Hay situaciones donde la vida nos enfrenta a nosotros mismos, la enfermedad es una de esas ocasiones y sobre todo si es incurable e intratable, sé que puede sonar a exageración pero hablar de la gripe como enfermedad incurable e intratable no es sino ajustarse a la realidad, será prevenible por la vacunación, no lo tengo muy claro, pero lo que está claro es que no hay nada conocido que acorte la duración de la enfermedad y los síntomas evolucionan a su gusto hasta que el virus acaba su ciclo y decide abandonar la invasión.
El estar en pico epidémico, el haber pasado el proceso en mis propias carnes, la falta de memoria histórica que me hace pensar que la de este año es la peor que han visto mis ojos en consulta, es un caldo de cultivo para reflexionar sobre la levedad del ser.
Impotencia, no de esa de la que no se te levanta, sino la de sentir incapacidad para enfrentarte contra algo intangible e inalcanzable, enfrentarte a una enfermedad que si bien sabes que tiene un límite corto y que acabará en unos días, te hace rebelarte contra eso que te obliga a parar. Analgésicos y buena hidratación es lo que recomendamos los médicos, pero el paciente atropellado por un tren, sometido al abrazo del oso, dolorido y aturdido por la fiebre, rápidamente deriva en rebeldía.
"¿Qué más puedo hacer? Esto no puede ser"
La industria conoce muy bien este sentimiento y acude rauda a ayudar, cientos de anuncios en televisión, prensa, redes sociales y allá donde haya un mocoso tosedor tendrá información para que compre esto o aquello que le va a solucionar su problema. Todos reaccionamos con un sentimiento de ver luz al final de túnel y corremos raudos a la farmacia y herbolarios que hacen caja estos días como si de una temporada alta veraniega playera se tratara. Hasta la televisión pública dedica especiales matutinos para hablar de plantas y falacias que le evitarán caer en el abismo de la enfermedad. Indignante. Buitres alrededor del cadáver griposo.
"¿Qué más puedo hacer?"
Al fin y al cabo somos mayorcitos y cada uno puede gastarse el dinero y envenenarse con los potingues que quiera, aferrarnos a la fe como si de estampitas de la virgen se tratara aliviaran nuestros males, aunque terminemos con una preciosa gastritis por los jarabes, o una tos aún peor por haber utilizado los falsamente calificados como descongestivos o agilipollados por el uso de la codeína tan ubícuamente usada en mezclas antigripales. Somos adultos y libres, pero ¿qué ocurre con los menores? Llevo 30 años trabajando con la infancia como pediatra y cada día me importan menos los mayores, allá ellos, pero los peques son indefensos y están al albor de los deseos y miedos paternos.
"¿Qué más puedo hacer?"
Es una frase muy de madre. Es frecuente oír en consulta a una mamá agobiada explicar que ya le da paracetamol y que lo alterna indebidamente con ibuprofeno, además le ha comprado un jarabe para la noche para que no tosa y otro para el día para que le disuelva los mocos, otro porque estos dos jarabes le han irritado el estómago y está vomitando, unas bolitas homeopáticas de azúcar que le provocarán caries y perdida de dinero, el própolis que anuncia Saber vivir en la 1 (falacia), por cierto que también toda la familia inhala limones a diario para evitar el cáncer porque la presentadora dijo (denunciable), mucha agua, miel, un jarabe de cebolla que vio por Internet y el niño sigue durmiendo mal, tosiendo y con fiebre.
"¿Qué más puedo hacer?", suplica la madre.
Paciencia, ¿recordáis lo que es? Mimos, cariños y besos, sentarse a su lado y llorar con él, no hay porque acallar todo mal, también se puede aliviar y mejorar su estado, se beneficia más de un abrazo de madre que de un potingue mal sabido. Mejoran más unos brazos de madre o de padre durante la noche que todos los jarabes que anuncian en la tele.
Con los niños no olvidemos los cuidados, ni comprar todos los juguetes los hacen más felices, ni comprar todos los jarabes les mejoran, más bien al contrario empeoran su consumismo y les crean valores equivocados como efectos secundarios de una preocupación inadecuada.
La gripe nos recuerda lo que somos y es sabio aceptarlo, no pelear contra lo que no se puede sino aliviar y favorecer las defensas naturales del peque que son al fin y al cabo las que van a ganar la batalla, mimos y cuidados generan más defensas que cualquier preparado. Abraza a tu bebé febril, el contacto piel con piel le hará bajar la temperatura y si está tiritando de frío le aportarás el calor que necesita.
