Jean-Claude Juncker fue elegido presidente de la Comisión Europea por mayoría absoluta en el Parlamento europeo con la promesa de que conseguiría poner las finanzas públicas de los Estados Miembros en consonancia con los objetivos de déficit de la UE y salvar la brecha de inversión europea. Le votamos y ahora esperamos resultados.
En el corazón de su gran diseño se encuentra un fondo toscamente denominado Fondo Europeo para Inversiones Estratégicas, pero coloquialmente conocido como Plan Juncker. La idea es encomiable: atraer a inversores privados a través de un fondo de garantía para un gran crecimiento en escala que genere proyectos y, a cambio, la promesa de que las contribuciones monetarias que los Estados Miembros hagan a este fondo no sean incluidas en el cálculo del déficit nacional. El presupuesto de la UE es el principal respaldo financiero, y el Banco Europeo de inversiones, su brazo operativo.
Como legisladores, debemos ponernos en el lugar de un inversor privado y preguntarnos: teniendo en cuenta la situación Europea, ¿aceptaría proyectos que estuvieran garantizados por este fondo? La respuesta no es obvia.
Para empezar, el clima en el que este fondo opera es inestable. El Mercado Único de la UE sigue severamente fragmentado: 28 reguladores diferentes, 28 marcos regulatorios que cambian continuamente, 28 sistemas fiscales que compiten agresivamente. Asegurar un marco reglamentario igualitario y que no haya discriminación a la hora de acceder al Mercado son características esenciales de la competencia leal. Es más, desviar dos programas exitosos de la UE al fondo como capital inicial podría crear incluso más incertidumbres. Horizon2020 -el programa de innovación e investigación de la UE- consiste, principalmente, en becas para investigadores y estudiantes. Un cambio que convirtiera subvenciones directas en garantías simples podría desalentar a los operadores.
En segundo lugar, la garantía no es sencilla. El presupuesto de la UE sigue siendo insignificante (1% del PIB de Europa), se tambalea (25.000 millones de facturas pendientes de pago en 2014), y es anormal: como la UE no tiene autonomía financiera, el Parlamento europeo es el único parlamento que no tiene ni voz ni voto en lo que a ingresos se refiere, y es engorroso -las negociaciones anuales del presupuesto terminan siempre a altas horas de la noche y el nuevo proceidimiento presupuestario creado por el Tratado de Lisboa fracasa año tras año.
En tercer lugar, las señales políticas son ambiguas. Los Estados miembros han alineado una serie de proyectos nacionales sin ningún valor europeo añadido y, de momento, no han indicado su voluntad de contribuir de manera directa al fondo. Lamentablemente, la Comisión mostró la semana pasada con Francia que no estaba preparada para una lucha sobre la regla del 3% del déficit, eliminando un incentivo crucial para algunos Estados miembros a la hora de contribuir al fondo.
Le deseamos a la Comisión Juncker todo lo major. El primer presidente de la Comisión elegido bajo el nuevo régimen de Lisboa -conocido como el proceso Spitzenkandidat- es mucho más político que su precedesor y, en fin, tiene un plan. Los Estados Miembros tienen ahora que trabajar juntos y renovar su compromiso con el proceso de integración europea.
En la práctica, eso significa que la Comision necesita ayuda para terminar de manera eficaz con las barreras nacionales y conseguir un Mercado Único en sectores claves de cara al futuro, como el sistema de transporte interconectado , el de la energía, el digital y el de las telecomunicaciones.
Para los Estados Miembros que insisten en el sistema de inversión, significa que tienen que poner su dinero donde se necesita y proveer al fondo con el apoyo financiero que éste necesita. También quiere decir que estos mismos Estados Miembros tienen que cumplir las reformas estructurales necesarias para que sus compañías sean competitivas, puesto que las inversiones solo fluirán allí donde las perspectivas de rentabilidad sean tangibles. La reindustrialización que Europa necesita depende de ello. También supone que otros Estados Miembros tienen que aprovechar la oportunidad y emplear sus márgenes fiscales sabiamente. Significa que todos los Estados Miembros tienen que dotar a Europa de autonomía financiera y permitir que tenga recursos presupuestarios propios, aliviando así la presión existente en los presupuestos nacionales y dando a la Comisión medios para actuar.
La confianza es el elemento final y crucial. Lo que los inversores necesitan, por encima de todo, es estabilidad y coherencia. Para que Europa tenga éxito en una economía globalizada, tiene que conciliar política y economía. Se deben las dudas sobre el futuro de la Eurozona, y se necesita un compromiso pleno con el Mercado Único. Más remiendos no lo conseguirán. Los Estados Miembros tienen que reaccionar.
