experiencia personal y su testimonio es cuando han adquirido mayor notoriedad. A ello ha contribuido, por una parte, su capacidad para narrar los acontecimientos de su vida en unas memorias que redactó personalmente y que fueron publicadas por la Amical de Mauthausen, en 2007, bajo el título Buchenwald, Dora, Bergen-Belsen. Vivències d'un deportat y, por otra, su participación en los numerosos encuentros con estudiantes, ya sea en los viajes en los que ha participado junto a la Amical para homenajear a las víctimas republicanas en el campo de Mauthausem, o en la sede de la propia asociación; también mediante su participación en numerosos actos de carácter oficial, en las presentaciones que se han hecho de sus memorias, en las entrevistas a la prensa,...
La sentida y emocionada despedida de los amigos y familiares el pasado día 3, en el pequeño cementerio de Caseres, cerraron el ciclo vital de un hombre prudente y bueno que supo superar, sin amargura, con humildad y dignidad, la injusticia de su sufrimiento en los años de juventud. Jamás entendió cómo en el corazón de la Europa más civilizada pudo desencadenarse tal estado de terror. Con su desaparición, se hace más evidente la orfandad en la que nos quedamos, puesto que Edmon era uno de los últimos republicanos deportados a los campos nazis que todavía podían dar testimonio de aquella experiencia personal y colectiva. Como miembro de la asociación a la que Edmon dedicó una buena parte de su vida, asumo plenamente la declaración de la entidad cuando ayer mismo decía que su ejemplo constituye: "Un legado que nos reafirma en el compromiso de seguir manteniendo los principios de justicia y libertad por los que él, y tantos millones de ciudadanos europeos, fueron perseguidos, esclavizados, asesinados o deportados a los campos de la muerte, durante aquella década en la que parecía inevitable el dominio absoluto del Reich".
este artículo se publicó originalmente en el blog del autor.
Con la invasión alemana, los Gimeno dieron cobijo y alimento a los resistentes, lo que acarreó consecuencias terribles para Edmon. A finales de 1943 fue detenido por la policía fascista de Vichy y entregado a los nazis, quienes lo alistaron en la TODT, una organización de trabajo obligatorio que esclavizó a millares de ciudadanos europeos. Edmon intentó fugarse y por ello fue trasladado al campo de Compiegne, desde donde fue deportado al de Buchenwald el 27 de enero de 1944. En su testimonio ha explicado la crueldad sufrida durante el trayecto cuando, el centenar de prisioneros de su vagón, fueron obligados a desnudarse, en medio de la noche, bajo una temperatura que alcanzaría los 10 grados bajo cero y seguir, así, su camino hasta el campo alemán. Ese no sería el peor suplicio al que se vio sometido Edmon, pocas semanas después fue trasladado al campo de Dora donde, en aquellos infernales túneles, padeció las aberrantes condiciones de trabajo que causaron miles de muertos. Vivió en sus propias carnes el trato cruel, las amenazas, asistió horrorizado a las matanzas de prisioneros y también veía, con esperanza, sobrevolar los bombarderos aliados que auguraban una futura e incierta libertad. Trasladado, en abril de 1945, a Bergen-Belsen vivió rodeado por la muerte cotidiana de quienes, enfermos y hambrientos, no pudieron soportar la epidemia de tifus que asolaba el campo. De entre aquellas víctimas inocentes Edmon recordaba, casi en un susurro, la imborrable impresión de las miradas extraviadas de aquellos niños famélicos y enfermos que esperaban la llegada inevitable de una muerte prematura,...
En Mauthausen ante el monumento a los republicanos.
Llegó el día de la libertad y Edmon fue repatriado a Francia en camión. Durante el recorrido conoció, sobre el terreno, la inmensidad de la destrucción ocasionada por la guerra. Tras un largo viaje se reunió con la familia en Perpiñan, pero tuvo que pasar una larga temporada en un hospital para recuperarse del precario estado de salud en que se encontraba, como consecuencia directa de estancia en los campos alemanes. Reanudo sus estudios y regresó a España en 1951, convalidando su licenciatura de Geografía en la Universidad de Zaragoza. La familia tuvo que seguir separada: los padres vivieron en Montpelier y los hermanos Gimeno Font se siguieron en Barcelona, ciudad en la que Edmon desarrolló su labor profesional dando clases en diferentes academias privadas y, a partir de 1966, como redactor en una editorial.
Edmon contactó con los impulsores de la Amical de Mauthausen, cuyas primeras gestiones las realizaron en 1962 un grupo de supervivientes que habían regresado a España. Ofreció su disponibilidad para colaborar y, de esa forma, intentar que se les reconocieran sus derechos como víctimas del nazismo. Con exquisita prudencia participó de la vida asociativa y durante la última década su experiencia personal y su testimonio es cuando han adquirido mayor notoriedad. A ello ha contribuido, por una parte, su capacidad para narrar los acontecimientos de su vida en unas memorias que redactó personalmente y que fueron publicadas por la Amical de Mauthausen, en 2007, bajo el título Buchenwald, Dora, Bergen-Belsen. Vivències d'un deportat y, por otra, su participación en los numerosos encuentros con estudiantes, ya sea en los viajes en los que ha participado junto a la Amical para homenajear a las víctimas republicanas en el campo de Mauthausem, o en la sede de la propia asociación; también mediante su participación en numerosos actos de carácter oficial, en las presentaciones que se han hecho de sus memorias, en las entrevistas a la prensa,...
La sentida y emocionada despedida de los amigos y familiares el pasado día 3, en el pequeño cementerio de Caseres, cerraron el ciclo vital de un hombre prudente y bueno que supo superar, sin amargura, con humildad y dignidad, la injusticia de su sufrimiento en los años de juventud. Jamás entendió cómo en el corazón de la Europa más civilizada pudo desencadenarse tal estado de terror. Con su desaparición, se hace más evidente la orfandad en la que nos quedamos, puesto que Edmon era uno de los últimos republicanos deportados a los campos nazis que todavía podían dar testimonio de aquella experiencia personal y colectiva. Como miembro de la asociación a la que Edmon dedicó una buena parte de su vida, asumo plenamente la declaración de la entidad cuando ayer mismo decía que su ejemplo constituye: "Un legado que nos reafirma en el compromiso de seguir manteniendo los principios de justicia y libertad por los que él, y tantos millones de ciudadanos europeos, fueron perseguidos, esclavizados, asesinados o deportados a los campos de la muerte, durante aquella década en la que parecía inevitable el dominio absoluto del Reich".
este artículo se publicó originalmente en el blog del autor.