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La insoportable levedad moral de Tony Blair

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En 2010, el antiguo primer ministro del Reino Unido publicó su autobiografía, titulada A Journey. En el capítulo dedicado a sus tormentosos años finales (2005-2007), escribe: "Intentaba revestirme de una suerte de blindaje psicológico y lograr una especie de ingravidez que permitiera, de alguna manera, flotar por encima de la demoniaca muchedumbre que me estaba desgarrando". Ignoro si Blair consiguió tal estado ingrávido, pero, desde luego, se le puede atribuir una levedad moral, en lo que atañe al ámbito político y al ajeno a este.

El 20-10-2009 publiqué en EL PAíS un artículo titulado Tony Blair no debe presidir Europa. Eran los días en que al entrar en vigor el Tratado de Lisboa nacería la presidencia permanente del Consejo Europeo, lo que constituiría (por su impacto en el funcionamiento y en la racionalización de la Unión Europea) una muy significativa innovación. El Consejo Europeo pretendía consensuar un candidato, y uno de los supuestos aspirantes era Blair. Argumentaba en el texto que el designado no debería ser un británico. Por las siguientes razones: el Reino Unido no pertenece -por voluntad propia- al euro, moneda común europea, ni, también por voluntad propia, a Shengen, el espacio de cooperación intraeuropeo que garantiza el libre movimiento de personas, una vez superada la frontera común exterior de la Unión. Aducía que ambos son hitos del proyecto integrador europeo por el que Londres no muestra entusiasmo alguno (en 2015, aún peor, se halla al borde de la eurofobia).

No obstante, no solo me refería a la nacionalidad. También a la personalidad. Sostenía y sostengo que Tony Blair no es de fiar. Desfiguró la realidad y no se atuvo a la verdad al sostener que Sadam Husein poseía armas de destrucción masiva, igual que Bush y Aznar. Ha perdido en ocasiones trascendentales el sentido de la realidad política, en especial en los temas de Oriente Próximo. El 8-4-2009 declaraba a la revista Time que el entonces recién estrenado primer ministro y reputado halcón israelí, Netanyahu, podría ser no una maldición (como ha quedado suficientemente demostrado), sino una bendición para el proceso de paz.

Ese personaje, Netanyahu, que nunca aceptó los Acuerdos de Oslo y que ha tomado el pelo durante muchos años a la UE y a la Administración Obama, acaba de reafirmar durante la campaña electoral de estos días su cetrería, su calidad de ave de rapiña, al exponer paladinamente que jamás aceptará un Estado palestino, algo sobre lo que todas las personas de buena voluntad informadas, dentro y fuera de Israel, no albergaban la menor duda. No contento con ello, durante las últimas horas de campaña, supuestamente para atraer más votos de la extrema derecha, el amigo de Blair llegó a lanzar esta perla de obvios tintes racistas: "Los árabes están votando en manada [se refería a los ciudadanos israelíes de origen árabe, 20% de la población], llevados en autobuses por organizaciones izquierdistas". Por si fuera poco, denunció una supuesta alianza entre la izquierda y potencias (no identificadas) extranjeras. El amigo de Tony Blair ha ganado las elecciones, en un Israel fracturado, claramente enfrentado a los EEUU y la UE por su rotunda aseveración de que no permitirá la constitución de un Estado palestino.

Un Israel regido por Netanyahu con el apoyo de la ultraderecha política y religiosa y con el objetivo de impedir la creación de un, apenas viable, mini-Estado de los palestinos tendrá consecuencias graves. Aumentará la indignación y el ansia de rebelión en aquellos. Y en la comunidad internacional -que crecientemente está reconociendo a Palestina como Estado- provocará frustración por la asimismo creciente actitud negativa israelí, lo que muy posiblemente conducirá a que importantes sectores de la opinión pública reafirmen sus posiciones contrarias al Estado de Israel.

En 2007, cuando Blair cesó como primer ministro, declaró que una de sus ambiciones era contribuir a lograr una paz duradera entre israelíes y palestinos. No parece que su política proisraelí a lo largo de su mandato, su militante apoyo a la invasión de Iraq (mentiras incluidas) y su pleno sostén a la belicosa actividad de Bush le crearan simpatías entre los segundos. Ha tenido gran éxito, sin embargo, en otra de sus ambiciones: la de hacerse rico: según el Financial Times, como enviado del Cuarteto para Oriente Próximo no cobra sueldo, pero sí por cada charla que da: 250.000 euros. El periódico estimaba que ya en 2011 poseía una fortuna de 24 millones. Este diario acaba de hacer un seguimiento y escrutinio de las actividades del ex premier y concluye que debe cesar en su actual puesto, "lo que pondría fin al controvertido acuerdo que ha hecho de él una figura de la diplomacia mediooriental al tiempo que cerraba negocios privados con algunos de los Gobiernos con los que trataba asuntos oficiales del Cuarteto, que representa a la ONU, EEUU, UE y Rusia" (FT, 16-03-2015). El amigo del reelegido Netanyahu llevaba a cabo su actividad diplomática en una oficina financiada por Bruselas, quien, no obstante, suspendió tal financiación en 2012, probablemente ante la falta de resultados. Como sostiene un diplomático basado en Oriente Próximo, "Blair ha sido ineficaz en esta tarea. No tiene credibilidad en esta parte del mundo". Sus escasos partidarios sostienen que su pasión es promover la paz. ¿Cómo en Iraq?

No cabe decir lo mismo de su otra tarea y ambición, la financiera. Tony Blair&Associates tiene una jugosa lista de clientes, entre los que se encuentran el Gobierno de Kuwait, Mudabala, un fondo soberano de Abu Dabi y Petrosaudi, ligada a la familia real saudí. Tiene también clientes en Vietnam, Perú y Colombia, y Blair es asesor no oficial del príncipe heredero de Abu Dabi. Por cierto, en 2008 ya se reunió con Nazarbayeb, el presidente de Kazajastán, para analizar temas diversos, "incluido el Próximo Oriente". En realidad, bebe en múltiples fuentes. El año pasado se reunió en El Cairo con el golpista Al Sisi y defendió la defenestración violenta del Gobierno democráticamente elegido de Mohamed Morsi con el siguiente argumento: "La realidad es que la Hermandad Musulmana intentaba apartar al país de sus valores básicos. El ejército ha intervenido, a petición del pueblo, con la intención de hacer avanzar a Egipto hacia su próxima etapa, que debe ser democrática" (Guardian, 27-02-2014). A la mayoría de la opinión pública no nos cabe la menor duda de que esa es precisamente la intención del faraón Al Sisi.

El Financial Times proporciona por otro lado una mala noticia. Según el diario, el secretario de Estado norteamericano estaría considerando la absurda posibilidad de ofrecer a Tony Blair "un papel más político". A Kerry se le ha tildado de ingenuo en su tarea de Sísifo (que ha durado un año y fracasado) de intentar convencer a Netanyahu de que caminara hacia la paz.

El amigo de Blair ha tomado el pelo a Kerry y a Obama durante 365 días y se dispone a continuar haciéndolo, robustecido por su victoria electoral. ¿No cree el secretario Kerry que es mejor permitir a Tony Blair que se dedique a su ambición preferida, la financiera, para evitar que los palestinos tengan que preocuparse de tratar también con el amigo Blair,

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