Este artículo ha sido escrito conjuntamente con Jean Arthuis, presidente de la Comisión de Presupuestos en el Parlamento Europeo y Dominique Riquet, presidente del Intergrupo de Inversiones a largo plazo y ponente en la Comisión de Transportes para la propuesta del fondo de inversiones Juncker
En el corazón de su gran diseño se encuentra un fondo toscamente denominado Fondo Europeo para Inversiones Estratégicas, pero coloquialmente conocido como Plan Juncker. La idea es encomiable: atraer a inversores privados a través de un fondo de garantía para un gran crecimiento en escala que genere proyectos y, a cambio, la promesa de que las contribuciones monetarias que los Estados Miembros hagan a este fondo no sean incluidas en el cálculo del déficit nacional. El presupuesto de la UE es el principal respaldo financiero, y el Banco Europeo de inversiones, su brazo operativo.
Como legisladores, debemos ponernos en el lugar de un inversor privado y preguntarnos: teniendo en cuenta la situación Europea, ¿aceptaría proyectos que estuvieran garantizados por este fondo? La respuesta no es obvia.
Para empezar, el clima en el que este fondo opera es inestable. El Mercado Único de la UE sigue severamente fragmentado: 28 reguladores diferentes, 28 marcos regulatorios que cambian continuamente, 28 sistemas fiscales que compiten agresivamente. Asegurar un marco reglamentario igualitario y que no haya discriminación a la hora de acceder al Mercado son características esenciales de la competencia leal. Es más, desviar dos programas exitosos de la UE al fondo como capital inicial podría crear incluso más incertidumbres. Horizon2020 -el programa de innovación e investigación de la UE- consiste, principalmente, en becas para investigadores y estudiantes. Un cambio que convirtiera subvenciones directas en garantías simples podría desalentar a los operadores.
En segundo lugar, la garantía no es sencilla. El presupuesto de la UE sigue siendo insignificante (1% del PIB de Europa), se tambalea (25.000 millones de facturas pendientes de pago en 2014), y es anormal: como la UE no tiene autonomía financiera, el Parlamento europeo es el único parlamento que no tiene ni voz ni voto en lo que a ingresos se refiere, y es engorroso -las negociaciones anuales del presupuesto terminan siempre a altas horas de la noche y el nuevo proceidimiento presupuestario creado por el Tratado de Lisboa fracasa año tras año.
En tercer lugar, las señales políticas son ambiguas. Los Estados miembros han alineado una serie de proyectos nacionales sin ningún valor europeo añadido y, de momento, no han indicado su voluntad de contribuir de manera directa al fondo. Lamentablemente, la Comisión mostró la semana pasada con Francia que no estaba preparada para una lucha sobre la regla del 3% del déficit, eliminando un incentivo crucial para algunos Estados miembros a la hora de contribuir al fondo.
Le deseamos a la Comisión Juncker todo lo major. El primer presidente de la Comisión elegido bajo el nuevo régimen de Lisboa -conocido como el proceso Spitzenkandidat- es mucho más político que su precedesor y, en fin, tiene un plan. Los Estados Miembros tienen ahora que trabajar juntos y renovar su compromiso con el proceso de integración europea.
En la práctica, eso significa que la Comision necesita ayuda para terminar de manera eficaz con las barreras nacionales y conseguir un Mercado Único en sectores claves de cara al futuro, como el sistema de transporte interconectado , el de la energía, el digital y el de las telecomunicaciones.
Para los Estados Miembros que insisten en el sistema de inversión, significa que tienen que poner su dinero donde se necesita y proveer al fondo con el apoyo financiero que éste necesita. También quiere decir que estos mismos Estados Miembros tienen que cumplir las reformas estructurales necesarias para que sus compañías sean competitivas, puesto que las inversiones solo fluirán allí donde las perspectivas de rentabilidad sean tangibles. La reindustrialización que Europa necesita depende de ello. También supone que otros Estados Miembros tienen que aprovechar la oportunidad y emplear sus márgenes fiscales sabiamente. Significa que todos los Estados Miembros tienen que dotar a Europa de autonomía financiera y permitir que tenga recursos presupuestarios propios, aliviando así la presión existente en los presupuestos nacionales y dando a la Comisión medios para actuar.
La confianza es el elemento final y crucial. Lo que los inversores necesitan, por encima de todo, es estabilidad y coherencia. Para que Europa tenga éxito en una economía globalizada, tiene que conciliar política y economía. Se deben las dudas sobre el futuro de la Eurozona, y se necesita un compromiso pleno con el Mercado Único. Más remiendos no lo conseguirán. Los Estados Miembros tienen que reaccionar.
Este artículo ha sido escrito conjuntamente con Jean Arthuis, presidente de la Comisión de Presupuestos en el Parlamento Europeo y Dominique Riquet, presidente del Intergrupo de Inversiones a largo plazo y ponente en la Comisión de Transportes para la propuesta del fondo de inversiones Juncker