Debe ser muy complicado y extraño el tener que anunciar decisiones de ámbito personal ante una audiencia desconocida. Debe ser muy desconcertante que la vida de uno salga a la exposición pública cual artículo de subasta en busca del mejor postor.
Las redes sociales son algo más que ágoras para el reencuentro de amigos del pasado, para la reactivación de relaciones familiares que estaban dormidas o para la publicación de lo que nos gusta o nos disgusta de la vida. Las redes sociales actúan como tablones de anuncios que utilizan muchos personajes famosos de diversos campos y mundos para contar a la multitud sus cambios personales.
¿Por qué nos atraen tanto las vidas personales ajenas? ¿Qué espacios no rellenamos de nuestra existencia para que nos interese sobremanera la trayectoria sentimental de los demás? ¿Nuestra sociedad de consumo también conlleva la ingesta de otras vidas que no son la nuestra?
Tania Sánchez, política más conocida por algunos por ser hasta hace poco la pareja de Pablo Iglesias, líder de Podemos, comentaba en un programa de televisión su anhelo de trazar una línea para preservar su esfera privada: «Lo ideal es que las relaciones personales tengan un ámbito privado y ojalá se pudieran mantener en ese ámbito exclusivamente privado a pesar de ser personaje público.» Ambos políticos decidieron publicar en su página de Facebook un comunicado para tratar de controlar la información y acallar los rumores alrededor de este hecho.
Cristiano Ronaldo e Irina Shayk también usaron las redes sociales para mandarse mensajes el uno al otro. El futbolista del Real Madrid deseaba suerte a través de Twitter a la que hasta el momento había sido su novia, mientras ésta colgaba una foto de unas vacaciones paradisíacas quizá para dar a entender que no estaba llevando tan mal la ruptura.
El balcón de la fama y la popularidad parece que también conlleva el dar explicaciones de con quién compartes tu vida y explicar por qué has decidido no seguir adelante con el proyecto de vida que te unía a esa persona. Esto son gajes del oficio, como reza el dicho, sobre todo, si haces de tu vida una ventana abierta y si te importa sobremanera la opinión de los demás.
Vamos a detenernos en la importancia que la opinión de los demás tiene en nuestras vidas, porque esto condiciona nuestras decisiones y limita nuestras actuaciones. Desde pequeños observamos cómo lo que hacemos y decimos está sometido al juicio de los adultos de referencia más directos: nuestros padres y más tarde nuestros profesores. Estos juicios externos aprueban o desaprueban nuestras actitudes y comportamientos y vamos modelando nuestra forma acorde a lo que se espera de nosotros, con tal de no sufrir. En ocasiones nos acostumbramos a complacer para que nos acepten y nos quieran y sin darnos cuenta vamos perdiendo una parte muy importante de nosotros por el camino. De adultos tenemos tan enraizada esta forma de actuar que ni siquiera nos paramos a pensar en lo que nosotros realmente deseamos. Esta bola se puede hacer tan grande que puede que llegue un momento en el que vivamos completamente de cara al exterior, sin conexión ni escucha interna. Su traducción al mundo de las parejas es que llegamos a perder nuestra identidad en el otro cuando en lo único en lo que pensamos es que la otra parte nos acepte a toda costa. ¿Dónde quedas tú? ¿En qué lugar olvidaste tus necesidades? ¿Cuántos vacíos detectas en tu vida? ¿Qué puedes hacer para rellenarlos de ti?
En este tiempo que vivimos muchas personas se quejan de sentir un vacío emocional en su vida. No saben cómo trabajar ese hueco, pero saben que existe y notan sus efectos. Ese vacío es un cartel que les avisa de que adolecen de una gran necesidad de afecto. La sociedad actual, tan dada a escuchar fuera y tan poco acostumbrada a atender la llamada del interior, nos incita a llenar el vacío con cualquier otra cosa. ¿Has sentido ese agujero negro y has tratado de compensarlo de cualquier manera? ¿Cuál ha sido el resultado? Cuando llenamos el vacío con caprichos momentáneos o adicciones de las más múltiples formas podemos obtener un alivio momentáneo, pero enseguida volvemos a estar sedientos de afecto y calor. Cuando no hacemos caso a la auténtica causa de nuestro vacío emocional, cualquier cosa nos sirve como red con tal de no caernos. Lo que no sabemos es que esa red tiene un defecto y nada más llegar a ella sus hebras se abren dando paso al abismo.
La verdadera red de tu vida eres tú mismo. Nada ni nadie te puede dar lo que no te das a ti mismo. En ocasiones nos preocupamos en exceso por la opinión que los demás tienen acerca de nosotros y de nuestra vida cuando lo que nos debe inquietar es el coste que estamos pagando por ello. Y es que en determinadas ocasiones de nuestra vida nos sentimos perdidos, vamos sin rumbo y la ansiedad anida en nuestro interior. Creemos saber quiénes somos, pero lo cierto es no estamos seguros. Nos pasamos la mayor parte del día invadidos por la sombra de la sensación de angustia, esperando a que vengan tiempos mejores. A menudo, no sabemos cómo comportarnos ni cómo abordar determinadas situaciones como es el caso de las rupturas sentimentales.
La vida es como un trapecio que se mueve de forma caprichosa poniendo a prueba nuestro equilibrio. Si no queremos caer por el agujero y quedarnos para siempre en el suelo de nuestras posibilidades, debemos encontrar nuestro centro de gravedad. Las circunstancias pueden tambalear los cimientos que creíamos firmemente asentados y provocarnos una sensación de inestabilidad que hace que nos desequilibremos y que se resienta todo lo que nos rodea, provocándonos estrés y desesperación. Una ruptura es un acontecimiento en tu vida que requiere de un gran respeto y atención por parte de sus protagonistas. Está bien anunciar a nuestros allegados el cambio que se ha producido en nuestras vidas, pero si realmente queremos abrirnos a nuestra auténtica vida, debemos retarnos a ver la ruptura más allá de su significado cotidiano y estar serenamente asentados más allá de los comentarios y opiniones de los demás.
Las redes sociales son algo más que ágoras para el reencuentro de amigos del pasado, para la reactivación de relaciones familiares que estaban dormidas o para la publicación de lo que nos gusta o nos disgusta de la vida. Las redes sociales actúan como tablones de anuncios que utilizan muchos personajes famosos de diversos campos y mundos para contar a la multitud sus cambios personales.
¿Por qué nos atraen tanto las vidas personales ajenas? ¿Qué espacios no rellenamos de nuestra existencia para que nos interese sobremanera la trayectoria sentimental de los demás? ¿Nuestra sociedad de consumo también conlleva la ingesta de otras vidas que no son la nuestra?
Tania Sánchez, política más conocida por algunos por ser hasta hace poco la pareja de Pablo Iglesias, líder de Podemos, comentaba en un programa de televisión su anhelo de trazar una línea para preservar su esfera privada: «Lo ideal es que las relaciones personales tengan un ámbito privado y ojalá se pudieran mantener en ese ámbito exclusivamente privado a pesar de ser personaje público.» Ambos políticos decidieron publicar en su página de Facebook un comunicado para tratar de controlar la información y acallar los rumores alrededor de este hecho.
Cristiano Ronaldo e Irina Shayk también usaron las redes sociales para mandarse mensajes el uno al otro. El futbolista del Real Madrid deseaba suerte a través de Twitter a la que hasta el momento había sido su novia, mientras ésta colgaba una foto de unas vacaciones paradisíacas quizá para dar a entender que no estaba llevando tan mal la ruptura.
El balcón de la fama y la popularidad parece que también conlleva el dar explicaciones de con quién compartes tu vida y explicar por qué has decidido no seguir adelante con el proyecto de vida que te unía a esa persona. Esto son gajes del oficio, como reza el dicho, sobre todo, si haces de tu vida una ventana abierta y si te importa sobremanera la opinión de los demás.
