Dijo Rexach aquello de que "Messi comió más pizzas de las que debía" y el barcelonismo enmudeció. No hay nada que atemorice más al aficionado culé que la irritación de su argentino favorito y, después de la publicación de las palabras de Charly, nadie puede adivinar cómo se digerirán en casa del diez.
Carles Rexach fue invitado a una cena-coloquio el pasado septiembre y no fue consciente del peso de sus palabras. A pesar de llevar media vida ligado a una entidad como el Barcelona, las formas nunca fueron lo suyo. Al noi de Pedralbes le va el fútbol. El de verdad. El que se juega sin corbata ni corsé oficial. Y en el amparo de la intimidad de una tertulia futbolística, se olvidó no sólo de quien era, sino de a quien representaba.
La realidad es que el actual miembro del comité deportivo del Barcelona no dijo nada que no hubiera pasado por la cabeza de cualquier aficionado al fútbol: Messi se fue durante un año, Deulofeu se gusta demasiado y Sergi Roberto no acaba de confirmar lo que se esperaba. Es más, explicó con algo más de profundidad las circunstancias que alejaron a Guardiola de Vilanova, o su conflicto con Cruyff. El problema es que actualmente la franqueza es un valor a la baja para cualquier oficial del mundo del fútbol. Las verdades, cuanto más medias, mejor.
Consciente de su particular facilidad de palabra, Carles Rexach se ha pasado media vida contando historias, batallitas y anécdotas de su vida. De su fútbol. Y precisamente ha sido el tiempo quien ha delatado la anacronía del propio Charly en el fútbol actual. El catalán sigue viviendo el juego como una pasión de sobremesa mientras el balón se sigue hinchando a base de negocios, dinero, jeques y pelotazos. Los matices del exentrenador parecen no tener ya cabida en un deporte de blancos o negros.
Rexach pecó tanto de imprudente como de llanero solitario. Su cargo conlleva una responsabilidad que no puede obviarse y hay ropa sucia que debe lavarse solamente en casa. Pero no deja de ser menos cierto que el fútbol nacional habita en una burbuja tan sensible y lejana que, cuando alguien se sale de las respuestas y opiniones de encefalograma plano, el corazón del circo balompédico se muestra demasiado delicado y quebradizo.
Charly no debía de ser el mensajero de este mensaje, es evidente. E incluso que sus palabras le costaran su puesto no parecería descabellado. Pero no hay que olvidar que su contenido es de una coherencia indiscutible. Si alguien no hizo bien su trabajo en su día para que el Barça se quedara sin títulos el año pasado, no fue él.
Carles Rexach fue invitado a una cena-coloquio el pasado septiembre y no fue consciente del peso de sus palabras. A pesar de llevar media vida ligado a una entidad como el Barcelona, las formas nunca fueron lo suyo. Al noi de Pedralbes le va el fútbol. El de verdad. El que se juega sin corbata ni corsé oficial. Y en el amparo de la intimidad de una tertulia futbolística, se olvidó no sólo de quien era, sino de a quien representaba.
La realidad es que el actual miembro del comité deportivo del Barcelona no dijo nada que no hubiera pasado por la cabeza de cualquier aficionado al fútbol: Messi se fue durante un año, Deulofeu se gusta demasiado y Sergi Roberto no acaba de confirmar lo que se esperaba. Es más, explicó con algo más de profundidad las circunstancias que alejaron a Guardiola de Vilanova, o su conflicto con Cruyff. El problema es que actualmente la franqueza es un valor a la baja para cualquier oficial del mundo del fútbol. Las verdades, cuanto más medias, mejor.
Consciente de su particular facilidad de palabra, Carles Rexach se ha pasado media vida contando historias, batallitas y anécdotas de su vida. De su fútbol. Y precisamente ha sido el tiempo quien ha delatado la anacronía del propio Charly en el fútbol actual. El catalán sigue viviendo el juego como una pasión de sobremesa mientras el balón se sigue hinchando a base de negocios, dinero, jeques y pelotazos. Los matices del exentrenador parecen no tener ya cabida en un deporte de blancos o negros.
Rexach pecó tanto de imprudente como de llanero solitario. Su cargo conlleva una responsabilidad que no puede obviarse y hay ropa sucia que debe lavarse solamente en casa. Pero no deja de ser menos cierto que el fútbol nacional habita en una burbuja tan sensible y lejana que, cuando alguien se sale de las respuestas y opiniones de encefalograma plano, el corazón del circo balompédico se muestra demasiado delicado y quebradizo.
Charly no debía de ser el mensajero de este mensaje, es evidente. E incluso que sus palabras le costaran su puesto no parecería descabellado. Pero no hay que olvidar que su contenido es de una coherencia indiscutible. Si alguien no hizo bien su trabajo en su día para que el Barça se quedara sin títulos el año pasado, no fue él.