Cuando se hizo público el anteproyecto de la Ley de Protección de la Vida del Concebido y los Derechos de la Embarazada, es decir la Ley del Aborto de Gallardon, me asusté. ¿Sería posible que se aprobara una ley que obliga a las mujeres a seguir con un embarazo de 1, 2 o 3 meses que no desean? Luego me cabreé. ¿Es que no se dan cuenta los defensores de la vida que no se pueden imponer sus creencias a los demás? ¿Vamos a permitir los españoles que se imponga a las mujeres el seguir con sus embarazos o irse al extranjero a abortar? Pero ahora sobre todo lo que siento es aburrimiento.
El otro día cometí el error de escuchar una tertulia donde unos cuantos periodistas de derechas (antes se llamaban de centro) defendían la futura ley, hablando sobre la barbaridad que supone matar a niños o abortar con 6 o 7 meses de gestación. Voy a dejar de lado que en su mayoría, los defensores públicos de prohibir el embarazo libre en las primeras 14 semanas son los mismos que critican la educación sexual en la escuela, niegan el matrimonio homosexual, avisan de lo peligroso de utilizar el condón para protegerse de infecciones como el VIH, o ven con buenos ojos que niños y niñas vayan a colegios segregados. Incluso voy a pasar por alto la incoherencia de presentar una ley que prohíbe abortar en el supuesto de malformaciones graves del feto si estas son compatibles con la vida y practicar recortes brutales en la Ley de Atención a las Personas en Situación de Dependencia. Y voy a dejar todo esto de lado porque voy a contestar la premisa fundamental de la que parte el anteriormente progre ministro Gallardon y su séquito autodenominado provida. El anteproyecto dice que "la vida del no nacido constituye un bien jurídico protegido por la Constitución", según ellos el aborto nunca puede ser un derecho, y nunca lo puede ser porque el feto (o como ellos lo suelen llamar, el niño) es un ser humano, una vida que es necesario defender y tiene los mismos derechos que los nacidos.
El problema de cuando empieza la vida humana no es una cuestión que tiene que contestar la biología o la medicina, es un problema filosófico y moral para el que no hay una respuesta única. Como muy bien explicaba el teólogo Enrique Miret "¿quién puede decir cuándo empieza la vida humana? El hecho de que el electroencefalograma no sea plano no quiere decir que esa mínima vida psíquica sea ya vida humana; porque esto también se detecta en un animal, y sobre todo en un primate". Y es que aunque el feto en el futuro pueda llegar a ser un niño, el feto no es un niño. Hasta la semana 22 el encefalograma no muestra una actividad cerebral en el feto (que además es aun intermitente). Hasta esa etapa la actividad de las células nerviosas es solo una actividad primitiva y aislada que en nada es parecida a la compleja actividad cerebral de los primates (incluidos los humanos) y sí con la de otras especies menos complejas.
Los defensores de prohibir el aborto hablan de cómo se puede oír el latido del corazón de un embrión (aunque lo llamen feto o niño) a las 4 o 5 semanas de gestación, cómo un feto con 8 semanas tiene ya las manos y los pies con dedos, o cómo en torno a la semana número 11 tiene sensibilidad a los estímulos, como la luz y el movimiento. Con datos como estos se demuestra según ellos que estamos hablando de una vida humana. Hoy no se duda (o casi nadie lo hace) que la muerte cerebral, entendida como el cese irreversible de la función del encéfalo como un todo, es la muerte, la no existencia del ser humano. Pues esa actividad cerebral y esa función del encéfalo no han llegado a existir hasta después de los cinco meses de gestación.
Quienes defienden que la vida comienza en el momento de la concepción defienden una proposición filosófica o religiosa (que por cierto olvida que el surgimiento de gemelos univitelinos puede darse hasta el día 12 después de la concepción), igual que los que defendemos que sin actividad cerebral no hay vida humana que proteger o los que se apoyan en que ningún feto ha sobrevivido fuera del vientre materno antes de las 22 semanas de gestación y por lo tanto no es una vida humana única e independiente.
Y esto es lo que me lleva a sentir miedo, cabreo y aburrimiento. Observar cómo un grupo de personas quiere imponer su ideología, su moral o su religión a todas las mujeres, llamando asesinas a todas las mujeres que deciden abortar, a todas las personas que les ayuden o incluso a todas las que les defiendan. Y lo hacen sin ver más allá de sus posturas, sin contemplar otras posiciones, otros pensamientos. Lo hacen sin demostrar la más mínima inteligencia de quien comprende y respeta otras posturas diferentes a las suyas. Y lo hacen pisoteando los derechos de las mujeres a decidir sobre su cuerpo y sobre su vida, pisoteando los derechos y las vidas de toda la sociedad que no piensa como ellos.
