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Educados para pensar: menos dogma y más neuronas

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"La escuela no debe enseñar qué es bueno o justo, sino ayudar a tomar decisiones propias". Robert M. Hutchins



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Todos los clones son hijos de George Clooney. ¿Que por qué? Porque lo pone aquí. Imagen que trata de ilustrar la lucha entre el pensamiento crítico y los dogmas (fuente: The letter J, de Kristina Alexanderson vía Flickr, licencia Creative Commons 2.0).



La semana pasada escribía en este mismo medio El futuro educativo: niños más creativos, menos aburridos y estresados. Debo reconocer que el apoyo masivo de los lectores a este artículo me abrumó y, a la vez, emocionó. La emoción duró unos días, hasta que leí las noticias. En ellas, se relataba cómo el ministro español de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, aboga por una reforma del sistema educativo que refuerce todavía más la lengua y las matemáticas. Además, quiere implantar un examen selectivo en tercero de primaria.

En resumen, el ministro trata de imponer, gracias a la mayoría parlamentaria que su partido ostenta, reformas que van en contra de lo que, según muchos expertos, debería ser una educación más moderna y humana. Es por ello que hoy me gustaría contarles algo que tal vez personas como el ministro no sepan aún (o no quieran aceptar): las mayorías parlamentarias que imponen decretos, el pensamiento único y la educación dogmática podrían no tener cabida en el mundo del futuro. Porque existe algo más poderoso que las fuerzas impositivas: el convencimiento de las mentes que han sido educadas para pensar.


La educación dogmática y el pensamiento único

Se entiende por dogma aquellas afirmaciones que son irrefutables, verdades incuestionables. Dogmas y pensamientos únicos los encontramos en casi todos los aspectos de la sociedad: religión, política, y también en arte y ciencia. No hace falta decir que el uso de estos dogmas ha servido desde tiempos inmemoriales para adoctrinar a las personas, para imponer la necesidad de obedecer las leyes de dios, de la iglesia, de aceptar la separación de clases y razas o la sumisión de la mujer, solo por poner algunos ejemplos. Pero eso está cambiando muchísimo por distintas razones, entre las que se encuentran la democratización de los países, la separación Estado/Iglesia, el acceso a la información a nivel global, el avance de la ciencia y, por supuesto, un mayor acceso a la educación. Por desgracia, esto último conlleva un peligro: la educación puede usarse también como herramienta dogmática.

Y cuando digo esto no me refiero simplemente al hecho de impartir religión o política en las escuelas, que también sucede, a veces. El dogmatismo en la escuela puede ser mucho más sutil: cuando el profesor, los libros de texto, los adultos o el sistema predominante en general pretenden tener siempre razón y poseer las únicas respuestas correctas, entonces la educación se convierte en adoctrinamiento. Si esto sucede, estamos privando a los niños y niñas de la posibilidad de pensar por sí mismos, de la capacidad de decidir.





Educar para pensar: formar a ciudadanos con pensamiento crítico


Según Ken Robinson, la educación tiene tres objetivos fundamentales: formar a las personas en un sentido profesional, social e individual. No puedo estar más de acuerdo. Yo anadiría algo más: es importante que, en la medida de lo posible, la educación trate de no adoctrinar, dejando que los estudiantes piensen y sean capaces de decidir sobre temas complejos por sí mismos.

Por ponerles un ejemplo, les hablaré de dos de los profesores que yo tuve en la universidad. El primer profesor era mi tutor, un tipo eficiente y serio, de creencias firmes, llamémosle "Profesor Dogmático". A éste le gustaba repetir en clase cosas de la siguiente índole: "Si ustedes tardan demasiado en acabar las carrera, nunca llegarán a nada. Si sus notas no superan este listón, no sirven para la ciencia". El segundo profesor era una persona más extrovertida y afable, llamémosle "Profesor Pedagogo". Éste solía explicar en clase: "Debéis ver los estudios que estáis completando como una forma de conocer una metodología, de aprender a pensar, a ser críticos".

¿Les cuento un secreto? Muchos años después, constaté lo siguiente: del "Profesor Dogmático" solo aprendí lo cruel y equivocado que puede estar el pensamiento único. En cambio, del "Profesor Pedagogo" aprendí algo realmente relevante: la importancia del pensamiento crítico.

Pero, dejando mi historia a un lado, no soy el único que resalta la importancia del pensamiento crítico como uno de los pilares de la ciencia y de la educación. Esto es algo que ya decía Einstein ("lo importante es no dejar de hacerse preguntas"), pero también estudios recientes. Entre ellos, el de la OECD: la capacidad de resolver problemas va a ser una de las cualidades más valoradas en los profesionales del futuro. Y esta capacidad está, efectivamente, relacionada con el dominio de las "materias duras" (como las matemáticas), pero también de manera muy significativa con la creatividad y el pensamiento crítico.

"Sé lo que quiero, tengo metas y objetivos. Dejadme ser yo misma, con eso tengo suficiente". Anne Frank


¿Y qué pasa con Wert y sus reformas?

Considero el caso Wert de alto contenido dogmático por varias razones. La más evidente es que el ministro trata de imponer nuevas medidas por la fuerza, sin consenso ni explicaciones coherentes y sólidas. Porque, según fuentes del ministerio, lo que se pretende con la reforma educativa es fomentar el pensamiento empresarial y emprendedor. Y para ello quieren reforzar las matemáticas, la lengua y los exámenes de selección de los individuos.

Yo creo que para ser emprendedor lo primordial es haber desarrollado la capacidad de pensar por sí mismo, ser valiente y saber lo que uno quiere. Y, con todos mis respetos, esto no son cosas que se aprendan estigmatizando a los niños a muy temprana edad, separándoles en ganadores y perdedores. Esto es el modelo que ya conocemos, que estresa y aburre a los niños y que, además, mata otra cualidad básica para un emprendedor: la creatividad.

Permítanme ir un pelín más allá. La educación y el conocimiento son algunas de las bases del desarrollo y de la sociedad del bienestar; casi nadie lo discute hoy en día. Pero, aparte de transmitir conocimientos y poner a los niños a prueba, ¿vamos a dejarles pensar por ellos mismos? ¿Vamos a dejarles, en definitiva, ser ellos mismos? Anne Frank lo decía alto y claro: sé lo que quiero, tengo metas y objetivos. Dejadme ser yo misma, con eso tengo suficiente.

Las noticias dicen que cuatro comunidades no van a implantar medidas sugeridas en la reforma de la educación propuesta por Wert y su gabinete. Me gustaría pensar que tal vez los responsables de esas comunidades lo hayan decidido así porque creen que la educación de nuestros hijos necesita lo siguiente: menos dogma y más neuronas.

A propósito, ya tengo título para el artículo de la semana que viene: La dichosa cultura del éxito.

Nota del autor: mil gracias de nuevo Aleix Ruiz-Falqués por las correcciones y comentarios.

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