Vamos a detenernos en la importancia que la opinión de los demás tiene en nuestras vidas, porque esto condiciona nuestras decisiones y limita nuestras actuaciones. Desde pequeños observamos cómo lo que hacemos y decimos está sometido al juicio de los adultos de referencia más directos: nuestros padres y más tarde nuestros profesores. Estos juicios externos aprueban o desaprueban nuestras actitudes y comportamientos y vamos modelando nuestra forma acorde a lo que se espera de nosotros, con tal de no sufrir. En ocasiones nos acostumbramos a complacer para que nos acepten y nos quieran y sin darnos cuenta vamos perdiendo una parte muy importante de nosotros por el camino. De adultos tenemos tan enraizada esta forma de actuar que ni siquiera nos paramos a pensar en lo que nosotros realmente deseamos. Esta bola se puede hacer tan grande que puede que llegue un momento en el que vivamos completamente de cara al exterior, sin conexión ni escucha interna. Su traducción al mundo de las parejas es que llegamos a perder nuestra identidad en el otro cuando en lo único en lo que pensamos es que la otra parte nos acepte a toda costa. ¿Dónde quedas tú? ¿En qué lugar olvidaste tus necesidades? ¿Cuántos vacíos detectas en tu vida? ¿Qué puedes hacer para rellenarlos de ti?
En este tiempo que vivimos muchas personas se quejan de sentir un vacío emocional en su vida. No saben cómo trabajar ese hueco, pero saben que existe y notan sus efectos. Ese vacío es un cartel que les avisa de que adolecen de una gran necesidad de afecto. La sociedad actual, tan dada a escuchar fuera y tan poco acostumbrada a atender la llamada del interior, nos incita a llenar el vacío con cualquier otra cosa. ¿Has sentido ese agujero negro y has tratado de compensarlo de cualquier manera? ¿Cuál ha sido el resultado? Cuando llenamos el vacío con caprichos momentáneos o adicciones de las más múltiples formas podemos obtener un alivio momentáneo, pero enseguida volvemos a estar sedientos de afecto y calor. Cuando no hacemos caso a la auténtica causa de nuestro vacío emocional, cualquier cosa nos sirve como red con tal de no caernos. Lo que no sabemos es que esa red tiene un defecto y nada más llegar a ella sus hebras se abren dando paso al abismo.
La verdadera red de tu vida eres tú mismo. Nada ni nadie te puede dar lo que no te das a ti mismo. En ocasiones nos preocupamos en exceso por la opinión que los demás tienen acerca de nosotros y de nuestra vida cuando lo que nos debe inquietar es el coste que estamos pagando por ello. Y es que en determinadas ocasiones de nuestra vida nos sentimos perdidos, vamos sin rumbo y la ansiedad anida en nuestro interior. Creemos saber quiénes somos, pero lo cierto es no estamos seguros. Nos pasamos la mayor parte del día invadidos por la sombra de la sensación de angustia, esperando a que vengan tiempos mejores. A menudo, no sabemos cómo comportarnos ni cómo abordar determinadas situaciones como es el caso de las rupturas sentimentales.
La vida es como un trapecio que se mueve de forma caprichosa poniendo a prueba nuestro equilibrio. Si no queremos caer por el agujero y quedarnos para siempre en el suelo de nuestras posibilidades, debemos encontrar nuestro centro de gravedad. Las circunstancias pueden tambalear los cimientos que creíamos firmemente asentados y provocarnos una sensación de inestabilidad que hace que nos desequilibremos y que se resienta todo lo que nos rodea, provocándonos estrés y desesperación. Una ruptura es un acontecimiento en tu vida que requiere de un gran respeto y atención por parte de sus protagonistas. Está bien anunciar a nuestros allegados el cambio que se ha producido en nuestras vidas, pero si realmente queremos abrirnos a nuestra auténtica vida, debemos retarnos a ver la ruptura más allá de su significado cotidiano y estar serenamente asentados más allá de los comentarios y opiniones de los demás.