A veces no es fácil salir del armario en este país, ni en casi ninguno, y más aún para una persona pública. La ambigüedad vende. Si no, que se lo digan a Miguel Bosé, que lleva vendiendo ese producto desde hace décadas, al parecer con buenos resultados. Por lo menos, para su vida profesional. No sabemos si en su vida privada ese modo de actuar también funciona. Tampoco sabemos cómo les irá a partir de ahora a Jon Cortajarena y a Luke Evans tras haber hecho pública su relación, una exposición a los medios que puede resultar peligrosa o provechosa según se vea, según se gestione o según vayan desarrollándose sus carreras en el futuro. Se habla de Evans como un posible James Bond, pero mucho me temo que un símbolo de la masculinidad normativa, como es caso del Sr. Bond, no será fácil que caiga en manos de un actor abiertamente homosexual. Si llegara a asumir este papel, sin duda sería un triunfo para la causa lgtb, ya que nunca un actor abiertamente gay ha recibido un regalo heterosexual como este. Si Evans llegase a interpretar a Bond sería un signo de que los tiempos están cambiando.
En mi etapa en la revista lgtb Zero tuvimos muchas oportunidades de ayudar a actores, cantantes, bailarines o presentadores a salir del armario: Nacho Duato, Jorge Cadaval, Rafael Amargo, Eusebio Poncela, Moncho Borrajo, Inma Serrano, Jesús Vázquez... Pero tras el cierre de esta revista, los medios de comunicación convencionales no han seguido haciendo este trabajo de visibilización de la diversidad, un papel que Zero hizo muy bien durante años. Ningún medio de comunicación serio, como lo era Zero, ha tomado el relevo en esta tarea. Y ahora los artistas, al menos muchos de ellos, sienten terror al ser preguntados por el tema -paradigmático es el caso de la cantante Rosana arrebatando la grabadora a la periodista cuando fue interrogada por su sexualidad- o prefieren no responder a preguntas sobre su vida privada para evitar el espinoso tema. Yo mismo pregunté hace tiempo a un famoso actor -chico Almodóvar, para más señas- si deseaba salir en Zero y me dio una negativa por respuesta.
Lo cierto es que muchos directores de cine, por ejemplo, son un poco -¿cómo decirlo?- planos -quizás sea la palabra que más se les ajusta-, y creen que si un actor es gay no vale para interpretar a un personaje hetero, o piensan que el público no lo va a aceptar. En sus mentes tienen establecido que tiene que haber un paralelismo entre los gustos privados de un actor o actriz y el rol que interpreta en un escenario o en un película. Esta es una barrera que, tras muchos esfuerzos, se ha roto, aunque sólo en una dirección. Gracias a ese cambio desde hace muchos años no hace falta ser gay para interpretar a un personaje gay. Muchos importantes actores heteros, españoles o extranjeros, han interpretado a homosexuales: William Hurt (El beso de la mujer araña), Tom Hanks y Antonio Banderas (Filadelfia) Javier Bardem (Segunda piel)... Pero viceversa (actores gays que interpretan a personajes heteros) hasta ahora al menos, ha resultado más difícil, sobre todo con actores fuera del armario, porque los que están dentro del armario no nos valen para normalizar y visibilizar. Sin duda que la elección de Evans como un masculino James Bond ayudaría a romper el tabú. Me daría un poco igual que el personaje siguiera en su estela de machismo recalcitrante o que se le diera al personaje un giro bisexual. Ambas opciones me resultan interesantes, aunque desde luego preferiría esta segunda, porque me parece más enriquecedora, tanto para el personaje como para la sociedad. No creo, en todo caso, que consigamos tener un James Bond gay, eso sería como proclamar aquel magnífico lema de mayo del 68: ¡Seamos realistas, pidamos lo imposible! Aunque es cierto que lo que parecía imposible a veces se logra...
En mi etapa en la revista lgtb Zero tuvimos muchas oportunidades de ayudar a actores, cantantes, bailarines o presentadores a salir del armario: Nacho Duato, Jorge Cadaval, Rafael Amargo, Eusebio Poncela, Moncho Borrajo, Inma Serrano, Jesús Vázquez... Pero tras el cierre de esta revista, los medios de comunicación convencionales no han seguido haciendo este trabajo de visibilización de la diversidad, un papel que Zero hizo muy bien durante años. Ningún medio de comunicación serio, como lo era Zero, ha tomado el relevo en esta tarea. Y ahora los artistas, al menos muchos de ellos, sienten terror al ser preguntados por el tema -paradigmático es el caso de la cantante Rosana arrebatando la grabadora a la periodista cuando fue interrogada por su sexualidad- o prefieren no responder a preguntas sobre su vida privada para evitar el espinoso tema. Yo mismo pregunté hace tiempo a un famoso actor -chico Almodóvar, para más señas- si deseaba salir en Zero y me dio una negativa por respuesta.
Lo cierto es que muchos directores de cine, por ejemplo, son un poco -¿cómo decirlo?- planos -quizás sea la palabra que más se les ajusta-, y creen que si un actor es gay no vale para interpretar a un personaje hetero, o piensan que el público no lo va a aceptar. En sus mentes tienen establecido que tiene que haber un paralelismo entre los gustos privados de un actor o actriz y el rol que interpreta en un escenario o en un película. Esta es una barrera que, tras muchos esfuerzos, se ha roto, aunque sólo en una dirección. Gracias a ese cambio desde hace muchos años no hace falta ser gay para interpretar a un personaje gay. Muchos importantes actores heteros, españoles o extranjeros, han interpretado a homosexuales: William Hurt (El beso de la mujer araña), Tom Hanks y Antonio Banderas (Filadelfia) Javier Bardem (Segunda piel)... Pero viceversa (actores gays que interpretan a personajes heteros) hasta ahora al menos, ha resultado más difícil, sobre todo con actores fuera del armario, porque los que están dentro del armario no nos valen para normalizar y visibilizar. Sin duda que la elección de Evans como un masculino James Bond ayudaría a romper el tabú. Me daría un poco igual que el personaje siguiera en su estela de machismo recalcitrante o que se le diera al personaje un giro bisexual. Ambas opciones me resultan interesantes, aunque desde luego preferiría esta segunda, porque me parece más enriquecedora, tanto para el personaje como para la sociedad. No creo, en todo caso, que consigamos tener un James Bond gay, eso sería como proclamar aquel magnífico lema de mayo del 68: ¡Seamos realistas, pidamos lo imposible! Aunque es cierto que lo que parecía imposible a veces se logra...