Lo de ganar elecciones no iba con ellos. El PSM había dejado de competir por recuperar Madrid hacía lustros. Era una máquina de sumar derrotas, una fábrica de candidatos fallidos con un problema serio de credibilidad, en la que sus dirigentes se sentían relativamente cómodos mientras mantuvieran un escaño, un sueldo del partido o cierta presencia institucional. Por la federación más convulsa del socialismo no pasaba nadie con talento y al que lo tenía y asomaba la cabeza le echaban para que sus cuadros pudieran sestear cómodamente en el sillón de una oposición relativamente rentable. ¿Había motivos, pues, para intervenir Madrid? Todos. Nadie cuestiona que la vieja FSM de la más decrépita aún "mesa camilla" precisaba de una voladura controlada.
El problema de la dirección federal, por tanto, no ha sido esta semana dinamitar el PSM, sino su manifiesta incompetencia para poner la suficiente carga de Goma-2 como para demoler por completo el edificio, y además no reparar en las consecuencias de la operación a mes y medio de las elecciones andaluzas y a cien días de las autonómicas.
¿Recuerdan? Unidad y cambio fue el lema de la campaña del actual secretario general en el infausto congreso de julio. Pues ni lo uno ni lo otro. El partido está hoy más desunido que nunca; el cambio prometido ha dejado al socialismo por debajo del 20 por ciento en intención de voto y a punto de ser tercera fuerza política. Así que el PSOE de Pedro Sánchez (como así lo bautizaron sus colaboradores creyéndose poseedores de la cédula de propiedad de un partido centenario) hace aguas.
Lo peor de la operación no ha sido que tras los argumentos político-electorales se escondieran motivos orgánicos (los de aniquilar una federación más "susanista" que "sanchista" antes de las primarias que elegirán al candidato a La Moncloa en julio), sino que los "aprendices de brujo" que han diseñado la hoja de ruta no tuvieran escrita de antemano la solución a Tomás Gómez y que, además, trataran de revestir ésta con una especie de consulta no vinculante a la militancia para darle una pátina de democracia interna. Eso por no hablar de la guerra mediática entre diferentes grupos empeñados en trazar los caminos por los que ha de transitar el futuro del socialismo, ni en el zarandeo al que se ha sometido el nombre de uno de los pocos ministros de Zapatero que conserva intacto su prestigio, el de Ángel Gabilondo.
La dirección federal dinamitó el PSM, pero no utilizó la mejor fórmula y además nunca tuvo atada la solución Gabilondo, un catedrático de Metafísica no afiliado al PSOE y poco amigo de las intrigas, las luchas intestinas y las convulsiones orgánicas. De ahí que los enemigos de Pedro Sánchez, con Gómez a la cabeza, hayan tratado de meter ruido para que el ex ministro de Educación no acepte subirse al cartel electoral de una federación abierta en canal y controlada por una gestora dirigida, entre otros, por dos ex secretarios generales del PSM, Rafael Simancas y Jaime Lissavetzky, ambos completamente calcinados.
Quienes pensaron que el ex secretario general del PSM se batía en retirada al anunciar que no sería un problema para el PSOE se equivocaron: 24 horas después impulsaba a su amigo Antonio Miguel Carmona como próximo secretario general y además pedía primarias para elegir a su sucesor en la carrera por la Presidencia de la Comunidad. Primero apareció el nombre de Pedro Zerolo y después el de Amparo Valcárce, ambos de su círculo de confianza. Esto además de que el laminado Gómez amenaza con no moverse del sillón de la Ejecutiva Federal en el que le colocó el propio Sánchez, y mucho menos de la presidencia del Comité de garantías electorales que debe velar por el proceso de primarias de julio. ¡Todo muy edificante, incluida la escena de la cerradura cambiada!
Mientras Gómez trata de pertrecharse, el campeón de las primarias, de la democracia interna y la regeneración -o sea Sánchez- ha decidido que no hay tiempo para más consulta que una pantomima en las agrupaciones. Su deseo es que sea Gabilondo, pero si éste finalmente no acepta, quedará tocado, más aún de lo que ya lo estaba tras la ruptura con sus principales valedores: Susana Díaz, José Luis Rodríguez Zapatero, José Bono, Pepe Blanco, Carme Chacón...
