El destino suele ser cruel con la mujer de la India rural. El matrimonio pactado es, en muchos casos, el principio de su fin. Ese casamiento supone para su familia el desembolso de una dote para la que han estado ahorrando durante toda la vida. Nuestro hospital de Bathalapalli, en Anantapur, atiende una media de 35 casos mensuales de suicidios de hombres y mujeres, todos, sin apenas excepción, provocados por la pobreza.
Según la OMS, el 75% de los suicidios tiene lugar en los países en desarrollo. Y en la frialdad de estas cifras nos encontramos, de nuevo, con los rostros de las mujeres. El suicidio es la principal causa de muerte en las mujeres de menos de 50 años. El Código Penal indio recoge la muerte por dote en una ley que culpa directamente al marido y/o su familia si el fallecimiento de la mujer se produce antes de los siete primeros años de matrimonio. Esta lacónica respuesta de las instituciones demuestra su soledad e impotencia. Las presionan para seguir reclamando más dinero a sus familias. Se encuentran solas, en un callejón sin salida: maltratadas en sus casas y sin la posibilidad de volver a su propia familia, que ya ha perdido su patrimonio. Muchas mujeres no soportan semejante presión y acaban recurriendo a pesticidas, tintes o matarratas para provocar su propia muerte. A veces, la única posibilidad de escapar a la violencia que engendra la pobreza es huir hacia la muerte.
Poco a poco se dan pasos hacia adelante: la mujer está consiguiendo poder y autosuficiencia gracias a proyectos como "De mujer a Mujer", con la colaboración de socias españolas que promueven la emprendimiento de las mujeres indias. El programa ha beneficiado en la actualidad a 26.641 mujeres y sus familias de Anantapur y Kurnool. Esto es un enorme paso adelante, porque sólo su empoderamiento e independencia económica podrá liberarlas de cadenas maquilladas con eufemismos como "tradición", esas costumbres inmovilistas y muy cómodas para sociedades patriarcales que las desprecian, las invisibilizan y bloquean su progreso.
Según la OMS, el 75% de los suicidios tiene lugar en los países en desarrollo. Y en la frialdad de estas cifras nos encontramos, de nuevo, con los rostros de las mujeres. El suicidio es la principal causa de muerte en las mujeres de menos de 50 años. El Código Penal indio recoge la muerte por dote en una ley que culpa directamente al marido y/o su familia si el fallecimiento de la mujer se produce antes de los siete primeros años de matrimonio. Esta lacónica respuesta de las instituciones demuestra su soledad e impotencia. Las presionan para seguir reclamando más dinero a sus familias. Se encuentran solas, en un callejón sin salida: maltratadas en sus casas y sin la posibilidad de volver a su propia familia, que ya ha perdido su patrimonio. Muchas mujeres no soportan semejante presión y acaban recurriendo a pesticidas, tintes o matarratas para provocar su propia muerte. A veces, la única posibilidad de escapar a la violencia que engendra la pobreza es huir hacia la muerte.
Poco a poco se dan pasos hacia adelante: la mujer está consiguiendo poder y autosuficiencia gracias a proyectos como "De mujer a Mujer", con la colaboración de socias españolas que promueven la emprendimiento de las mujeres indias. El programa ha beneficiado en la actualidad a 26.641 mujeres y sus familias de Anantapur y Kurnool. Esto es un enorme paso adelante, porque sólo su empoderamiento e independencia económica podrá liberarlas de cadenas maquilladas con eufemismos como "tradición", esas costumbres inmovilistas y muy cómodas para sociedades patriarcales que las desprecian, las invisibilizan y bloquean su progreso.