Le llamaban Cocò y tenía tres años. Murió el domingo 19 de enero de un disparo en la cabeza. Se lo llevó la 'Ndrangheta. Un disparo sordo, automático. Sin remedio.
Cocò ya lo había visto todo: la droga pasar por casa como migas de pan, la policía llevándose a su mamá y su papá tras ser detenidos por tráfico ilícito. Algo que un niño no tiene que ver. Pero Nicola Campolongo, al que todo el mundo llamaba Cocò, lo había visto todo. Hasta las rejas de la cárcel donde, con dos añitos, estuvo junto a su madre.
Cocò vivía con su abuelo Salvatore Iannicelli, de 52 años, y con su novia, la marroquí Ibtissan Touss, de 27, en un pequeño pueblo de Calabria. No le quedaba más familia.
El domingo por la mañana, un cazador encontró un Fiat Punto carbonizado y avisó a los Carabinieri. En el interior del automóvil había tres cadáveres. El del abuelo Salvatore en el maletero. El de la joven mujer, en el asiento del copiloto. Cocò estaba detrás, en su asiento infantil. Los tres consumidos por el fuego de 10 litros de gasolina.
Sobre el vehículo, los asesinos habían dejado una moneda de 50 céntimos. Como decir: las deudas con la 'Ndrangheta se pagan con la muerte. También con la de Cocò. Casi tenía un destino ya marcado a esa edad, hijo y nieto de delincuentes. Y es que la 'Ndragheta, al igual que otras organizaciones criminales, no respeta ninguna vida. Que quede claro. Es un mito lo de la mafia, del pasado y del presente, incapaz de matar a mujeres y niños. Bobadas.
El domingo fue una derrota para todos nostros. Así como la de Giuseppe Di Matteo, 14 años, disuelto en ácido por la cosa nostra en 1996, después de un largo secuestro por venganza contra un padre que decidió colaborar con la justicia. O como las jóvenes víctimas de venganzas familiares de 7 a 11 años. Asesinatos de pequeños para no tenerlos como enemigos de mayores. Un clásico en la historia de la 'Ndrangheta.
Sangre sobre sangre. Y poco más que un comovedor entierro, en un país donde aún en 2014 se muere con tres años a manos de la mafia. Mañana ya habrá otra cosa que contar.
Cocò ya lo había visto todo: la droga pasar por casa como migas de pan, la policía llevándose a su mamá y su papá tras ser detenidos por tráfico ilícito. Algo que un niño no tiene que ver. Pero Nicola Campolongo, al que todo el mundo llamaba Cocò, lo había visto todo. Hasta las rejas de la cárcel donde, con dos añitos, estuvo junto a su madre.
Cocò vivía con su abuelo Salvatore Iannicelli, de 52 años, y con su novia, la marroquí Ibtissan Touss, de 27, en un pequeño pueblo de Calabria. No le quedaba más familia.
El domingo por la mañana, un cazador encontró un Fiat Punto carbonizado y avisó a los Carabinieri. En el interior del automóvil había tres cadáveres. El del abuelo Salvatore en el maletero. El de la joven mujer, en el asiento del copiloto. Cocò estaba detrás, en su asiento infantil. Los tres consumidos por el fuego de 10 litros de gasolina.
Sobre el vehículo, los asesinos habían dejado una moneda de 50 céntimos. Como decir: las deudas con la 'Ndrangheta se pagan con la muerte. También con la de Cocò. Casi tenía un destino ya marcado a esa edad, hijo y nieto de delincuentes. Y es que la 'Ndragheta, al igual que otras organizaciones criminales, no respeta ninguna vida. Que quede claro. Es un mito lo de la mafia, del pasado y del presente, incapaz de matar a mujeres y niños. Bobadas.
El domingo fue una derrota para todos nostros. Así como la de Giuseppe Di Matteo, 14 años, disuelto en ácido por la cosa nostra en 1996, después de un largo secuestro por venganza contra un padre que decidió colaborar con la justicia. O como las jóvenes víctimas de venganzas familiares de 7 a 11 años. Asesinatos de pequeños para no tenerlos como enemigos de mayores. Un clásico en la historia de la 'Ndrangheta.
Sangre sobre sangre. Y poco más que un comovedor entierro, en un país donde aún en 2014 se muere con tres años a manos de la mafia. Mañana ya habrá otra cosa que contar.