Lo dicho: la voladura ha sido incontrolada. Y el problema es que cuando no se pone suficiente dinamita, el edificio queda a medio destruir y el riesgo de que las ruinas caigan sobre el artífice de la explosión está asegurado. Así que, como dijo el astronauta Jack Swigert durante el accidentado viaje del Apolo 13, tras observar una luz de advertencia a la que acompañó un estallido: "Houston, we have a problem". Para este caso: "Pedro, tienes un problema".
Lo creen en Madrid, en Extremadura, en Castilla-La Mancha, en Galicia y en cuantos territorios se pregunte por el "golpe" asestado desde Ferraz al PSM. Y no sólo por el golpe, el momento elegido o el "modus operandi", sino porque Andalucía responderá con toda su artillería una vez pasadas las elecciones de mayo y porque ahora más que nunca el resultado de las municipales y autonómicas le será imputado en exclusiva a un secretario general que nunca se ganó el respeto de los cuadros dirigentes y que, con la voladura de Madrid, quizá pierda también el de los militantes.
Decía esta semana una de las mentes más lúcidas del socialismo español que Pedro Sánchez se ha metido en un pantano y que lo que le espera lo hemos visto antes en muchas películas: si se queda quieto, se hundirá poco a poco; si se mueve y manotea para salir (que es lo que ha decidido hacer en las últimas semanas), se hundirá más deprisa. No parece que haya nadie dispuesto a echarle una mano para sacarle de las arenas movedizas que están a punto de sepultarle. O sí. A saber. Desde luego, sus aliados ya no son los mismos que le ayudaron a ganar el congreso federal. Todos le han abandonado.
Unos le repudian por falta de fondo y talla política; otros porque sus vaivenes y su frivolidad han hecho del PSOE el hazmerreír de la política nacional, y casi todos porque nunca vieron en él a un candidato a la Presidencia del Gobierno, tan sólo a un interino fácil de manejar cual marioneta a la espera de que llegara el momento adecuado para que Susana Díaz saltara la arena nacional y salvara al PSOE del desastre que le pronostican las encuestas.
De ahí que Sánchez esté dando, a juicio de muchos, las últimas brazadas del ahogado y que, consciente de su debilidad política y orgánica, haya decidido primero dar un golpe de autoridad con la disolución del PSM y luego buscar refugio entre aquellos del "Viejo Testamento" de los que siempre se jactó estar alejado.
Hace semanas, tras hacerse pública su ruptura con Susana Díaz, y ya con el agua al cuello, creó un comité de sabios para que le asesoraran y -cuentan- para buscar en ellos el fondo que a él le falta. A la primera cita, que tuvo lugar antes de la firma del pacto antiyihadista, acudieron Javier Solana, José María Maravall, Carlos Solchaga, Txiqui Benegas y José Felix Tezanos, entre otros. Se habló allí de Grecia, de Europa, de pactos de Estado, de economía, de sociología, de Podemos y de liderazgos. Se trata de un grupo ya constituido, y al que se ha pedido también a Juan Carlos Ibarra que se incorpore, para asesorar al bisoño secretario general en diferentes áreas.
Al margen de este sanedrín, Alfredo Pérez Rubalcaba ha sido llamado para que colabore en la redacción del discurso de Sánchez para el Debate de la Nación que tendrá lugar la última semana de febrero. De ahí que muchos de sus enemigos políticos y mediáticos hayan visto tras el golpe al PSM la mano negra del anterior secretario general en una especie de ajuste de cuentas con uno de sus más recalcitrantes adversarios. Él niega la mayor y apela a la cultura de partido para justificar su colaboración con Sánchez, pese al maltrato que éste le propinó desde el primer minuto en que puso un pie en Ferraz y la deshonra pública de todo su equipo, incluidos Elena Valenciano, Óscar López o Soraya Rodríguez, entre otros. El caso es que su disposición le ha distanciado hoy de la que fuera su número dos y candidata a las elecciones europeas. Ella sigue al lado de Eduardo Madina, lejos de las guerras internas y viendo desde la barrera como el socialismo se destroza , camina hacia la autodestrucción y ofrece el mayor y más deplorable espectáculo de todos los tiempos.
