Hay momentos en los que algo tan complejo como el cambio político en un territorio o en todo un país se concentra en torno a muy pocas imágenes. Por eso, a lo largo de la campaña autonómica andaluza, hemos visto buenas intenciones y muchas fotos viejas. En el último debate televisado entre los tres partidos que se han repartido hasta ahora las opciones de gobierno, la escena alcanzó niveles inauditos, o quizá no tanto: dos se reprochaban uno a otro que ambos eran igual de corruptos, creí entender, mientras un tercero trataba de llamar su atención. Mientras tanto, casi todo lo interesante estaba en otro lugar, y no me refiero solamente a la política.
En esta campaña, muchas personas que no somos andaluzas y no votaremos este domingo hemos pensado más o menos lo mismo: que en Andalucía, además del gobierno de una comunidad con mucho peso político y económico, tradicionalmente se jugaba una parte importante de la batalla simbólica por la hegemonía en el resto del país, y por eso los partidos viejos solían poner tanto énfasis en ella. Era un momento político que nos afectaba a todos. Susana Díaz nos dio la razón al adelantar estas elecciones, por los motivos que fuese. Andalucía iba a ser la primera vuelta de un año vertiginoso en el que plazas como Madrid o Valencia estarían en disputa. Una vuelta desigual dada la muy diferente trayectoria en Andalucía de los tres partidos en liza (PSOE y PP, muy veteranos, y Podemos, joven), pero vuelta al fin y al cabo. La carga simbólica de las autonómicas de este domingo se incrementaba con ello de manera exponencial.
En efecto, hay momentos en los que las cosas complejas parecen agruparse en torno a imágenes aparentemente sencillas: un debate sin debate en torno a lo fundamental, o un mitin en el velódromo de Dos Hermanas. Y es que Podemos ha decidido cerrar su campaña en un enclave simbólico, tanto por su gran aforo como por su historia (ha sido el lugar de cierre de algunas campañas andaluzas históricas).
Con ello culmina una campaña en la que lo simbólico de los lugares ha ido acompañado de algunos detalles decisivos: el primero, que Podemos se ha enfrentado por primera vez desde mayo de 2014 con el mantra de que carecía de propuestas, y lo ha hecho por partida doble: por un lado, concurriendo con el programa más elaborado de los cinco partidos con posibilidades; por el otro, adjuntando a cada medida concreta una memoria económica que justificara su viabilidad. La solvencia es un símbolo. Llenar Dos Hermanas es, de alguna manera, un símbolo de respeto ante la magnitud de lo que todos nos jugamos el domingo.
El segundo detalle es que Podemos no ha optado por una solvencia de perfil bajo, sino que la ha acompañado de muchísima ilusión, del interés y la mirada atenta, crítica, como debe ser, de muchísimas ciudadanas y ciudadanos; y sobre todo, de mucha humildad, como corresponde a las elecciones en un territorio donde los grandes partidos han puesto históricamente toda su maquinaria a trabajar.
Todo ello culmina este viernes en Dos Hermanas: un escenario clásico para una foto nueva, con caras nuevas y propuestas diferentes que hacer escuchar entre tanto ruido. Llenar el velódromo es un reto que encarna en gran medida lo que Podemos propone a los andaluces y a todos los españoles: la ilusión grande de una fuerza política nueva con ganas de cambios reales en un tiempo político acelerado, el cual, precisamente por acelerado, exige mucha calma, mucha solvencia y no menos responsabilidad. Por eso algunos que no podremos votar este domingo iremos a Dos Hermanas el viernes. Porque pensamos que debemos estar en el lugar por donde pasa el cambio político en Andalucía y en España. Queremos verlo pasar para poder verlo quedarse el domingo en las urnas. El cambio político es cosa de muchas personas, de toda la ciudadanía, pero el domingo hay una sola papeleta que lo representa, con ilusión, sin ruido, con solvencia. Y sólo puede meterse una papeleta en la urna.
En esta campaña, muchas personas que no somos andaluzas y no votaremos este domingo hemos pensado más o menos lo mismo: que en Andalucía, además del gobierno de una comunidad con mucho peso político y económico, tradicionalmente se jugaba una parte importante de la batalla simbólica por la hegemonía en el resto del país, y por eso los partidos viejos solían poner tanto énfasis en ella. Era un momento político que nos afectaba a todos. Susana Díaz nos dio la razón al adelantar estas elecciones, por los motivos que fuese. Andalucía iba a ser la primera vuelta de un año vertiginoso en el que plazas como Madrid o Valencia estarían en disputa. Una vuelta desigual dada la muy diferente trayectoria en Andalucía de los tres partidos en liza (PSOE y PP, muy veteranos, y Podemos, joven), pero vuelta al fin y al cabo. La carga simbólica de las autonómicas de este domingo se incrementaba con ello de manera exponencial.
En efecto, hay momentos en los que las cosas complejas parecen agruparse en torno a imágenes aparentemente sencillas: un debate sin debate en torno a lo fundamental, o un mitin en el velódromo de Dos Hermanas. Y es que Podemos ha decidido cerrar su campaña en un enclave simbólico, tanto por su gran aforo como por su historia (ha sido el lugar de cierre de algunas campañas andaluzas históricas).
Con ello culmina una campaña en la que lo simbólico de los lugares ha ido acompañado de algunos detalles decisivos: el primero, que Podemos se ha enfrentado por primera vez desde mayo de 2014 con el mantra de que carecía de propuestas, y lo ha hecho por partida doble: por un lado, concurriendo con el programa más elaborado de los cinco partidos con posibilidades; por el otro, adjuntando a cada medida concreta una memoria económica que justificara su viabilidad. La solvencia es un símbolo. Llenar Dos Hermanas es, de alguna manera, un símbolo de respeto ante la magnitud de lo que todos nos jugamos el domingo.
El segundo detalle es que Podemos no ha optado por una solvencia de perfil bajo, sino que la ha acompañado de muchísima ilusión, del interés y la mirada atenta, crítica, como debe ser, de muchísimas ciudadanas y ciudadanos; y sobre todo, de mucha humildad, como corresponde a las elecciones en un territorio donde los grandes partidos han puesto históricamente toda su maquinaria a trabajar.
Todo ello culmina este viernes en Dos Hermanas: un escenario clásico para una foto nueva, con caras nuevas y propuestas diferentes que hacer escuchar entre tanto ruido. Llenar el velódromo es un reto que encarna en gran medida lo que Podemos propone a los andaluces y a todos los españoles: la ilusión grande de una fuerza política nueva con ganas de cambios reales en un tiempo político acelerado, el cual, precisamente por acelerado, exige mucha calma, mucha solvencia y no menos responsabilidad. Por eso algunos que no podremos votar este domingo iremos a Dos Hermanas el viernes. Porque pensamos que debemos estar en el lugar por donde pasa el cambio político en Andalucía y en España. Queremos verlo pasar para poder verlo quedarse el domingo en las urnas. El cambio político es cosa de muchas personas, de toda la ciudadanía, pero el domingo hay una sola papeleta que lo representa, con ilusión, sin ruido, con solvencia. Y sólo puede meterse una papeleta en la urna.