Y recordad, la epidemia de gripe viene todos los años, pero todos los años se va.
El estar en pico epidémico, el haber pasado el proceso en mis propias carnes, la falta de memoria histórica que me hace pensar que la de este año es la peor que han visto mis ojos en consulta, es un caldo de cultivo para reflexionar sobre la levedad del ser.
Impotencia, no de esa de la que no se te levanta, sino la de sentir incapacidad para enfrentarte contra algo intangible e inalcanzable, enfrentarte a una enfermedad que si bien sabes que tiene un límite corto y que acabará en unos días, te hace rebelarte contra eso que te obliga a parar. Analgésicos y buena hidratación es lo que recomendamos los médicos, pero el paciente atropellado por un tren, sometido al abrazo del oso, dolorido y aturdido por la fiebre, rápidamente deriva en rebeldía.
"¿Qué más puedo hacer? Esto no puede ser"
La industria conoce muy bien este sentimiento y acude rauda a ayudar, cientos de anuncios en televisión, prensa, redes sociales y allá donde haya un mocoso tosedor tendrá información para que compre esto o aquello que le va a solucionar su problema. Todos reaccionamos con un sentimiento de ver luz al final de túnel y corremos raudos a la farmacia y herbolarios que hacen caja estos días como si de una temporada alta veraniega playera se tratara. Hasta la televisión pública dedica especiales matutinos para hablar de plantas y falacias que le evitarán caer en el abismo de la enfermedad. Indignante. Buitres alrededor del cadáver griposo.
"¿Qué más puedo hacer?"
Al fin y al cabo somos mayorcitos y cada uno puede gastarse el dinero y envenenarse con los potingues que quiera, aferrarnos a la fe como si de estampitas de la virgen se tratara aliviaran nuestros males, aunque terminemos con una preciosa gastritis por los jarabes, o una tos aún peor por haber utilizado los falsamente calificados como descongestivos o agilipollados por el uso de la codeína tan ubícuamente usada en mezclas antigripales. Somos adultos y libres, pero ¿qué ocurre con los menores? Llevo 30 años trabajando con la infancia como pediatra y cada día me importan menos los mayores, allá ellos, pero los peques son indefensos y están al albor de los deseos y miedos paternos.
"¿Qué más puedo hacer?"
Es una frase muy de madre. Es frecuente oír en consulta a una mamá agobiada explicar que ya le da paracetamol y que lo alterna indebidamente con ibuprofeno, además le ha comprado un jarabe para la noche para que no tosa y otro para el día para que le disuelva los mocos, otro porque estos dos jarabes le han irritado el estómago y está vomitando, unas bolitas homeopáticas de azúcar que le provocarán caries y perdida de dinero, el própolis que anuncia Saber vivir en la 1 (falacia), por cierto que también toda la familia inhala limones a diario para evitar el cáncer porque la presentadora dijo (denunciable), mucha agua, miel, un jarabe de cebolla que vio por Internet y el niño sigue durmiendo mal, tosiendo y con fiebre.
"¿Qué más puedo hacer?", suplica la madre.
Paciencia, ¿recordáis lo que es? Mimos, cariños y besos, sentarse a su lado y llorar con él, no hay porque acallar todo mal, también se puede aliviar y mejorar su estado, se beneficia más de un abrazo de madre que de un potingue mal sabido. Mejoran más unos brazos de madre o de padre durante la noche que todos los jarabes que anuncian en la tele.
Con los niños no olvidemos los cuidados, ni comprar todos los juguetes los hacen más felices, ni comprar todos los jarabes les mejoran, más bien al contrario empeoran su consumismo y les crean valores equivocados como efectos secundarios de una preocupación inadecuada.
La gripe nos recuerda lo que somos y es sabio aceptarlo, no pelear contra lo que no se puede sino aliviar y favorecer las defensas naturales del peque que son al fin y al cabo las que van a ganar la batalla, mimos y cuidados generan más defensas que cualquier preparado. Abraza a tu bebé febril, el contacto piel con piel le hará bajar la temperatura y si está tiritando de frío le aportarás el calor que necesita.
Y recordad, la epidemia de gripe viene todos los años, pero todos los años se va.