El problema de la dirección federal, por tanto, no ha sido esta semana dinamitar el PSM, sino su manifiesta incompetencia para poner la suficiente carga de Goma-2 como para demoler por completo el edificio, y además no reparar en las consecuencias de la operación a mes y medio de las elecciones andaluzas y a cien días de las autonómicas.
¿Recuerdan? Unidad y cambio fue el lema de la campaña del actual secretario general en el infausto congreso de julio. Pues ni lo uno ni lo otro. El partido está hoy más desunido que nunca; el cambio prometido ha dejado al socialismo por debajo del 20 por ciento en intención de voto y a punto de ser tercera fuerza política. Así que el PSOE de Pedro Sánchez (como así lo bautizaron sus colaboradores creyéndose poseedores de la cédula de propiedad de un partido centenario) hace aguas.
Lo peor de la operación no ha sido que tras los argumentos político-electorales se escondieran motivos orgánicos (los de aniquilar una federación más "susanista" que "sanchista" antes de las primarias que elegirán al candidato a La Moncloa en julio), sino que los "aprendices de brujo" que han diseñado la hoja de ruta no tuvieran escrita de antemano la solución a Tomás Gómez y que, además, trataran de revestir ésta con una especie de consulta no vinculante a la militancia para darle una pátina de democracia interna. Eso por no hablar de la guerra mediática entre diferentes grupos empeñados en trazar los caminos por los que ha de transitar el futuro del socialismo, ni en el zarandeo al que se ha sometido el nombre de uno de los pocos ministros de Zapatero que conserva intacto su prestigio, el de Ángel Gabilondo.
La dirección federal dinamitó el PSM, pero no utilizó la mejor fórmula y además nunca tuvo atada la solución Gabilondo, un catedrático de Metafísica no afiliado al PSOE y poco amigo de las intrigas, las luchas intestinas y las convulsiones orgánicas. De ahí que los enemigos de Pedro Sánchez, con Gómez a la cabeza, hayan tratado de meter ruido para que el ex ministro de Educación no acepte subirse al cartel electoral de una federación abierta en canal y controlada por una gestora dirigida, entre otros, por dos ex secretarios generales del PSM, Rafael Simancas y Jaime Lissavetzky, ambos completamente calcinados.
Quienes pensaron que el ex secretario general del PSM se batía en retirada al anunciar que no sería un problema para el PSOE se equivocaron: 24 horas después impulsaba a su amigo Antonio Miguel Carmona como próximo secretario general y además pedía primarias para elegir a su sucesor en la carrera por la Presidencia de la Comunidad. Primero apareció el nombre de Pedro Zerolo y después el de Amparo Valcárce, ambos de su círculo de confianza. Esto además de que el laminado Gómez amenaza con no moverse del sillón de la Ejecutiva Federal en el que le colocó el propio Sánchez, y mucho menos de la presidencia del Comité de garantías electorales que debe velar por el proceso de primarias de julio. ¡Todo muy edificante, incluida la escena de la cerradura cambiada!
Mientras Gómez trata de pertrecharse, el campeón de las primarias, de la democracia interna y la regeneración -o sea Sánchez- ha decidido que no hay tiempo para más consulta que una pantomima en las agrupaciones. Su deseo es que sea Gabilondo, pero si éste finalmente no acepta, quedará tocado, más aún de lo que ya lo estaba tras la ruptura con sus principales valedores: Susana Díaz, José Luis Rodríguez Zapatero, José Bono, Pepe Blanco, Carme Chacón...
