Querido comentarista liberal:
Ni a ti ni a mí nos gusta George W. Bush. ¿Te acuerdas de su declaración pueril tras el 11-S en la que dijo "o estás con nosotros o con los terroristas"? Pues ahora, a raíz de otro ataque terrible, parece que se ha actualizado el lema: o estás con la libertad de expresión... o estás en contra. O eres Charlie Hebdo... o eres un fanático que odia la libertad.
Te escribo con una simple petición: por favor, para. Piensas que estás desafiando a los terroristas cuando, en realidad, estás jugando en sus manos manchadas de sangre dividiendo y demonizando. Nosotros y ellos. Los occidentales, liberales e ilustrados, contra los musulmanes, atrasados y bárbaros. No dejáis de contarnos que la matanza en París del 7 de enero fue un ataque a la libertad de expresión. El expresidente francés, el conservador Nicolas Sarkozy, lo califica de "guerra declarada a la civilización". También apoya esta idea el liberal de izquierdas Jon Snow, que en Twitter habló sobre un "choque de civilizaciones" y de la "confianza de Europa en la libertad de expresión".
En medio del dolor post-París, abundan la hipocresía y la hipérbole. Efectivamente, el ataque fue un acto de crueldad inconmensurable; un asesinato de inocentes injustificable y sin piedad. Pero, ¿fue realmente un "intento de asesinar" la libre expresión (Mark Austin, del canal ITV), de "profanar" nuestras ideas de "libre pensamiento" (Stephen Fry)? Fue un crimen -no un acto de guerra- perpetrado por jóvenes desafectados; radicalizados no por dibujos del Profeta en Europa en 2006 o 2011, sino por las imágenes de la tortura de Estados Unidos en Irak en 2004.
Enteraos. Nadie cree en un derecho ilimitado de libre expresión. Todos estamos de acuerdo en que siempre habrá líneas que, por cuestión de orden o ley, no se pueden cruzar; por cuestión de gusto o decencia, no se deberían cruzar. Sólo diferimos en dónde deberían trazarse esas líneas.
¿En vuestra publicación salen dibujos que se burlan, por ejemplo, del Holocausto? ¿No? ¿Y caricaturas sobre las víctimas del 11-S cayendo de las torres gemelas? No creo (y me alegro de que así sea). Piensa en el experimento de pensamiento del filósofo de Oxford Brian Klug. Imagina, escribe, que un hombre hubiera ido a la marcha de la unidad del 11 de enero en París "con una chapa en la que se leyese 'Je suis Chérif'" -el nombre de uno de los asesinos de Charlie Hebdo-. Supón, añade Klug, que lleva un cartel con un dibujo en el que se burla de los periodistas muertos. "¿Cómo reaccionaría la multitud?... ¿Verían a este individuo solitario como un héroe que defiende la libertad y la libre expresión? ¿O estarían profundamente ofendidos?". ¿Entendéis la conclusión de Klug de que el hombre haría mejor en irse para no poner su vida en peligro?
Seamos claros: estoy de acuerdo en que no hay ninguna justificación para matar a periodistas o dibujantes. No estoy de acuerdo con el punto de vista de que el derecho a ofender no conlleva ninguna responsabilidad; y no creo que el derecho de ofensa se traduzca automáticamente en una obligación a ofender.
Cuando dices "Je suis Charlie", ¿apoyas la descripción de Charlie Hebdo de la ministra de Justicia francesa, Christiane Taubira, que es negra, como un mono? ¿O las crudas caricaturas de árabes narigudos que harían a Edward Said revolverse en su tumba?
Parodiar el racismo reproduciendo imaginería racista es una táctica satírica un tanto dudosa. Como Olivier Cyran, antiguo periodista de Charlie Hebdo, dijo en 2013, "una neurosis islamofóbica se apoderó poco a poco" de la revista tras el 11-S, que efectivamente respaldó los ataques a "miembros de una religión minoritaria sin influencia en los pasillos del poder".
Por estos motivos, yo no puedo "ser", no quiero "ser", Charlie; en cualquier caso, deberíamos querer ser Ahmed, el policía musulmán que fue asesinado mientras protegía el derecho de la revista a existir. Como ha observado el escritor Teju Cole, "es posible defender el derecho a la expresión [...] ofensiva sin fomentar o promocionar el contenido de ese discurso".