El otro día cometí el error de escuchar una tertulia donde unos cuantos periodistas de derechas (antes se llamaban de centro) defendían la futura ley, hablando sobre la barbaridad que supone matar a niños o abortar con 6 o 7 meses de gestación. Voy a dejar de lado que en su mayoría, los defensores públicos de prohibir el embarazo libre en las primeras 14 semanas son los mismos que critican la educación sexual en la escuela, niegan el matrimonio homosexual, avisan de lo peligroso de utilizar el condón para protegerse de infecciones como el VIH, o ven con buenos ojos que niños y niñas vayan a colegios segregados. Incluso voy a pasar por alto la incoherencia de presentar una ley que prohíbe abortar en el supuesto de malformaciones graves del feto si estas son compatibles con la vida y practicar recortes brutales en la Ley de Atención a las Personas en Situación de Dependencia. Y voy a dejar todo esto de lado porque voy a contestar la premisa fundamental de la que parte el anteriormente progre ministro Gallardon y su séquito autodenominado provida. El anteproyecto dice que "la vida del no nacido constituye un bien jurídico protegido por la Constitución", según ellos el aborto nunca puede ser un derecho, y nunca lo puede ser porque el feto (o como ellos lo suelen llamar, el niño) es un ser humano, una vida que es necesario defender y tiene los mismos derechos que los nacidos.
El problema de cuando empieza la vida humana no es una cuestión que tiene que contestar la biología o la medicina, es un problema filosófico y moral para el que no hay una respuesta única. Como muy bien explicaba el teólogo Enrique Miret "¿quién puede decir cuándo empieza la vida humana? El hecho de que el electroencefalograma no sea plano no quiere decir que esa mínima vida psíquica sea ya vida humana; porque esto también se detecta en un animal, y sobre todo en un primate". Y es que aunque el feto en el futuro pueda llegar a ser un niño, el feto no es un niño. Hasta la semana 22 el encefalograma no muestra una actividad cerebral en el feto (que además es aun intermitente). Hasta esa etapa la actividad de las células nerviosas es solo una actividad primitiva y aislada que en nada es parecida a la compleja actividad cerebral de los primates (incluidos los humanos) y sí con la de otras especies menos complejas.
Los defensores de prohibir el aborto hablan de cómo se puede oír el latido del corazón de un embrión (aunque lo llamen feto o niño) a las 4 o 5 semanas de gestación, cómo un feto con 8 semanas tiene ya las manos y los pies con dedos, o cómo en torno a la semana número 11 tiene sensibilidad a los estímulos, como la luz y el movimiento. Con datos como estos se demuestra según ellos que estamos hablando de una vida humana. Hoy no se duda (o casi nadie lo hace) que la muerte cerebral, entendida como el cese irreversible de la función del encéfalo como un todo, es la muerte, la no existencia del ser humano. Pues esa actividad cerebral y esa función del encéfalo no han llegado a existir hasta después de los cinco meses de gestación.
Quienes defienden que la vida comienza en el momento de la concepción defienden una proposición filosófica o religiosa (que por cierto olvida que el surgimiento de gemelos univitelinos puede darse hasta el día 12 después de la concepción), igual que los que defendemos que sin actividad cerebral no hay vida humana que proteger o los que se apoyan en que ningún feto ha sobrevivido fuera del vientre materno antes de las 22 semanas de gestación y por lo tanto no es una vida humana única e independiente.
Y esto es lo que me lleva a sentir miedo, cabreo y aburrimiento. Observar cómo un grupo de personas quiere imponer su ideología, su moral o su religión a todas las mujeres, llamando asesinas a todas las mujeres que deciden abortar, a todas las personas que les ayuden o incluso a todas las que les defiendan. Y lo hacen sin ver más allá de sus posturas, sin contemplar otras posiciones, otros pensamientos. Lo hacen sin demostrar la más mínima inteligencia de quien comprende y respeta otras posturas diferentes a las suyas. Y lo hacen pisoteando los derechos de las mujeres a decidir sobre su cuerpo y sobre su vida, pisoteando los derechos y las vidas de toda la sociedad que no piensa como ellos.