España está en un momento de calma tensa. Y es que desde la última vez que escribí en este blog, poco antes de que Podemos diese la campanada en las elecciones europeas de 2014, el panorama ha cambiado radicalmente. Desde entonces, el descontento ciudadano frente a unos políticos que nos gobiernan de acuerdo a los intereses de unos pocos se ha polarizado alrededor de un partido político que está demostrando ser capaz de aglutinar las ansias de cambio de una mayoría de españoles (esta semana una nueva encuesta de Metroscopia confirma su consolidación como primera fuerza política en España). La calle española, que durante varios años hirvió al calor de las manifestaciones del 15M, parece haber enmudecido a la espera de los acontecimientos de un año electoral que promete ser muy intenso.
Sin embargo, las dudas son cada vez más numerosas: ¿es Podemos realmente una alternativa sólida de gobierno o son el producto pasajero de una mera pataleta de la ciudadanía española? ¿sus propuestas concuerdan con los valores que defendimos muchos cuando salimos a la calle en el 2011? ¿es el partido que la izquierda necesita o solo son unos comunicadores expertos en jugar con los sentimientos de la gente?
Hace unos meses, y de forma previa al auge de Podemos, desgrané en este blog una serie de posts en los que hablaba del futuro de la izquierda, y que finalicé con un artículo en el que exponía las características que debía cumplir un nuevo partido para convertirse en una verdadera alternativa de gobierno capacitada para adoptar las reformas que nuestro país necesita. Hoy me gustaría analizar si realmente estas condiciones se han cumplido y si Podemos es, desde mi punto de vista, el partido que necesitamos.
Una trayectoria repleta de aciertos
A priori, muchos de los requisitos que señalaba como fundamentales han sido cumplidos con creces y de forma magistral por Podemos: este partido no solo ha sabido recoger los valores con los que siempre se ha caracterizado la izquierda (defensa de la igualdad, de la justicia, de la mayor extensión de derechos civiles y políticos, de la participación política...), sino que ha sabido actualizarlos huyendo de los -ismos y de discursos trasnochados fuertemente identitarios que solo servían para espantar a una gran parte del electorado.
Y es que sin duda una de las bases del éxito de Podemos ha sido desarrollar una comunicación política basada en los hallazgos que permitieron al 15M conectar con la ciudadanía española. Entre las claves de esta nueva forma de comunicar se encuentra la toma en consideración de los ciudadanos como participantes activos y no como meros espectadores y el uso de un lenguaje más inclusivo a través de mensajes emotivos, cercanos y actuales que huyen de sectarismos y apelan al sentido común y a la aproximación al sentir indignado de los ciudadanos.
La principal revolución del 15M se produjo no en el fondo (muchas de sus reivindicaciones ya estaban siendo expresadas por otros actores sociales y políticos), sino en la forma, al saber dar con la tecla para motivar y repolitizar al ciudadano del siglo XXI. Esta misma situación se produce a nivel electoral en Podemos, que lejos de innovar en sus propuestas, ha sabido desarrollar un concepto de partido y un discurso que los ciudadanos sienten como propio.
Pero Podemos ha ido más allá del 15M, y ha sabido incluir un aspecto que siempre señalé como necesario para configurar una alternativa electoral de éxito, un componente del que carecía el 15M debido al rechazo de parte de sus participantes: liderazgo democrático. Uno de los principales problemas del 15M y, en general, de parte de la izquierda de este país, es la confusión de la figura de líder con la del jefe o dictador, sin tener en cuenta la importancia de contar con líderes que inspiren, visibilicen e impulsen un proyecto político desde el respeto a los procesos de participación democrática. En marzo de 2013 ya apuntaba en esta tribuna al liderazgo de Pablo Iglesias como una clave del éxito de Podemos, y así ha sido.
Además, a nivel organizacional Podemos está apostando por reclamaciones clave que los ciudadanos llevamos tiempo haciendo a los partidos: configuración de listas a través de primarias, elaboración de programa de forma participativa, transparencia total a la hora de publicar gastos del partido, ingresos de sus representantes, etcétera.
A primera vista parece que Podemos se está configurando por tanto como la alternativa política más esperanzadora y sus aciertos son claramente notorios. Sin embargo, hay aspectos de este partido que están lejos de ser ideales, y que se hacen más patentes a medida que se consolida esta opción política.