¿Por qué os quedáis tan callados ante la evidente doble vara de medir? ¿No sabíais que Charlie Hebdo despidió al veterano dibujante francés Maurice Sinet en 2008 por hacer un comentario supuestamente antisemita? ¿No erais conscientes de que Jyllands-Posten, el periódico danés que publicó caricaturas del Profeta en 2005, rechazó unas viñetas que se burlaban de Cristo porque "provocarían indignación" y declaró con orgullo que "bajo ninguna circunstancia publicaría dibujos del Holocausto"?
Supongo que creerán que los musulmanes tenemos la piel más curtida que los cristianos y los judíos. También importa el contexto. Nos pedís que nos riamos de un dibujo del Profeta mientras ignoramos el vilipendio del islam por todo el continente (¿habéis visitado Alemania últimamente?) y la extendida discriminación contra los musulmanes en educación, empleo y vida pública, especialmente en Francia. Pedís a los musulmanes que denuncien a un puñado de extremistas como una amenaza existencial a la libre expresión mientras que os hacéis los locos ante la misma amenaza -pero mayor- que ponen vuestros líderes.
¿No os molesta ver que Barack Obama (que pidió que Yemen mantuviera entre rejas al periodista antidrones Abdulelah Haider Shaye después de ser condenado por actos relacionados con el terrorismo en un tribunal irregular) se monta en el vagón de la libertad de expresión? ¿No os entrarían náuseas al ver a Benjamin Netanyahu, el Primer ministro de un país responsable de matar a siete periodistas en Gaza en 2014, asistir a la marcha de la unidad en París? A Bibi le acompañaba Angela Merkel, canciller de un país en el que la negación del Holocausto es castigada con penas de hasta cinco años en prisión, y David Cameron, que quiere prohibir que aparezcan en televisión los "extremistas" no violentos entregados al "derrocamiento de la democracia".
Entonces ahí están vuestros lectores. ¿Les diréis algo a ellos? Según un sondeo de 2011 de YouGov, el 82% de los votantes respaldaba el procesamiento de los manifestantes que quemaran amapolas, símbolo de los soldados británicos muertos en la Primera Guerra Mundial.
Parece que no sólo los musulmanes nos ofendemos.
Atentamente,
Mehdi
Mehdi Hasan es el director político del 'Huffington Post UK' y colaborador de 'New Statesman', donde también se publicó este artículo
Este post fue publicado originalmente en la edición británica de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano
Ni a ti ni a mí nos gusta George W. Bush. ¿Te acuerdas de su declaración pueril tras el 11-S en la que dijo "o estás con nosotros o con los terroristas"? Pues ahora, a raíz de otro ataque terrible, parece que se ha actualizado el lema: o estás con la libertad de expresión... o estás en contra. O eres Charlie Hebdo... o eres un fanático que odia la libertad.
Te escribo con una simple petición: por favor, para. Piensas que estás desafiando a los terroristas cuando, en realidad, estás jugando en sus manos manchadas de sangre dividiendo y demonizando. Nosotros y ellos. Los occidentales, liberales e ilustrados, contra los musulmanes, atrasados y bárbaros. No dejáis de contarnos que la matanza en París del 7 de enero fue un ataque a la libertad de expresión. El expresidente francés, el conservador Nicolas Sarkozy, lo califica de "guerra declarada a la civilización". También apoya esta idea el liberal de izquierdas Jon Snow, que en Twitter habló sobre un "choque de civilizaciones" y de la "confianza de Europa en la libertad de expresión".
Paris:brutal clash of civilisations:Europe's belief in freedom of expression vs those for whom death is a weapon in defending their beliefs.
— Jon Snow (@jonsnowC4) enero 7, 2015
En medio del dolor post-París, abundan la hipocresía y la hipérbole. Efectivamente, el ataque fue un acto de crueldad inconmensurable; un asesinato de inocentes injustificable y sin piedad. Pero, ¿fue realmente un "intento de asesinar" la libre expresión (Mark Austin, del canal ITV), de "profanar" nuestras ideas de "libre pensamiento" (Stephen Fry)? Fue un crimen -no un acto de guerra- perpetrado por jóvenes desafectados; radicalizados no por dibujos del Profeta en Europa en 2006 o 2011, sino por las imágenes de la tortura de Estados Unidos en Irak en 2004.
Enteraos. Nadie cree en un derecho ilimitado de libre expresión. Todos estamos de acuerdo en que siempre habrá líneas que, por cuestión de orden o ley, no se pueden cruzar; por cuestión de gusto o decencia, no se deberían cruzar. Sólo diferimos en dónde deberían trazarse esas líneas.
