Está prohibido fumar en los bares salvo que tengas muchas ganas. Hay que llevar casco para conducir una moto, a no ser que el calor te invite a llevar la cara descubierta. Los griegos tienen hoy la obligación de votar, pero si deciden no hacerlo, no serán multados por ello. Grecia arrastra una gran informalidad, fuente de muchos de sus problemas. Pero también es parte de su magia para sus visitantes.
La gente es amable y abierta. Siempre dispuesta a conversar y superar la barrera del inglés, que poca gente habla bien. Al entrar en un bar, un joven griego, que charla con un alemán de visita, me pregunta: "¿Tocas en un grupo?". Le digo que no, que no puede ser salvo que tenga el síndrome de Sugar Man, aunque yo ni siquiera he grabado un disco - pienso después-. En realidad Kostas buscaba una excusa para iniciar un primer contacto con un visitante en Atenas.
Muchas de las contradicciones que vive hoy Grecia tienen su origen en una época que la crisis ha devorado. Hoy no podrán votar miles de ciudadanos griegos que viven en el extranjero; ni acudiendo a sus embajadas ni haciéndolo por correo. O bien han venido el fin de semana o no podrán ser parte decisiva de este gran momento histórico para su país.
En el pasado próspero, hasta las elecciones de 2009, siempre había mecanismos informales para sortear las dificultades. Aparentemente, los principales partidos, Nueva Democracia (partido conservador) y el PASOK (socialistas) daban una ayuda a muchos de sus simpatizantes en el extranjero para que pudiesen viajar a Grecia y obtener su voto. Era una práctica enraizada en un sistema hiper-clientelar que terminó generando una gran deuda pública, con mucha corrupción de por medio.
El taxista que me trae al hotel se muestra convencido sobre las causas de los males griegos. "Un país no puede gastar más de lo que tiene". Sube el tono para recordar que Grecia organizó las Olimpiadas en 2004. Fue una de las inversiones más grandes de la historia de Grecia. También menciona el nuevo aeropuerto, Eleftherios Venizelos, construido en 2001. El antiguo, que sirvió a Grecia durante décadas, fue reutilizado para algunas pruebas en las olimpiadas, pero se encuentra ahora desaprovechado. Hoy votará a Syriza.
Antonio Prunés recuerda perfectamente la época dorada anterior a la crisis de 2010. Aragonés, con orígenes catalanes, viajó a Atenas en 2005 con una mochila. Todavía no ha regresado y no sabe si lo hará. Es filólogo y trabaja como traductor freelance. Domina el griego a la perfección y me asegura que es muy fácil porque la fonética es la misma que el castellano. Me cuenta que los griegos, al mirar a España, piensan: "los fondos de la UE hicieron carreteras, infraestructuras... En Grecia todo cayó en saco roto". Recuerda la alegría de aquellos años: "En cualquier taberna alguien sacaba una guitarra y empezaba la música y el baile".
Era la época del orgullo del sur de Europa. En España éramos latinos exitosos, alegres triunfadores. ¡Íbamos a superar a Italia y Alemania estaba al alcance de los dedos! Pero estos años la tristeza se ha instalado en demasiados rincones de Atenas y Madrid. Queda poco de aquél orgullo del sur. Corrupción, crisis y ahora la implosión de un sistema de partidos que parecía blindado a los grandes cambios.
Prunés me asegura que despierta cierto interés ser español en Atenas. Sin embargo, en España hemos tendido a mirar a Grecia por encima del hombro, tras el inicio de la crisis, claro. Era más fácil decir "no somos Grecia" que mostrar solidaridad con un país con muchos problemas similares. Claro que España no es Grecia: por tamaño, por su industria, por su población... Pero ambos países viven momentos similares para su sistema de partidos.
Es evidente el gran interés español en Grecia hoy. Uno de cada cinco corresponsales extranjeros que estamos acreditados somos españoles. Las paradojas del destino indican que de tanto mostrar superioridad con Grecia hemos terminado siendo arrastrados por su futuro. Si Syriza gana hoy y logra formar gobierno, los próximos meses podrían condicionar en buena medida el resultado electoral de las elecciones generales que celebraremos en España, previsiblemente, a finales de año.
Como en España, el centro-derecha griego, Nueva Democracia, está herido por la crisis, pero resiste. Todas las encuestas indican que quedará segundo. Elina Vidali, una joven de 29 años, camarera del animado bar Passepartout, en el barrio Kolonaki, nos da una clave de la resistencia del partido del primer ministro: "Samaras aporta estabilidad y eso es lo que Grecia necesita en este momento". Es licenciada y tiene un master en estudios ambientales, pero la crisis le ha empujado a trabajar horas extra detrás de la barra.
Parece que la mayoría en Grecia no quiere esta clase de estabilidad. Syriza, el partido liderado por Alexis Tsipras, que basa su campaña contra la austeridad y la renegociación de las condiciones del pago de la deuda, está a la cabeza en todas las encuestas. La gente conoce los riesgos de llevar al poder a un partido que nunca ha gobernado el país - aunque ya gobierna la región de Ática, la más grande de Grecia -, pero muchos piensan que las cosas no podrían ir peor. Para unos, Tsipras es un demonio; para otros un posible salvador.
Hay un ambiente animado de gente joven en la caseta principal de Syriza en el centro de Atenas. Jóvenes sentados charlando en círculos. Imposible no recordar las similitudes con su partido hermano, Podemos, con quien comparte la pertenencia al grupo de la Izquierda Unitaria en el Parlamento Europeo. Pablo Iglesias participó en el mitin final de campaña el jueves. Si algo han entendido es que sólo la unidad de acción de los países del sur puede lograr que sus propuestas tengan algo de fuerza. Saben que una de las claves de la dureza de la austeridad en el sur de Europa se debe a que sus gobiernos, algunos del mismo color político, por complejos o falta de estrategia, nunca actuaron unidos.
Grecia es también el país de Europa en que la socialdemocracia ha caído más bajo. Está fragmentada y descompuesta. El PASOK alcanzó el 43% de los votos en las elecciones de 2009, que llevaron al poder a George Papandreu, hijo de Andreas, fundador del partido en 1974. Hoy las encuestas le dan alrededor de un 5% de apoyo. La puntilla al PASOK se la ha dado precisamente Papandreu, actual presidente de la Internacional Socialista y sin embargo reciente fundador de un nuevo partido, "To Kinima". Por si fuera poco, ha instalado sus oficinas en el mismo edificio en que su padre fundó el PASOK. No está claro que vaya a lograr el 3% de los votos necesarios para entrar en el Parlamento, pero el daño al muy débil PASOK será evidente.
Si todas las encuestas no se equivocan, hoy hay tres principales enigmas en el gran puzzle griego: a) si Syriza logra mayoría absoluta (151 diputados de los 300); b) quién ocupará la tercera posición (desde To Potami, un partido de centro, pasando por Aurora Dorada, un partido nazi con su líder en la cárcel, los comunistas o incluso el PASOK) y c) quien gobernará en coalición con Syriza (en caso de que sea necesario). Compuesto el complicado puzzle griego habrá que encajar después sus piezas en Europa. La emoción continuará mañana.
La gente es amable y abierta. Siempre dispuesta a conversar y superar la barrera del inglés, que poca gente habla bien. Al entrar en un bar, un joven griego, que charla con un alemán de visita, me pregunta: "¿Tocas en un grupo?". Le digo que no, que no puede ser salvo que tenga el síndrome de Sugar Man, aunque yo ni siquiera he grabado un disco - pienso después-. En realidad Kostas buscaba una excusa para iniciar un primer contacto con un visitante en Atenas.
Muchas de las contradicciones que vive hoy Grecia tienen su origen en una época que la crisis ha devorado. Hoy no podrán votar miles de ciudadanos griegos que viven en el extranjero; ni acudiendo a sus embajadas ni haciéndolo por correo. O bien han venido el fin de semana o no podrán ser parte decisiva de este gran momento histórico para su país.
En el pasado próspero, hasta las elecciones de 2009, siempre había mecanismos informales para sortear las dificultades. Aparentemente, los principales partidos, Nueva Democracia (partido conservador) y el PASOK (socialistas) daban una ayuda a muchos de sus simpatizantes en el extranjero para que pudiesen viajar a Grecia y obtener su voto. Era una práctica enraizada en un sistema hiper-clientelar que terminó generando una gran deuda pública, con mucha corrupción de por medio.
El taxista que me trae al hotel se muestra convencido sobre las causas de los males griegos. "Un país no puede gastar más de lo que tiene". Sube el tono para recordar que Grecia organizó las Olimpiadas en 2004. Fue una de las inversiones más grandes de la historia de Grecia. También menciona el nuevo aeropuerto, Eleftherios Venizelos, construido en 2001. El antiguo, que sirvió a Grecia durante décadas, fue reutilizado para algunas pruebas en las olimpiadas, pero se encuentra ahora desaprovechado. Hoy votará a Syriza.
Antonio Prunés recuerda perfectamente la época dorada anterior a la crisis de 2010. Aragonés, con orígenes catalanes, viajó a Atenas en 2005 con una mochila. Todavía no ha regresado y no sabe si lo hará. Es filólogo y trabaja como traductor freelance. Domina el griego a la perfección y me asegura que es muy fácil porque la fonética es la misma que el castellano. Me cuenta que los griegos, al mirar a España, piensan: "los fondos de la UE hicieron carreteras, infraestructuras... En Grecia todo cayó en saco roto". Recuerda la alegría de aquellos años: "En cualquier taberna alguien sacaba una guitarra y empezaba la música y el baile".
Era la época del orgullo del sur de Europa. En España éramos latinos exitosos, alegres triunfadores. ¡Íbamos a superar a Italia y Alemania estaba al alcance de los dedos! Pero estos años la tristeza se ha instalado en demasiados rincones de Atenas y Madrid. Queda poco de aquél orgullo del sur. Corrupción, crisis y ahora la implosión de un sistema de partidos que parecía blindado a los grandes cambios.
Prunés me asegura que despierta cierto interés ser español en Atenas. Sin embargo, en España hemos tendido a mirar a Grecia por encima del hombro, tras el inicio de la crisis, claro. Era más fácil decir "no somos Grecia" que mostrar solidaridad con un país con muchos problemas similares. Claro que España no es Grecia: por tamaño, por su industria, por su población... Pero ambos países viven momentos similares para su sistema de partidos.
Es evidente el gran interés español en Grecia hoy. Uno de cada cinco corresponsales extranjeros que estamos acreditados somos españoles. Las paradojas del destino indican que de tanto mostrar superioridad con Grecia hemos terminado siendo arrastrados por su futuro. Si Syriza gana hoy y logra formar gobierno, los próximos meses podrían condicionar en buena medida el resultado electoral de las elecciones generales que celebraremos en España, previsiblemente, a finales de año.
Como en España, el centro-derecha griego, Nueva Democracia, está herido por la crisis, pero resiste. Todas las encuestas indican que quedará segundo. Elina Vidali, una joven de 29 años, camarera del animado bar Passepartout, en el barrio Kolonaki, nos da una clave de la resistencia del partido del primer ministro: "Samaras aporta estabilidad y eso es lo que Grecia necesita en este momento". Es licenciada y tiene un master en estudios ambientales, pero la crisis le ha empujado a trabajar horas extra detrás de la barra.
Parece que la mayoría en Grecia no quiere esta clase de estabilidad. Syriza, el partido liderado por Alexis Tsipras, que basa su campaña contra la austeridad y la renegociación de las condiciones del pago de la deuda, está a la cabeza en todas las encuestas. La gente conoce los riesgos de llevar al poder a un partido que nunca ha gobernado el país - aunque ya gobierna la región de Ática, la más grande de Grecia -, pero muchos piensan que las cosas no podrían ir peor. Para unos, Tsipras es un demonio; para otros un posible salvador.
Hay un ambiente animado de gente joven en la caseta principal de Syriza en el centro de Atenas. Jóvenes sentados charlando en círculos. Imposible no recordar las similitudes con su partido hermano, Podemos, con quien comparte la pertenencia al grupo de la Izquierda Unitaria en el Parlamento Europeo. Pablo Iglesias participó en el mitin final de campaña el jueves. Si algo han entendido es que sólo la unidad de acción de los países del sur puede lograr que sus propuestas tengan algo de fuerza. Saben que una de las claves de la dureza de la austeridad en el sur de Europa se debe a que sus gobiernos, algunos del mismo color político, por complejos o falta de estrategia, nunca actuaron unidos.
Grecia es también el país de Europa en que la socialdemocracia ha caído más bajo. Está fragmentada y descompuesta. El PASOK alcanzó el 43% de los votos en las elecciones de 2009, que llevaron al poder a George Papandreu, hijo de Andreas, fundador del partido en 1974. Hoy las encuestas le dan alrededor de un 5% de apoyo. La puntilla al PASOK se la ha dado precisamente Papandreu, actual presidente de la Internacional Socialista y sin embargo reciente fundador de un nuevo partido, "To Kinima". Por si fuera poco, ha instalado sus oficinas en el mismo edificio en que su padre fundó el PASOK. No está claro que vaya a lograr el 3% de los votos necesarios para entrar en el Parlamento, pero el daño al muy débil PASOK será evidente.
Si todas las encuestas no se equivocan, hoy hay tres principales enigmas en el gran puzzle griego: a) si Syriza logra mayoría absoluta (151 diputados de los 300); b) quién ocupará la tercera posición (desde To Potami, un partido de centro, pasando por Aurora Dorada, un partido nazi con su líder en la cárcel, los comunistas o incluso el PASOK) y c) quien gobernará en coalición con Syriza (en caso de que sea necesario). Compuesto el complicado puzzle griego habrá que encajar después sus piezas en Europa. La emoción continuará mañana.