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Con Podemos o contra Podemos

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"Quienes no han ido a la mani, están a favor de los desahucios, no quieren educación pública y les gusta que la gente se muera por hepatitis C". Asun Lasaosa, en Twitter, sobre Podemos.


Si no eres Podemos, eres casta. Eres, automáticamente, de derechas. A estas alturas ya deberías saberlo. Eres caverna. Si no eres Podemos, eres Troika. Eres un ser deleznable que desea la muerte de enfermos crónicos, que disfruta cuando desahucian a una familia. Porque Podemos es la verdad absoluta y todos esos valores de igualdad, humanidad, justicia, los han inventado ellos. Está correlacionado. Si te identificas con la bondad, tienes que identificarte con su partido. Si crees en la sanidad universal, ¿por qué no vas a votarles? Es idea suya. Si estás en paro, ¿por qué no estás gritando "presidente"? Si has tenido que emigrar, ¿por qué no te agarras a ellos?‏ Van a solucionarte la vida, dicen.

"Pues no sé, es que no me aclaro con sus propuestas", "No sé realmente lo que van a hacer y cómo van a llevar a cabo sus ideas", "Muchos puntos de su programa electoral me parecen vagos y vacíos de contenido, y otros, más allá de aquello en lo que todos estamos de acuerdo, directamente nos los comparto". Schh. Eso no lo digas muy alto. La espiral del silencio. Esa teoría de Noelle Neumann acerca de que la sociedad amenaza con el aislamiento a los individuos que expresan posiciones contrarias a las asumidas como mayoritarias, de tal forma que el comportamiento del público está influido por la percepción que se tiene del clima de opinión dominante. Puede que seas mal visto. Puede que seas aislado si comentas que el único objetivo de la convocatoria del domingo era dar un mitin y alabar a Iglesias, o si te niegas a galvanizar a un partido político o a rendir culto a su dirigente ¿Eres mala persona? ¿No eres demócrata? ¿Eres Marhuenda? ¿Hueles a naftalina? ¿Estás, entonces, con los chorizos del PP?

Ese silencio, ese no saber qué decir al ver ese entusiasmo desmesurado, es un poco lo que pasaba en alguna de las conferencias de Monedero en la Facultad de Políticas de la Complutense. Alguna vez sentí que, o me levantaba aplaudir fervientemente cada punto y cada coma del profesor, aunque no le viera consistencia alguna, o la gente de alrededor iba a pensar que era una facha. A veces sus palabras tenían consistencia. A veces no. Pero la mayoría le alababa, dijera lo que dijera. Y entre la multitud había dos o tres que aplaudíamos tímidamente, desde la silla, pero sin estar convencidos. Casi un poco por seguir la corriente, por seguir el espectáculo y el "a ver qué dice después". Como ahora. Sólo que antes llenaban un auditorio y ahora llenan estadios de gente que había perdido la esperanza y abarrotan Sol. El arte de la dialéctica es el mismo. Y la agresividad en la retórica se ha vuelto feroz.

Es meritorio arañar la entrañas de un país desesperado y aglutinar el descontento social. Han sabido hacerlo bien. Los demás no saben, precisamente porque el descontento lo han causado ellos. De acuerdo. Pero ojo, les pediría a sus dirigentes que no se enajenen todavía. Aún hay espacio para la crítica. Aún hay espacio para pasar del plano emocional a mostrar proyectos concretos. Aún no nos han salvado. Que no todo sea contigo o contra ti. Apuesto a que sigue habiendo más, dos o tres que no saben si profesarles el aplauso anticipado o esperar, desde el asiento, a ver qué dicen o qué hacen después.‏

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