Que no se enfade nadie conmigo. No me gusta ser un aguafiestas. En Atenas, desde donde escribo estas líneas, hay una gran celebración en marcha. Syriza, el partido liderado por Alexis Tsipras, acaba de ganar las elecciones. Grecia mira desafiante a una Europa que para muchos les ha dado la espalda. Europa mira, con miedo o esperanza, según la geografía -pero mucha atención en todo caso- lo que sucede en Atenas.
Ha nacido la política europea de carne y hueso, no la de las corbatas y las salas grises de reuniones. La que conecta a la gente corriente de los distintos países a un destino conscientemente compartido. Es un momento histórico. Y el sur de Europa, débil y dividido hasta ahora, pide paso.
El partido contra la austeridad. El partido que frenará la hegemonía alemana que secuestró nuestra Europa. Que dará justicia a los griegos después de tanto sufrimiento. Que terminará con la gran corrupción que carcome al Estado. Que relanzará la zaherida democracia europea. ¿Quién puede resistirse a la potente luz que irradia Alexis Tsipras, un hombre preparado, con buenas maneras pero mucha fuerza? Un discurso radical pero envuelto en una camisa azul con gemelos y una americana bien planchada.
Yo no me resisto, pero será muy difícil que las cosas cambien. Que cambien de verdad. Ojalá me equivoque. Hace un par de días tuve la suerte de charlar con Loukas Tsoukalis, profesor de estudios europeos de la Universidad de Atenas. Es una voz prestigiosa en la comunidad académica europea y es muy crítico desde hace años sobre la deriva que ha tomado Europa.
"No espero un gran terremoto tras la llegada de Syriza al poder. Grecia es un país pequeño y la Unión Europea es muy compleja. Hay una gran distancia entre lo que Syriza propone y lo que puede conseguir... Es más importante el plan de estímulos de Draghi".
Lo he dicho en varias ocasiones. Insisto. Esta Europa de los tecnócratas, que en Grecia pensó que podía suspender la democracia temporalmente y mirar para otro lado ante la miseria que han provocado sus recetas, ha generado dos potentes focos de luz. Quienes son autores o cómplices de esta austeridad, con sus resultados catastróficos y sus formas antidemocráticas, y quienes han alzado la voz para pedir, sin matices, un giro rotundo. Syriza pertenece al segundo grupo y a diferencia de otros países como Francia o Reino Unido, encarna la esperanza del cambio sin un mensaje racista y sin querer terminar con Europa. Pero sí cambiarla.
Europa vive una suerte de pulso entre tecnócratas contra populistas, con la socialdemocracia, tristemente, desaparecida. Me temo que ha dejado que otras formaciones nuevas se queden con el mensaje que durante muchas décadas patrocinó.
Si Grecia es pequeño, Francia es grande. Allí hubo hace un par de años una noche parecida a la de hoy. Un presidente socialdemócrata, François Hollande, iba a terminar con Merkozy. En aquella noche electoral de mayo de 2012, proclamó: "La austeridad no puede ser una condena... Esa será mi misión, dar a la construcción europea una nueva dimensión de crecimiento, empleo, prosperidad y de futuro. Y se lo diré cuanto antes a los socios europeos y a Alemania". La mayoría de progresistas europeos miramos a París aquella noche con esperanza. Pero no tardamos mucho en quedar decepcionados.
La debilidad de Hollande, ¡en la presidencia de Francia, corazón de Europa!, nos da idea de las dificultades que le esperan a Tsipras. ¿Puede el líder de un país de 11 millones hiper endeudado cambiar el curso de una Unión de 28 países? ¿Puede dar una patada en la puerta, en el salón de los acreedores y no bajar la mirada?
Tsipras ha lanzado esta noche el primer tomahawk hacia Bruselas y Berlín: "Grecia deja atrás la austeridad que condujo a la destrucción [...] El veredicto del pueblo griego anula sin discusión todos los programas de austeridad. El veredicto del pueblo griego hace que la troika sea el pasado en nuestro marco común europeo".