¿En vuestra publicación salen dibujos que se burlan, por ejemplo, del Holocausto? ¿No? ¿Y caricaturas sobre las víctimas del 11-S cayendo de las torres gemelas? No creo (y me alegro de que así sea). Piensa en el experimento de pensamiento del filósofo de Oxford Brian Klug. Imagina, escribe, que un hombre hubiera ido a la marcha de la unidad del 11 de enero en París "con una chapa en la que se leyese 'Je suis Chérif'" -el nombre de uno de los asesinos de Charlie Hebdo-. Supón, añade Klug, que lleva un cartel con un dibujo en el que se burla de los periodistas muertos. "¿Cómo reaccionaría la multitud?... ¿Verían a este individuo solitario como un héroe que defiende la libertad y la libre expresión? ¿O estarían profundamente ofendidos?". ¿Entendéis la conclusión de Klug de que el hombre haría mejor en irse para no poner su vida en peligro?
Seamos claros: estoy de acuerdo en que no hay ninguna justificación para matar a periodistas o dibujantes. No estoy de acuerdo con el punto de vista de que el derecho a ofender no conlleva ninguna responsabilidad; y no creo que el derecho de ofensa se traduzca automáticamente en una obligación a ofender.
Cuando dices "Je suis Charlie", ¿apoyas la descripción de Charlie Hebdo de la ministra de Justicia francesa, Christiane Taubira, que es negra, como un mono? ¿O las crudas caricaturas de árabes narigudos que harían a Edward Said revolverse en su tumba?
Parodiar el racismo reproduciendo imaginería racista es una táctica satírica un tanto dudosa. Como Olivier Cyran, antiguo periodista de Charlie Hebdo, dijo en 2013, "una neurosis islamofóbica se apoderó poco a poco" de la revista tras el 11-S, que efectivamente respaldó los ataques a "miembros de una religión minoritaria sin influencia en los pasillos del poder".
Por estos motivos, yo no puedo "ser", no quiero "ser", Charlie; en cualquier caso, deberíamos querer ser Ahmed, el policía musulmán que fue asesinado mientras protegía el derecho de la revista a existir. Como ha observado el escritor Teju Cole, "es posible defender el derecho a la expresión [...] ofensiva sin fomentar o promocionar el contenido de ese discurso".
¿Por qué os quedáis tan callados ante la evidente doble vara de medir? ¿No sabíais que Charlie Hebdo despidió al veterano dibujante francés Maurice Sinet en 2008 por hacer un comentario supuestamente antisemita? ¿No erais conscientes de que Jyllands-Posten, el periódico danés que publicó caricaturas del Profeta en 2005, rechazó unas viñetas que se burlaban de Cristo porque "provocarían indignación" y declaró con orgullo que "bajo ninguna circunstancia publicaría dibujos del Holocausto"?
Supongo que creerán que los musulmanes tenemos la piel más curtida que los cristianos y los judíos. También importa el contexto. Nos pedís que nos riamos de un dibujo del Profeta mientras ignoramos el vilipendio del islam por todo el continente (¿habéis visitado Alemania últimamente?) y la extendida discriminación contra los musulmanes en educación, empleo y vida pública, especialmente en Francia. Pedís a los musulmanes que denuncien a un puñado de extremistas como una amenaza existencial a la libre expresión mientras que os hacéis los locos ante la misma amenaza -pero mayor- que ponen vuestros líderes.
¿No os molesta ver que Barack Obama (que pidió que Yemen mantuviera entre rejas al periodista antidrones Abdulelah Haider Shaye después de ser condenado por actos relacionados con el terrorismo en un tribunal irregular) se monta en el vagón de la libertad de expresión? ¿No os entrarían náuseas al ver a Benjamin Netanyahu, el Primer ministro de un país responsable de matar a siete periodistas en Gaza en 2014, asistir a la marcha de la unidad en París? A Bibi le acompañaba Angela Merkel, canciller de un país en el que la negación del Holocausto es castigada con penas de hasta cinco años en prisión, y David Cameron, que quiere prohibir que aparezcan en televisión los "extremistas" no violentos entregados al "derrocamiento de la democracia".
Entonces ahí están vuestros lectores. ¿Les diréis algo a ellos? Según un sondeo de 2011 de YouGov, el 82% de los votantes respaldaba el procesamiento de los manifestantes que quemaran amapolas, símbolo de los soldados británicos muertos en la Primera Guerra Mundial.
Parece que no sólo los musulmanes nos ofendemos.
Atentamente,
Mehdi
Mehdi Hasan es el director político del 'Huffington Post UK' y colaborador de 'New Statesman', donde también se publicó este artículo
Este post fue publicado originalmente en la edición británica de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano