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Juan Bonilla, duque de Zugzwang

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La primera vez que leí un libro de Juan Bonilla quedé noqueado durante meses. Era Cansados de estar muertos y corría el año 1998. Sí, soy uno de los defensores acérrimos de esta novela que ha sido injustamente tratada. La historia de Fausto Urpí y de Morgana me estuvo acompañando durante mucho tiempo, y sus acerados y desolados diálogos llegué a aprendérmelos de memoria ("tarde o temprano a la rutina se la cae la t"). Desde entonces he ido leyendo todo lo que ha publicado Bonilla y he coleccionado sus libros: tengo un ejemplar azul de la primera edición de Minifundios, un El arte del yo-yo dedicado a un lector que consideró oportuno deshacerse de él (y que yo me agencié por un euro en una librería de viejo) y una primera edición en tapa dura de 250 ejemplares, firmada por el propio autor, de la deliciosa Yo soy, yo eres, yo es.

Juan Bonilla (Jerez, 1966) es autor de cuatro novelas y seis libros de relatos, entre los que destacan El que apaga la luz, Tanta gente sola o el último que acaba de publicar, Una manada de ñus (Pre-Textos). Además ha escrito poesía, artículos periodísticos, libros de viajes y tiene un formidable blog en El Mundo que es necesario consultar cada semana para enterarse de lo que acontece más allá de la dictadura de la mesa de novedades.

Por si no lo conocen, les presento a Juan Bonilla.

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Juan Bonilla acaba de publicar Una manada de ñus. Foto: Yolanda Morató.



Las solapas de tus libros, al contrario de lo que ocurre con otros escritores, tienen cada vez menos información de su autor. En Una manada de ñus se reduce a la mínima expresión. ¿Esto es porque estamos ante el libro más autobiográfico de Juan Bonilla y el lector puede encontrar algunas claves en el interior? ¿O es simplemente un ejercicio de discreción en estos tiempos de exhibicionismo exagerado?

No lo había pensado, lo de las claves autobiográficas en relación con el texto de solapa. Sencillamente me apetecía decir sólo lo indispensable para un lector: que el libro que tiene en las manos lo ha escrito alguien que es autor de otros cinco libro de relatos y cuatro novelas. Tampoco tenía en cuenta eso de que son tiempos de exhibicionismo exagerado. Era una manera de no darle más importancia al autor que la que tiene: su pasado como autor de obras del género al que el libro pertenece -el género narrativo. Lo demás, para qué.

Me ha dado la impresión de que Una manada de ñus es quizá el libro más melancólico de todos los tuyos, ¿es deliberado o es una cuestión de aquello que decía Dante: "En mitad del camino de la vida..."?

No ha sido deliberado, a no ser que la naturaleza sea en efecto deliberada. Quiero decir que el tono es el natural porque la mayor parte de los relatos tienen por voz narradora la de alguien que en un momento dado, por lo que sea, porque su madre se muere o su equipo por fin va a ascender a primera división o le regalan una hojilla en la que a los 17 años consignó las cosas que tenía que hacer antes de cumplir cuarenta años, tiene que volver la vista atrás. Por melancólica que sea, la voz narradora es siempre una vencedora, es la voz de un superviviente, de alguien que, en efecto, ha pasado la charca de los cocodrilos para seguir adelante.

Hay muchos temas que se repiten en estos cuentos: melancolía del pasado, incumplimiento de los sueños pergeñados en la adolescencia, seres desubicados y fuera de los órdenes establecidos... ¿pretende ser una llamada de atención a la conciencia del lector?

No, para nada. En todo caso una invitación. El libro, mediante sus muchos personajes, trata de indagar en la relación de cada uno de esos personajes con quienes fueron, pero también rebaja esa importancia que se dan los personajes por el hecho de serlos, los rebaja a eso, a condición de células de una manada, y en cada una de esas piezas de la manada, las mismas grandes tragedias, la misma comedia, la repetida tragicomedia de existir, a veces barata y a veces milagrosa, a veces inexplicable. En uno de los relatos los personajes, dos chicos del instituto, se dan cuenta de que podrían cambiarse el uno por el otro sin que nadie se diera cuenta. Me gusta esa grandeza de la insignificancia. Donde mejor queda expresada creo que es en el relato Cuidados Paliativos que tiene dos escenarios esenciales: un hospital donde se muere una madre, y la ciudad de la muerte, Benarés, donde se aprende sin embargo qué invencible es la vida. Me gustaría que, junto a ese tono melancólico del que hablabas, creciera una especie de inyección de optimismo o de canto enérgico de la emoción cotidiana, esa "vida por todas partes" que enuncia el personaje de ese relato.

