Hace casi doce años, cuando los italianos aún le reían las gracias a Berlusconi, el entonces primer ministro italiano arrancó un buen número de titulares al llamar kapo a Martin Schulz, actual presidente del Parlamento Europeo, que entonces era solamente un eurodiputado raso.
Schulz tuvo la osadía de recriminarle a Berlusconi la introducción de una nueva ley de inmunidad hecha a medida para evitar a la justicia italiana, y Berlusconi estimó que la intervención del alemán estaba acordada de antemano con su rival Prodi, aliado socialista de Schulz en el Parlamento Europeo, y de ahí lo de kapo. La palabra kapo tiene un origen oscuro, puede que incluso italiano. En los campos de exterminio nazis se usaba para designar a los presos que a cambio de ciertos privilegios accedían a ayudar a los SS en la vigilancia del resto de los internos.
Quizás resulte igualmente injusto, pero las repetidas declaraciones de nuestro ministro de Economía, Luis de Guindos, azuzando la desconfianza con respecto al Gobierno de Alexis Tsipras me han recordado a Berlusconi y el calificativo con el que se refirió a Schulz. El hecho de que Guindos le haga el trabajo sucio a Merkel, recordándoles a los griegos la inviolabilidad de las reglas impuestas por la troika a su Gobierno, quizás le granjee en unos meses el puesto de presidente del Eurogrupo, pero no nos deja a los españoles en muy buen lugar.
Es una lástima que las propuestas griegas vayan a caer en saco roto. Si nuestro Gobierno hiciera frente común con griegos, portugueses e italianos (los llamados PIGS) como sería razonable, es posible que el dogma austeridad fuese solo un mal sueño, pero en vez de ello pretendemos desmarcarnos de nuestros compañeros de infortunio insistendo torticeramente en que nuestros problemas tienen poco que ver con los de Grecia.
La historia oficial reza que los griegos se han ido a pique por su pasión por el fraude fiscal y por la pésima gestión de una casta corrupta. Si bien hay cierta verdad en todo ello, no es menos cierto que la troika ha obligado a socializar la deuda de la banca alemana (muy expuesta a la deuda griega) entre los ciudadanos griegos, y que Grecia empezó la crisis con una deuda de alrededor del 100% de su PIB, y que 5 años de austeridad después el mismo indicador se ha disparado por encima del 180%.
El marxista Yanis Varoufakis, ministro de Finanzas de Grecia, es uno de los intelectuales que más y mejor han escrito sobre la crisis, y además ha propuesto soluciones. En su blog podemos encontrar su "Modesta Propuesta" para la resolución de la crisis del euro. No deja de ser irónico que sea un marxista el que proponga las soluciones más razonables (y nada revolucionarias) para salir de ésta: tras constatar la imposibilidad de negociar nuevos tratados en el actual clima de desconfianza imperante, Varoufakis propone apurar las posibilidades de los tratados europeos existentes hasta el límite de lo aceptable para la opinión pública europea.
La lectura de su libro El minotauro global es aún más interesante, si cabe. Varoufakis se interesa en el mismo por los flujos internacionales del capital, que según él es algo a lo que ni keynesianos ni austericidas han prestado la atención necesaria durante esta crisis. Para Varoufakis, existen zonas que generan grandes superávits de capital y zonas deficitarias, y las zonas excedentarias deben reciclar parte de sus excedentes en las zonas deficitarias para sostener la demanda de los bienes que producen.
El ejemplo más claro de reciclaje de capitales a gran escala de zonas excedentarias a zonas deficitarias para Varoufakis fue el Plan Marshall durante la posguerra europea, en la que los americanos supieron asumir su rol hegemónico e instaurar un plan global de reciclaje de sus superávits. El sistema empezó a tambalearse a principios de los 70, cuando los Estados Unidos dejan de generar excedentes y pasan a ser deficitarios, reciclando los superávits del resto de países (China, Japón, Alemania) en el Wall Street, a quien Varoufakis llama "el minotauro global" y para el que Luis de Guindos trabajaba antes de ser nuestro ministro de Economía
Varoufakis concluye su libro con la idea de que China podría estar poniendo en práctica su propio plan global, con inversiones masivas en África y más recientemente en Iberoamérica para sostener así el crecimiento de la demanda de sus productos manufacturados al mismo tiempo que se asegura el control de las materias primas que tan necesarias le resultan para seguir creciendo.
Alemania no asume, ni quiere hacerlo, el rol hegemónico que como generadora de excedentes de capital le corresponde en la UE. Esto es finalmente malo para Europa en su conjunto y para Alemania en particular, ya que aunque Merkel se niegue a verlo, se deprime así la demanda de las manufacturas alemanas en la periferia de Europa.
Varoufakis no habla en absoluto de España en su libro, pero no es descabellado plantearse que si se detuviera a hacerlo planteara que parte de las tensiones territoriales que nos afectan sean de hecho también un conflicto mal resuelto entre zonas generadoras de superávits que no acaban de entender los delicados equilibrios de los que dependen que se sostenga la demanda de sus manufacturas por las zonas más deficitarias.