Las incógnitas de Podemos
En primer lugar, no está del todo claro si en la práctica Podemos apuesta de forma realmente radical por una forma distinta de hacer política. En sus comienzos, el sistema participativo de círculos era completamente innovador, y unido al liderazgo de Pablo Iglesias, configuraba un partido diferente en el que se equilibraba bien la participación ciudadana con la necesidad de un liderazgo democrático fuerte. Sin embargo, en aras de la necesidad de configurar un partido eficiente y estable, el núcleo dirigente de Podemos se ha garantizado el poder efectivo en todos los ámbitos del partido, relegando en cierto modo la participación de otros activistas y simpatizantes que confiaron desde el principio en este proyecto. El poder mediático de Pablo Iglesias y la posibilidad de votar en bloque los candidatos, documentos y propuestas de su entorno de confianza está consolidando un partido quizás demasiado monolítico, que en el caso de una situación de desgaste de gobierno puede encontrarse con que carece de una red suficiente de apoyos.
Desde mi punto de vista, es lógico querer apostar por la efectividad configurando un partido capaz de perseguir unos objetivos determinados (los modelos puramente asamblearios nos llevan a la inacción, a la falta de democracia real y a las rencillas internas, como se vió en el 15M), pero la necesidad de coherencia y unidad no debe provocar la desaparición de perspectivas diferentes que pueden enriquecer las propuestas y el discurso y servir de apoyo imprescindible para garantizar una organización plural, fuerte y estable en el tiempo.
Además, Podemos tampoco parece tener clara su apuesta por la confluencia. Aunque de cara a las municipales de Barcelona sí se integrará en Guanyem, se resiste a participar en las plataformas ciudadanas Ganemos de otras ciudades como Madrid. Si bien es lógico que Podemos se reivindique como principal alternativa en estos momentos y quiera mantener su independencia y liderazgo frente a otros actores, ello no debe suponer renunciar a participar en procesos de confluencia que den el protagonismo a la participación ciudadana y que generen alternativas con más posibilidades de alcanzar el poder.
Por último, el otro punto débil de Podemos se encuentra en sus propuestas. Aquí nos hallamos en un terreno delicado, ya que Podemos se enfrenta a una constante trampa en la que se le exige que defina al máximo su programa y determine todo lo que va a cambiar una vez llegue al Gobierno. Pero en el contexto actual, meterse en tal nivel de definición es poco menos que imposible, y se corre el riesgo de defraudar a la ciudadanía si las expectativas generadas por un programa poco realista acaban por no corresponderse con la realidad.
Como señalaba en mi pasado post, uno de los principales problemas de la izquierda política es la rapidez con que pierde su crédito en el Gobierno si no es capaz de materializar las ambiciosas propuestas de cambio que promete durante la campaña. Una vez en en el poder, los factores presupuestarios, los condicionantes de la Unión Europea y otras contingencias varias pueden impedir llevar a cabo las promesas necesarias y llevar a una rápida decepción de los ciudadanos que han depositado su confianza en esta opción. Por eso es necesario que Podemos modere las expectativas y se centre en esbozar las líneas maestras generales que guiarán su mandato (lucha contra la corrupción, reforma de la fiscalidad y lucha contra el fraude fiscal, protección de los servicios públicos, reforma de la ley electoral y de partidos, mayor transparencia y racionalización del gasto público...). Entrar en discusiones sobre la cuantía de una posible renta básica universal o sobre el monto de deuda que dejaremos de pagar solo genera esperanzas poco realistas que se pueden volver en contra. No es misión de Podemos detallar al milímetro un programa que nunca se acaba cumpliendo, sino mostrar que las cosas se pueden hacer de otra manera en base a otros principios y valores, con independencia de la coyuntura política y económica.
En todo caso, todas estas incógnitas sobre si Podemos puede ser o no la clave del cambio que necesita España solo se resolverán en el momento en que asuman responsabilidades de gobierno. Como ciudadanos, debemos ser conscientes de sus fortalezas y debilidades, y ser siempre críticos a la hora de reafirmar nuestro apoyo a una propuesta política, que, con sus problemas y debilidades, es la más prometedora de las existentes.