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No es cierto, no es democrático

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El pasado jueves 21 de noviembre, tuve el honor de participar en el Pleno del Parlamento Europeo (PE) en Estrasburgo en que se hizo entrega del Premio Sakharov a la adolescente pakistaní Malala Yusafzai. Malala, como se la conoce en el mundo entero, es una joven de 16 años que fue victima de un salvaje atentado talibán; fue tiroteada por los fundamentalistas por reivindicar el derecho a acudir a la escuela y formarse. A través de su ejemplar aventura de coraje y superación, Malala se ha convertido no sólo en la persona más jóven que se haya hecho acreedor del prestigioso premio Sakharov (por el que la Eurocámara galardona desde 1988 a quienes se hayan distinguido en la defensa de las libertades), sino en un símbolo de compromiso con la libertad de expresión y el derecho a la educación.

En su emocionante alocución, Malala arrancó invocando el valor transformador de la misericordia en su lengua materna, para inmediatamente después citar a Voltaire: "¡No estoy de acuerdo con nada de lo que usted dice... pero daría mi vida por su derecho a decirlo!"

Y viene este recordatorio a cuento del desagradable episodio protagonizado por quienes reventaron el acto académico programado por la Facultad de Ciencias de la Universidad de Granada a las 12 horas del pasado 28 de noviembre: una vociferante minoría de asistentes boicoteó ese encuentro, impidiendo que el orador invitado a clausurar esa jornada -Alfredo Pérez Rubalcaba, Secretario General del PSOE, profesor de Química Orgánica- pudiera pronunciar tan siquiera una palabra. Se le impidió así atender la invitación a cuya expectativa habían acudido todos los demás, pero también ejercer su más elemental libertad de palabra.

Ciertamente, los portadores de las pancartas que hicieron imposible el acto programado son, como todos los ciudadanos españoles, titulares de todos los derechos fundamentales reconocidos en la Constitución española: por descontado, los de libertad de expresión, de reunión y de manifestación. Tales derechos incluyen el derecho de crítica más severa y contundente contra el PSOE, contra su secretario general y sus políticas pasadas. Por su parte, el PSOE tiene también derecho y deber de la autocrítica, y por supuesto tiene derecho a rectificar sus yerros y a proponer apuestas de futuro no sólo diferenciadas de sus posiciones anteriores sino que explícitamente propongan enmendar errores o emprender nuevos rumbos que aprendan de las duras lecciones de la experiencia.

Pero nada de eso justifica que se impida a un ciudadano ejercer su libertad de palabra; sea éste el secretario general del PSOE, sea un responsable político o un representante electo legitimado por la confianza de la ciudadanía que le ha votado; sea un profesor universitario u orador invitado en una Universidad;...¡o sean quienes quiera que sean!

El episodio pone de manifiesto una deriva lamentable que va más allá de una anécdota. Hace 30 años, tuve la infinita fortuna de ser estudiante y becario en la Universidad de Granada, en la que me licencié y completé doctorado, hice carrera académica y culminé mi formación como profesor y catedrático de Derecho. A lo largo de esos años de formación intelectual, cívica y política me impliqué como activista en todo tipo de movidas. Y como tantos otros compañeros y compañeras participé en manifestaciones, protestas y agitaciones, en la vida, en la calle y en los centros universitarios...Fuimos muchos los que, en comparecencias públicas, contendimos ásperamente con ministros de los últimos Gobiernos de UCD durante la transición... ¡pero jamás les impedimos el uso de la palabra!

¡Es falso que PP y PSOE exhiban un mismo historial en su tránsito por el Gobierno de España! Todos los avances en derechos y libertades y en la construcción del Estado social han tenido lugar bajo Gobiernos socialistas y con la oposición de la derecha y el voto invariablemente en contra del PP. Los manifestantes que recorren España protestando contra la demolición del Estado social y los brutales recortes y retrocesos en sus derechos y libertades están defendiendo políticas que fueron puestas en marcha bajo impulsos socialistas y están siendo ahora asaltadas conforme a un plan doloso e implacablemente ejecutado por la mayoría del PP, con el pretexto de la crisis y no por causa de la crisis.

No, no es verdad que PP y PSOE sean lo mismo. Pero, además, no es democrático, sino directamente antidemocrático y netamente reaccionario impedir que un orador, quien quiera que sea, pueda usar tan siquiera la palabra en una Universidad: se le había invitado para ello; lo esperaban y así deseaban los demás asistentes, una inmensa mayoría. Y ésa era además la razón por la cual ese orador invitado se encontraba exactamente allí. No debió haber sucedido, pero refleja una tentación inquietantemente populista y rabiosamente reaccionaria en las protestas y movilizaciones que, -siendo legitimas y justificadas por tantos buenos motivos por el cabreo general-, en ocasiones sobrepasan los límites de la propia libertad para ofender o negar las libertades de todos y del modelo de país y de sociedad abierta en que queremos vivir.

Una última cuestión: muchos tienen derecho a preguntarse dónde está ahora el Movimiento 15-M ante las barbaridades que está perpetrando el PP: agresión tras agresión contra las libertades, el silencio de aquella Plataforma parecería indicar que hubiera completado su misión una vez que se produjo, por la desmovilización de millones de votos progresistas, la mayoría absoluta del PP que tanto ha empeorado las vidas de quienes no tienen de todo.

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