Quizás, si Merkel consigue desplazarlo de su puesto, sea el propio Varoufakis quien nos lo explique en su próximo libro. En cambio, si los españoles echamos a Guindos del Gobierno excluyo casi a priori que tenga nada interesante que contarnos en los años venideros.
Schulz tuvo la osadía de recriminarle a Berlusconi la introducción de una nueva ley de inmunidad hecha a medida para evitar a la justicia italiana, y Berlusconi estimó que la intervención del alemán estaba acordada de antemano con su rival Prodi, aliado socialista de Schulz en el Parlamento Europeo, y de ahí lo de kapo. La palabra kapo tiene un origen oscuro, puede que incluso italiano. En los campos de exterminio nazis se usaba para designar a los presos que a cambio de ciertos privilegios accedían a ayudar a los SS en la vigilancia del resto de los internos.
Quizás resulte igualmente injusto, pero las repetidas declaraciones de nuestro ministro de Economía, Luis de Guindos, azuzando la desconfianza con respecto al Gobierno de Alexis Tsipras me han recordado a Berlusconi y el calificativo con el que se refirió a Schulz. El hecho de que Guindos le haga el trabajo sucio a Merkel, recordándoles a los griegos la inviolabilidad de las reglas impuestas por la troika a su Gobierno, quizás le granjee en unos meses el puesto de presidente del Eurogrupo, pero no nos deja a los españoles en muy buen lugar.
Es una lástima que las propuestas griegas vayan a caer en saco roto. Si nuestro Gobierno hiciera frente común con griegos, portugueses e italianos (los llamados PIGS) como sería razonable, es posible que el dogma austeridad fuese solo un mal sueño, pero en vez de ello pretendemos desmarcarnos de nuestros compañeros de infortunio insistendo torticeramente en que nuestros problemas tienen poco que ver con los de Grecia.
La historia oficial reza que los griegos se han ido a pique por su pasión por el fraude fiscal y por la pésima gestión de una casta corrupta. Si bien hay cierta verdad en todo ello, no es menos cierto que la troika ha obligado a socializar la deuda de la banca alemana (muy expuesta a la deuda griega) entre los ciudadanos griegos, y que Grecia empezó la crisis con una deuda de alrededor del 100% de su PIB, y que 5 años de austeridad después el mismo indicador se ha disparado por encima del 180%.
El marxista Yanis Varoufakis, ministro de Finanzas de Grecia, es uno de los intelectuales que más y mejor han escrito sobre la crisis, y además ha propuesto soluciones. En su blog podemos encontrar su "Modesta Propuesta" para la resolución de la crisis del euro. No deja de ser irónico que sea un marxista el que proponga las soluciones más razonables (y nada revolucionarias) para salir de ésta: tras constatar la imposibilidad de negociar nuevos tratados en el actual clima de desconfianza imperante, Varoufakis propone apurar las posibilidades de los tratados europeos existentes hasta el límite de lo aceptable para la opinión pública europea.
La lectura de su libro El minotauro global es aún más interesante, si cabe. Varoufakis se interesa en el mismo por los flujos internacionales del capital, que según él es algo a lo que ni keynesianos ni austericidas han prestado la atención necesaria durante esta crisis. Para Varoufakis, existen zonas que generan grandes superávits de capital y zonas deficitarias, y las zonas excedentarias deben reciclar parte de sus excedentes en las zonas deficitarias para sostener la demanda de los bienes que producen.
El ejemplo más claro de reciclaje de capitales a gran escala de zonas excedentarias a zonas deficitarias para Varoufakis fue el Plan Marshall durante la posguerra europea, en la que los americanos supieron asumir su rol hegemónico e instaurar un plan global de reciclaje de sus superávits. El sistema empezó a tambalearse a principios de los 70, cuando los Estados Unidos dejan de generar excedentes y pasan a ser deficitarios, reciclando los superávits del resto de países (China, Japón, Alemania) en el Wall Street, a quien Varoufakis llama "el minotauro global" y para el que Luis de Guindos trabajaba antes de ser nuestro ministro de Economía
Varoufakis concluye su libro con la idea de que China podría estar poniendo en práctica su propio plan global, con inversiones masivas en África y más recientemente en Iberoamérica para sostener así el crecimiento de la demanda de sus productos manufacturados al mismo tiempo que se asegura el control de las materias primas que tan necesarias le resultan para seguir creciendo.
Alemania no asume, ni quiere hacerlo, el rol hegemónico que como generadora de excedentes de capital le corresponde en la UE. Esto es finalmente malo para Europa en su conjunto y para Alemania en particular, ya que aunque Merkel se niegue a verlo, se deprime así la demanda de las manufacturas alemanas en la periferia de Europa.
Varoufakis no habla en absoluto de España en su libro, pero no es descabellado plantearse que si se detuviera a hacerlo planteara que parte de las tensiones territoriales que nos afectan sean de hecho también un conflicto mal resuelto entre zonas generadoras de superávits que no acaban de entender los delicados equilibrios de los que dependen que se sostenga la demanda de sus manufacturas por las zonas más deficitarias.
Quizás, si Merkel consigue desplazarlo de su puesto, sea el propio Varoufakis quien nos lo explique en su próximo libro. En cambio, si los españoles echamos a Guindos del Gobierno excluyo casi a priori que tenga nada interesante que contarnos en los años venideros.