En los sótanos de la cité en la que vive Rania, quince días antes de los atentados, la policía se ha incautado de 300 fusiles de asalto. Pocos lo saben. Nadie lo ha publicado y no citaré mis fuentes.
Solo puedo decir que es una de las muchas operaciones secretas que las fuerzas de seguridad llevan a cabo cada día.
Rania, que tampoco sabe nade de esta intervención en su vecindario, se ocupa de mis hijos desde hace ocho años. Tiene 25. Estudia Biológicas para entrar en la policía científica y vive en el XIX. El XIX es el barrio de la banda de Buttes Chaumont. La banda de extremistas de la que han salido los hermanos Kouachi, los asesinos de Charlie Hebdo. El barrio en el que probablemente se esconden aún muchas más armas custodiadas por oscuros extremistas.
Rania es musulmana. No lleva velo. No hace el Ramadán porque desde que tiene uso de razón, su madre le dice que aún es una niña. Al parecer, también se lo dice a su hermano que acaba de terminar la carrera de Derecho. La familia de Rania es de origen tunecino y son musulmanes practicantes como la mayoría de los católicos españoles, que van a misa un par de veces al año.
Tienen los medios económicos justos. El padre es cocinero, la madre ama de casa. Adoran a sus hijos y se matan a trabajar para que tengan estudios y un mejor porvenir. Los dos. No hay atisbo del machismo del que siempre son sospechosos los musulmanes.
Uno de los mensajes mas emocionantes que he recibido estos días de amigos y conocidos ha sido el de Rania. En dos frases me dejaba muy claro de qué lado están ella y su familia. Están del lado de las víctimas, con nosotros, con la sociedad que defiende los valores la República y que cree en la libertad de expresión y de culto.
Rania ha llorado por los muertos de Charlie Hebdo aunque dudo que apreciara particularmente sus caricaturas. Lo puedo comprender. En plenas Navidades me salto a la vista una de sus últimas portadas: una enorme caricatura de la virgen con la falda subida hasta las rodillas dando a luz a un niño. No tengo ni idea del chiste que acompañaba el dibujo. Reconozco que sentí una cierta molestia en plena Nochebuena. Desvié la mirada y seguí hacia adelante. Y supongo que como yo Rania y miles de musulmanes han debido hacer lo mismo con los chistes de los caricaturistas. Desviar la mirada y pasar a otra cosa.
En el día después de la impresionante manifestación que se ha ramificado por las ciudades del
mundo entero para decir no al fanatismo terrorista, quizá sea importante dirigir nuestras miradas hacia las muchas Ranias que viven junto a nosotros. No son el enemigo, son nuestros mejores aliados. Estamos en el mismo lado de la trinchera.
Solo puedo decir que es una de las muchas operaciones secretas que las fuerzas de seguridad llevan a cabo cada día.
Rania, que tampoco sabe nade de esta intervención en su vecindario, se ocupa de mis hijos desde hace ocho años. Tiene 25. Estudia Biológicas para entrar en la policía científica y vive en el XIX. El XIX es el barrio de la banda de Buttes Chaumont. La banda de extremistas de la que han salido los hermanos Kouachi, los asesinos de Charlie Hebdo. El barrio en el que probablemente se esconden aún muchas más armas custodiadas por oscuros extremistas.
Rania es musulmana. No lleva velo. No hace el Ramadán porque desde que tiene uso de razón, su madre le dice que aún es una niña. Al parecer, también se lo dice a su hermano que acaba de terminar la carrera de Derecho. La familia de Rania es de origen tunecino y son musulmanes practicantes como la mayoría de los católicos españoles, que van a misa un par de veces al año.
Tienen los medios económicos justos. El padre es cocinero, la madre ama de casa. Adoran a sus hijos y se matan a trabajar para que tengan estudios y un mejor porvenir. Los dos. No hay atisbo del machismo del que siempre son sospechosos los musulmanes.
Uno de los mensajes mas emocionantes que he recibido estos días de amigos y conocidos ha sido el de Rania. En dos frases me dejaba muy claro de qué lado están ella y su familia. Están del lado de las víctimas, con nosotros, con la sociedad que defiende los valores la República y que cree en la libertad de expresión y de culto.
Rania ha llorado por los muertos de Charlie Hebdo aunque dudo que apreciara particularmente sus caricaturas. Lo puedo comprender. En plenas Navidades me salto a la vista una de sus últimas portadas: una enorme caricatura de la virgen con la falda subida hasta las rodillas dando a luz a un niño. No tengo ni idea del chiste que acompañaba el dibujo. Reconozco que sentí una cierta molestia en plena Nochebuena. Desvié la mirada y seguí hacia adelante. Y supongo que como yo Rania y miles de musulmanes han debido hacer lo mismo con los chistes de los caricaturistas. Desviar la mirada y pasar a otra cosa.
En el día después de la impresionante manifestación que se ha ramificado por las ciudades del
mundo entero para decir no al fanatismo terrorista, quizá sea importante dirigir nuestras miradas hacia las muchas Ranias que viven junto a nosotros. No son el enemigo, son nuestros mejores aliados. Estamos en el mismo lado de la trinchera.