El título es excelente, ¿pretende ser el símbolo o reflejo de una sociedad que va en manada y que aplasta cualquier atisbo de individualidad, o hay otra intención?

Hay otra intención. El título recoge por una parte el sentido de la primera parte de tu pregunta pero también trata de recordarnos que en cada uno de nosotros hay una manada de ñus, y que siempre tendremos que cruzar un río de cocodrilos y que al hacerlo perderemos cosas, que hay que perder cosas indefectiblemente para seguir adelante, y que a esas cosas que perdemos les podemos poner una lápida o escribirles un epitafio o transformarlas en estampitas que nos acompañen para sentirnos menos solos, pero los pastos están siempre adelante, nunca en el pasado.

Hay personajes o situaciones que se repiten en los cuentos como ecos y resonancias que se traspasan de unos relatos a otros. ¿Son deliberados o surgen de improviso en el proceso de escritura?

Surgen sin duda en el proceso de escritura, es decir, son deliberados, porque las deliberaciones pueden producirse en el proceso de escritura. Sencillamente me gusta que mis libros de cuentos estén formados por piezas que se conecten entre ellas por una serie de pasillos que pueden ser personajes secundarios o párrafos que se repiten o habitaciones en las que se produce la misma tragedia (por ejemplo, lo de los cuidados paliativos, se diría que el personaje de ese cuento y el del otro relato donde se apaga una madre, es el mismo, pero basta prestar un poco de atención para saber que no, que una habitación está en un lugar con Metro y otra en Jerez, que un personaje tiene hermanos y el otro es hijo único: es decir, son sólo el mismo personaje porque sobre ellos ataca el mismo cocodrilo).

¿Estos relatos están escritos del tirón o son producto de varios años y recopilados posteriormente?

Los he escrito después de Tanta gente sola, es decir, desde 2009. Fueron creciendo poco a poco en todos estos años. La idea de juntarlos es posterior, claro, cuando empecé a escribir el primero de ellos no pensé que ahí tenía Una manada de ñus.

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Foto: J.C. Gárgoles.



El Premio Nobel de Literatura ha recaído este año en una cuentista, Alice Munro, ¿por fin se reconoce al género?

Me gustan mucho algunos relatos suyos. Pertenece a la tradición que más huella ha dejado en mí, que es la tradición norteamericana. Siempre se dice que es la Chejov canadiense, lo que es una tontería, la convierte en una mera seguidora, y no lo veo así. En cuanto al género, es excelente que se destaque que Munro es esencialmente cuentista, pero ya le dieron el Nobel a Kipling, que es uno de los grandes cuentistas de todos los tiempos. Y me parece un poco tramposo pensar que le han dado el premio a Munro por ser cuentista: se lo han dado por ser una gran escritora con una voz muy depurada y emocionante. El premio no se lo han dado al género, como no le dieron el premio a la poesía cuando le dieron el premio a Szymborska o a la novela cuando ganó Vargas Llosa.

¿Cómo ha cambiado tu manera de acercarte a los autores con el paso del tiempo?

Los autores que te influyeron de joven son los autores esenciales, los que de alguna manera formaron tu voz. Cuando empiezas a hacerte mayor, es difícil que te influya nada. Esto es como el cemento: cuando está fresco un jilguero puede dejar su pisada grabada en él, cuando se ha endurecido ya no deja su huella ni un elefante. Pero con los autores de juventud hay que tener mucho cuidado para no llevarse decepciones hondas, porque ya no somos los mismos. A mí de chaval me encantaba, como a todos, Cortázar, y ahora, francamente, me resulta irrespirable, por la sencilla razón de que lo que ahora busco en los relatos no es lo que alguien tan grande y genuino como él ponía, esa capacidad invencible para la esgrima verbal. Esto no es decir nada malo de Cortázar, seguramente del único de quien dice algo malo es de mí mismo como lector. Autores que cuando chaval me parecía que no contaban nada, como Carver o Cheever, ahora sin embargo me parecen necesarios, inevitables, llenos de auténtica poesía, una poesía que no está en las palabras. No desterraría a ninguno: en todos los árboles genealógicos tiene que haber de todo. Por otra parte, hay maestros que son callejones sin salida, porque sencillamente no se puede ir más lejos del punto que ellos alcanzaron: Borges es, me parece, un claro ejemplo. Nabokov, claro, otro.

