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Barça: ¿indefinido o versátil?

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De aspirar al triplete a tener opciones de lograrlo hay un trozo. Desde que el Barcelona selló su pase a la final de la Copa, las redes y los medios catalanes han recordado la posibilidad de revalidar el logro del primer año de Guardiola: Copa, Liga y Champions. Las ciencias del fútbol no engañan. Pero como en la vida, la razón futbolística tiende a discutir cualquier exactitud.

El equipo catalán sigue sin encontrar la fórmula. No es un equipo creíble. Gana, sí, y mucho, pero no consigue dominar el juego con la profundidad que un aspirante a todo requiere. A veces se disfraza del Madrid de los últimos años y golpea a los espacios, en ocasiones se defiende a balonazos como si la pelota no fuera con él, y cuando puede, rememora la sintonía del sextete con un vals en el medio campo. Demasiadas caretas para un mismo rostro.

Luis Enrique debía aportar variantes tácticas, y así ha sido. El equipo ya no repite la misma canción en todos los escenarios, y es capaz de enfrentarse a rivales inferiores de distintos modos. El problema es que el Barça aún no conoce todo su repertorio con la profundidad necesaria, y a menudo el equipo no acaba de encontrarse. Celta, City, Granada y Villarreal jugaron contra el mismo conjunto, y cada uno de ellos se encontró con un partido distinto.

La intención del cuerpo técnico es evitar el encerramiento continuo que los rivales han planteado al Barça durante el último lustro. Con el paso del tiempo, los recursos iban limitándose y el equipo pareció apagarse, por lo que Luis Enrique tuvo que despertar a la plantilla a base de sacudidas y cambios de estilo. Tiene coherencia. El problema es que los jugadores han perdido la sensación de control y superioridad. La norma es ganar, sí, pero a base del empuje de Suárez y la exquisitez de Neymar. A Messi le corresponde el mayor de los elogios: la generosidad.

Es tal la pegada ofensiva del Barça que el punto de equilibrio de la balanza azulgrana ya no está en el medio del campo. El balón acelera hacia delante con la misma rapidez que sus carreras. Ya no hay pausas, esperas ni diagnósticos en las botas de Iniesta o Xavi, faros fundidos en un sistema incómodo o esperando turno en el banquillo. La renovación también ha afectado a la antigua columna vertebral y los pelotazos no son un sacrilegio.

No es una cuestión de tácticas, mutables, sino de estilo, indefinido. El Barça apuesta al blanco después de ganar en negro, y viceversa; y si los resultados avalan el ideario técnico, las sensaciones son demasiado irregulares. El Barcelona no debe recuperar el control del balón, sino el dominio de los tiempos. Que pronto no sea demasiado tarde. Europa no perdona.

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