Decir que para ser periodista hay que dominar el lenguaje es una obviedad. Una obviedad que, sin embargo, difícilmente te dan los cuatro años de carrera en la universidad, ni los cursos que puedas hacer sobre escritura, ni los libros de Anagrama que puedas leer. Porque el lenguaje que hay que dominar en periodismo no es sólo el escrito. A no ser que seas el tipo de periodista que se sienta frente al ordenador a ver las notas de prensa llegar, no vale sólo con saber redactar artículos. Hay que salir a la calle, hablar con la gente, y tener un punto de empatía lingüística con el interpelado al que entrevistas para saber elegir las palabras exactas, y que eso repercuta en lo que tú quieres conseguir.
Recientemente, en una entrevista a otro colega, Borja Ventura, hablábamos sobre la importancia de saber formular una pregunta para crear un atmósfera de confianza en el interrogatorio -a veces más exhaustivo de lo que uno desearía-, al que puede someter un periodista a su entrevistado. Él, en estas lindes, es un experto: ha trabajando profunda y profusamente sobre el conflicto vasco desde hace años, y ahora mismo prepara un libro de entrevistas sobre el tema: Guztiak. Si ya de por sí el asunto es difícil de abordar, él se enmarrona aún más y, como hizo en 2010 con En territorio Bildu, pretende entrevistar a todas las partes que han estado o se han visto implicadas en el conflicto de Euskadi. Y entenderse con ellas.
Ni paz ni conflicto
Y entenderse, con todos, resulta cuando menos complicado. Ante mi pregunta sobre la importancia del lenguaje en este conflicto en concreto, lo primero que me cuenta es que ni eso de "conflicto" está claro. Lo que para unos es una evidente problemática entre dos partes, otros aseguran que nunca ha habido tal problema, "sólo una parte que mata, y otra que muere". De hecho, en los periódicos a menudo se ha utilizado el término "el denominado" seguido de "conflicto vasco". Como para guardarse las espaldas.
Por ese mismo motivo, porque hacen falta dos partes, los mismos se niegan (o negaban) a utilizar el término "paz", a pesar de que es (o era) lo más deseado por parte de todos los lados afectados. "Para que haya paz ha tenido que haber guerra, y para eso hacen falta dos partes". Vaya, el típico "dos no se pelean si uno no quiere", que suele saldarse con uno más cabreado todavía ante la impotencia de sentirse completamente ignorado.
ETA o "movimiento vasco de liberación"
Y es que ni para ponerle nombre a la organización armada ha habido nunca consenso. Según el Gobierno al frente, la forma de dirigirse a ETA ha ido cambiando y mutando hasta el absurdo según el estado de las negociaciones. Cuando Aznar en aquella entrevista se dirigió a ETA como "movimiento de liberación vasco", muchos casi se caen del asiento. Y el mismo Partido Popular que dirigía entonces ve ahora etarras por todos sitios, desde la PAH a los indignados del 25-S, pasando por Podemos.
De la misma manera, para la que escribe -a quien los años del plomo le pillaron entre muñecas-, el término "terrorista" se refería única y exclusivamente, como un sinónimo, al de "etarra". Nunca se oía hablar en las noticias ni en la calle de terroristas que no fueran ETA, así que lo más lógico en la mente de un niño era pensar que se trataba de sinónimos perfectamente intercambiables. Quizá eso cambiase con el 11-M, cuando vimos que la amenaza a nuestra seguridad ciudadana también podía venir de fuera de la península.
Sin embargo, en la prensa extranjera el término "terrorista" siempre se ha evitado, y hasta la BBC tuvo que salir a explicar por qué siempre utilizaba el término "organización armada separatista" al referirse a ETA, justificando su línea editorial.
Víctimas para todos
Otro asunto, si no estrictamente del lenguaje pero sí de las diferencias entre unos y otros para contar la misma historia, es el número y la naturaleza de las víctimas. En el conflicto vasco, las cifras de muertos varían según a quién se le pregunte. Unos cuentan sólo las de ETA, más de 800 en los 51 años que estuvo en activo. Otros contabilizan como parte del conflicto también las de grupos ultras y paramilitares, como GAL, y las fuerzas policiales, alcanzando la cifra de 1.197. Dicen que la historia la escriben los que ganan. Con el tiempo habrá que preguntarse quién ganó en este capítulo de la historia, o si fuimos todos perdedores.
De Euskal Herria a las Vascongadas
Pero volviendo al lenguaje, si hay algo más susceptible de variaciones semánticas según el narrador es el término con el que referirse al territorio. De Euskal Herria, la forma euskera para referirse al País Vasco (o Euskadi), Navarra y el País Vasco francés, utilizada por los nacionalistas, a "las Vascongadas", el nombre oficial hasta el fin de la dictadura, caben muchos puntos de vista y opiniones. Borja me contaba que según qué término utilizara para referirse a esa parte del mapa, creaba una predisposición en el entrevistado a situarle a él como amigo o enemigo, así que optaba siempre por la opción más práctica: "arriba de Burgos".