Lo dicho: la voladura ha sido incontrolada. Y el problema es que cuando no se pone suficiente dinamita, el edificio queda a medio destruir y el riesgo de que las ruinas caigan sobre el artífice de la explosión está asegurado. Así que, como dijo el astronauta Jack Swigert durante el accidentado viaje del Apolo 13, tras observar una luz de advertencia a la que acompañó un estallido: "Houston, we have a problem". Para este caso: "Pedro, tienes un problema".
Lo creen en Madrid, en Extremadura, en Castilla-La Mancha, en Galicia y en cuantos territorios se pregunte por el "golpe" asestado desde Ferraz al PSM. Y no sólo por el golpe, el momento elegido o el "modus operandi", sino porque Andalucía responderá con toda su artillería una vez pasadas las elecciones de mayo y porque ahora más que nunca el resultado de las municipales y autonómicas le será imputado en exclusiva a un secretario general que nunca se ganó el respeto de los cuadros dirigentes y que, con la voladura de Madrid, quizá pierda también el de los militantes.
Decía esta semana una de las mentes más lúcidas del socialismo español que Pedro Sánchez se ha metido en un pantano y que lo que le espera lo hemos visto antes en muchas películas: si se queda quieto, se hundirá poco a poco; si se mueve y manotea para salir (que es lo que ha decidido hacer en las últimas semanas), se hundirá más deprisa. No parece que haya nadie dispuesto a echarle una mano para sacarle de las arenas movedizas que están a punto de sepultarle. O sí. A saber. Desde luego, sus aliados ya no son los mismos que le ayudaron a ganar el congreso federal. Todos le han abandonado.
Unos le repudian por falta de fondo y talla política; otros porque sus vaivenes y su frivolidad han hecho del PSOE el hazmerreír de la política nacional, y casi todos porque nunca vieron en él a un candidato a la Presidencia del Gobierno, tan sólo a un interino fácil de manejar cual marioneta a la espera de que llegara el momento adecuado para que Susana Díaz saltara la arena nacional y salvara al PSOE del desastre que le pronostican las encuestas.
De ahí que Sánchez esté dando, a juicio de muchos, las últimas brazadas del ahogado y que, consciente de su debilidad política y orgánica, haya decidido primero dar un golpe de autoridad con la disolución del PSM y luego buscar refugio entre aquellos del "Viejo Testamento" de los que siempre se jactó estar alejado.
Hace semanas, tras hacerse pública su ruptura con Susana Díaz, y ya con el agua al cuello, creó un comité de sabios para que le asesoraran y -cuentan- para buscar en ellos el fondo que a él le falta. A la primera cita, que tuvo lugar antes de la firma del pacto antiyihadista, acudieron Javier Solana, José María Maravall, Carlos Solchaga, Txiqui Benegas y José Felix Tezanos, entre otros. Se habló allí de Grecia, de Europa, de pactos de Estado, de economía, de sociología, de Podemos y de liderazgos. Se trata de un grupo ya constituido, y al que se ha pedido también a Juan Carlos Ibarra que se incorpore, para asesorar al bisoño secretario general en diferentes áreas.
Al margen de este sanedrín, Alfredo Pérez Rubalcaba ha sido llamado para que colabore en la redacción del discurso de Sánchez para el Debate de la Nación que tendrá lugar la última semana de febrero. De ahí que muchos de sus enemigos políticos y mediáticos hayan visto tras el golpe al PSM la mano negra del anterior secretario general en una especie de ajuste de cuentas con uno de sus más recalcitrantes adversarios. Él niega la mayor y apela a la cultura de partido para justificar su colaboración con Sánchez, pese al maltrato que éste le propinó desde el primer minuto en que puso un pie en Ferraz y la deshonra pública de todo su equipo, incluidos Elena Valenciano, Óscar López o Soraya Rodríguez, entre otros. El caso es que su disposición le ha distanciado hoy de la que fuera su número dos y candidata a las elecciones europeas. Ella sigue al lado de Eduardo Madina, lejos de las guerras internas y viendo desde la barrera como el socialismo se destroza , camina hacia la autodestrucción y ofrece el mayor y más deplorable espectáculo de todos los tiempos.