He leído en algún sitio que la crisis del periodismo cultural te ha obligado a desprenderte de parte de tu biblioteca, motivo por el que has compuesto un libro titulado Catálogo de libros raros, excesivos o peligrosos, ¿de qué libros te has desprendido y de cuáles no lo harías bajo ningún concepto?

Creo que nunca me he alegrado tanto de haber tomado una decisión. Me he desprendido de libros que no necesitaba y que no me necesitaban e iban a hacer muy felices a gente que sí parecía necesitarlos. Eso es todo. Hay muchos libros de los que no me desprendería, los de Salinger, por ejemplo, los de muchos amigos, los de Nabokov, los de Borges, los de Carver. Pero también las novelas de Martín Vigil que leía de adolescente, el tomo de la colección Reno donde descubrí a Nabokov -Risa en la oscuridad, para mí es más importante ese volumen que la primera edición-, muchos otros. Pero lo de "bajo ningún concepto" es de por sí un concepto inútil: nunca sabes lo que te espera, nunca sabes de lo que tendrás que desprenderte, y como dicen los budistas sólo somos dueños de verdad de aquello que conservaríamos en un naufragio en el que lo perdiéramos todo.

¿Cómo está afectando la crisis a los escritores? ¿Se puede vivir de la literatura en este país o más bien se sobrevive?

Muy duramente. No sé quién podrá vivir de la literatura de creación, supongo que sólo los best-sellers o los poetas que den muchos recitales. Por lo que a mí respecta, periodismo y traducción son mis dos fuentes de ingreso, así que sobrevivo.

De todos los escritores que has conocido a lo largo de tu vida, ¿quién te ha dejado más huella? Y de los que no has tenido ocasión, ¿con quién te hubiera gustado tomarte un café?

Me hubiera gustado mucho tomarme un café con Julio Ramón Ribeyro, o con Fonollosa, o con Daniel Sueiro o con Blanca Luz Brum o con Assia Wevill o con Anne Sexton. La verdad es que a la primera pregunta no sé qué contestar, tal vez Agustín García Calvo, que me impresionó mucho cuando fue a dar una charla a mi instituto.

¿Cómo empezaste a escribir? ¿Pensabas que podrías ganarte la vida escribiendo?

Pensaba que me podía ganar la vida escribiendo porque quería ser periodista, siempre me gustaron mucho los periódicos, si hiciera una antología de todo lo que he escrito y tuviera dinero para pagarme el capricho le daría aspecto de periódico, con todas sus secciones: Internacional, Nacional, Sucesos, Deportes, Cultura, etc.

¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Necesitas rutinas, lugares tótem para sentarte a escribir o, por el contrario, puedes hacerlo en cualquier sitio y lugar?

No es nada complejo. No necesito demasiadas rutinas, y haber cambiado tantas veces de sitio me ha vacunado contra la necesidad de tener un sitio. Tengo más o menos un trampolín que unas veces es un personaje, otras una situación, otras un episodio del pasado y a veces hasta una noticia leída en el periódico o donde sea. A partir de ahí indago, primero mentalmente, antes de dormirme, bailo con las posibilidades por decirlo así. Si la cosa se pone pesada y veo que, cuando estoy paseando quiero regresar cuanto antes porque me apetece escribir, entonces ya está. La escritura suele ser rápida, febril. Luego un poco de congelador y luego los trabajos forzosos de la corrección, que es siempre lo que más tiempo me lleva.

Dos últimas consideraciones: en Juan Bonilla solo veo un defecto, es seguidor del Barça, y una injusticia: Javier Marías debería otorgarle ya el título nobiliario del Reino de Redonda, quizá algo así como Duque de Zugzwang.

Totalmente de acuerdo. Ser del Barça es un gran defecto, sobre todo desde que Rosell ha dicho que el Barça es de los catalanes. Una vez canté un gol contra el Barça, hace muchos años, en el Nou Camp, cuando unos idiotas, en un Barça-Betis empezaron a poner a caldo a los andaluces. El Betis marcó en el último minuto y cantamos el gol como si fuera una respuesta andaluza a la idiotez de aquellos tipos. Entre la justicia y mi madre, me quedo con mi madre, que dijo Albert Camus. Le conté esto a Arcadi Espada y me dijo que esa era la prueba irrefutable de que yo no soy del Barça, porque ser del Barça me hubiera acorazado contra cualquier insulto a los andaluces. En cuanto a la injusticia, también de acuerdo. Vamos a abrir una petición en change.org para que me nombren Duque de Zugzwang.

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