¿Es un eufemismo? Sí, lo reconoce. Pero un periodista, en el oficio, no está para dejar patente su opinión (salvo en columnas de opinión como ésta), sino para informar. Y si la manera de hacerlo es ponerte en la piel del que te está contando el relato, aunque no compartas su postura en absoluto, adelante. Si el modo de acercarse a la utopía del objetivismo es que, como a Borja, en una misma visita a Euskadi le llamen "franquista" y "amigo de etarras", y así consigue que todos hablen, adelante. Si para poder contar las cosas desde fuera, hay que meterse dentro de un lado y del otro, hasta el fondo, adelante.
Recientemente, en una entrevista a otro colega, Borja Ventura, hablábamos sobre la importancia de saber formular una pregunta para crear un atmósfera de confianza en el interrogatorio -a veces más exhaustivo de lo que uno desearía-, al que puede someter un periodista a su entrevistado. Él, en estas lindes, es un experto: ha trabajando profunda y profusamente sobre el conflicto vasco desde hace años, y ahora mismo prepara un libro de entrevistas sobre el tema: Guztiak. Si ya de por sí el asunto es difícil de abordar, él se enmarrona aún más y, como hizo en 2010 con En territorio Bildu, pretende entrevistar a todas las partes que han estado o se han visto implicadas en el conflicto de Euskadi. Y entenderse con ellas.
Ni paz ni conflicto
Y entenderse, con todos, resulta cuando menos complicado. Ante mi pregunta sobre la importancia del lenguaje en este conflicto en concreto, lo primero que me cuenta es que ni eso de "conflicto" está claro. Lo que para unos es una evidente problemática entre dos partes, otros aseguran que nunca ha habido tal problema, "sólo una parte que mata, y otra que muere". De hecho, en los periódicos a menudo se ha utilizado el término "el denominado" seguido de "conflicto vasco". Como para guardarse las espaldas.
Por ese mismo motivo, porque hacen falta dos partes, los mismos se niegan (o negaban) a utilizar el término "paz", a pesar de que es (o era) lo más deseado por parte de todos los lados afectados. "Para que haya paz ha tenido que haber guerra, y para eso hacen falta dos partes". Vaya, el típico "dos no se pelean si uno no quiere", que suele saldarse con uno más cabreado todavía ante la impotencia de sentirse completamente ignorado.
ETA o "movimiento vasco de liberación"
Y es que ni para ponerle nombre a la organización armada ha habido nunca consenso. Según el Gobierno al frente, la forma de dirigirse a ETA ha ido cambiando y mutando hasta el absurdo según el estado de las negociaciones. Cuando Aznar en aquella entrevista se dirigió a ETA como "movimiento de liberación vasco", muchos casi se caen del asiento. Y el mismo Partido Popular que dirigía entonces ve ahora etarras por todos sitios, desde la PAH a los indignados del 25-S, pasando por Podemos.
De la misma manera, para la que escribe -a quien los años del plomo le pillaron entre muñecas-, el término "terrorista" se refería única y exclusivamente, como un sinónimo, al de "etarra". Nunca se oía hablar en las noticias ni en la calle de terroristas que no fueran ETA, así que lo más lógico en la mente de un niño era pensar que se trataba de sinónimos perfectamente intercambiables. Quizá eso cambiase con el 11-M, cuando vimos que la amenaza a nuestra seguridad ciudadana también podía venir de fuera de la península.
Sin embargo, en la prensa extranjera el término "terrorista" siempre se ha evitado, y hasta la BBC tuvo que salir a explicar por qué siempre utilizaba el término "organización armada separatista" al referirse a ETA, justificando su línea editorial.
Víctimas para todos
Otro asunto, si no estrictamente del lenguaje pero sí de las diferencias entre unos y otros para contar la misma historia, es el número y la naturaleza de las víctimas. En el conflicto vasco, las cifras de muertos varían según a quién se le pregunte. Unos cuentan sólo las de ETA, más de 800 en los 51 años que estuvo en activo. Otros contabilizan como parte del conflicto también las de grupos ultras y paramilitares, como GAL, y las fuerzas policiales, alcanzando la cifra de 1.197. Dicen que la historia la escriben los que ganan. Con el tiempo habrá que preguntarse quién ganó en este capítulo de la historia, o si fuimos todos perdedores.
De Euskal Herria a las Vascongadas
Pero volviendo al lenguaje, si hay algo más susceptible de variaciones semánticas según el narrador es el término con el que referirse al territorio. De Euskal Herria, la forma euskera para referirse al País Vasco (o Euskadi), Navarra y el País Vasco francés, utilizada por los nacionalistas, a "las Vascongadas", el nombre oficial hasta el fin de la dictadura, caben muchos puntos de vista y opiniones. Borja me contaba que según qué término utilizara para referirse a esa parte del mapa, creaba una predisposición en el entrevistado a situarle a él como amigo o enemigo, así que optaba siempre por la opción más práctica: "arriba de Burgos".
¿Es un eufemismo? Sí, lo reconoce. Pero un periodista, en el oficio, no está para dejar patente su opinión (salvo en columnas de opinión como ésta), sino para informar. Y si la manera de hacerlo es ponerte en la piel del que te está contando el relato, aunque no compartas su postura en absoluto, adelante. Si el modo de acercarse a la utopía del objetivismo es que, como a Borja, en una misma visita a Euskadi le llamen "franquista" y "amigo de etarras", y así consigue que todos hablen, adelante. Si para poder contar las cosas desde fuera, hay que meterse dentro de un lado y del otro, hasta el fondo, adelante.