¿Será transitable la distancia entre la potente luz que irradia Tsipras y lo que esta Europa de
mercaderes le deparará? Nos esperan meses emocionantes. ¿Quien dijo que la UE era aburrida?
Ha nacido la política europea de carne y hueso, no la de las corbatas y las salas grises de reuniones. La que conecta a la gente corriente de los distintos países a un destino conscientemente compartido. Es un momento histórico. Y el sur de Europa, débil y dividido hasta ahora, pide paso.
El partido contra la austeridad. El partido que frenará la hegemonía alemana que secuestró nuestra Europa. Que dará justicia a los griegos después de tanto sufrimiento. Que terminará con la gran corrupción que carcome al Estado. Que relanzará la zaherida democracia europea. ¿Quién puede resistirse a la potente luz que irradia Alexis Tsipras, un hombre preparado, con buenas maneras pero mucha fuerza? Un discurso radical pero envuelto en una camisa azul con gemelos y una americana bien planchada.
Yo no me resisto, pero será muy difícil que las cosas cambien. Que cambien de verdad. Ojalá me equivoque. Hace un par de días tuve la suerte de charlar con Loukas Tsoukalis, profesor de estudios europeos de la Universidad de Atenas. Es una voz prestigiosa en la comunidad académica europea y es muy crítico desde hace años sobre la deriva que ha tomado Europa.
"No espero un gran terremoto tras la llegada de Syriza al poder. Grecia es un país pequeño y la Unión Europea es muy compleja. Hay una gran distancia entre lo que Syriza propone y lo que puede conseguir... Es más importante el plan de estímulos de Draghi".
Lo he dicho en varias ocasiones. Insisto. Esta Europa de los tecnócratas, que en Grecia pensó que podía suspender la democracia temporalmente y mirar para otro lado ante la miseria que han provocado sus recetas, ha generado dos potentes focos de luz. Quienes son autores o cómplices de esta austeridad, con sus resultados catastróficos y sus formas antidemocráticas, y quienes han alzado la voz para pedir, sin matices, un giro rotundo. Syriza pertenece al segundo grupo y a diferencia de otros países como Francia o Reino Unido, encarna la esperanza del cambio sin un mensaje racista y sin querer terminar con Europa. Pero sí cambiarla.
Europa vive una suerte de pulso entre tecnócratas contra populistas, con la socialdemocracia, tristemente, desaparecida. Me temo que ha dejado que otras formaciones nuevas se queden con el mensaje que durante muchas décadas patrocinó.
Si Grecia es pequeño, Francia es grande. Allí hubo hace un par de años una noche parecida a la de hoy. Un presidente socialdemócrata, François Hollande, iba a terminar con Merkozy. En aquella noche electoral de mayo de 2012, proclamó: "La austeridad no puede ser una condena... Esa será mi misión, dar a la construcción europea una nueva dimensión de crecimiento, empleo, prosperidad y de futuro. Y se lo diré cuanto antes a los socios europeos y a Alemania". La mayoría de progresistas europeos miramos a París aquella noche con esperanza. Pero no tardamos mucho en quedar decepcionados.
La debilidad de Hollande, ¡en la presidencia de Francia, corazón de Europa!, nos da idea de las dificultades que le esperan a Tsipras. ¿Puede el líder de un país de 11 millones hiper endeudado cambiar el curso de una Unión de 28 países? ¿Puede dar una patada en la puerta, en el salón de los acreedores y no bajar la mirada?
Tsipras ha lanzado esta noche el primer tomahawk hacia Bruselas y Berlín: "Grecia deja atrás la austeridad que condujo a la destrucción [...] El veredicto del pueblo griego anula sin discusión todos los programas de austeridad. El veredicto del pueblo griego hace que la troika sea el pasado en nuestro marco común europeo".
¿Será transitable la distancia entre la potente luz que irradia Tsipras y lo que esta Europa de
mercaderes le deparará? Nos esperan meses emocionantes. ¿Quien dijo que la UE era aburrida?