¿Sabéis lo que os digo? Que me cago en la Psicología. ¿Es que antes de existir vosotros no había gente feliz?
Hoy en día, todo termina en psicólogos: trances de la vida más o menos desafortunados terminan con el manual de autoayuda o con la visita al psicólogo; te tiemblan las piernas cuando tienes que hablar en público, al psicólogo; te dan vergüenza tus kilos de más mal distribuidos, al psicólogo.
Que el niño suspende hasta el recreo también al psicólogo. ¡Pues no! lo que necesita ese niño es que su maestro se ponga las pilas y le haga atractivo lo que debe aprender. El niño debe disfrutar de lo que hace, no necesita alguien que le reconduzca al redil de los silenciosos y aplicados, necesita que se le reconozca sus peculiaridades y sus diversidades.
Que te mandan al paro, al psicólogo. ¡No! Lo que necesito es un empleo.
Que estás menopáusica, al psicólogo: eso sí, remitida por tu ginecólogo, otro que tal baila. ¡No!, que la menopausia no es una enfermedad, a lo mejor lo que necesitas es cariño y salir de su relación de rutina, que haya cambios en su vida y que lo que reste no sea un camino monótono y monocorde. Las alegrías en la vida no pueden consistir en desear que llegue la hora de ver al psicólogo (a no ser que te lo hayas ligao, claro).
Que un equipo no marca un gol ni al arco iris, al psicólogo; no importa que no cobren o que tengan un régimen marcial en el vestuario, o un entrenador estrella, o que nadie vaya al campo a verlos.
Si una empresa no vende, al psicólogo; si vende mucho también, hay que seguir creciendo.
Hay una catástrofe y aparecen en manadas para acompañar, parece que la rabia y la desesperación debe ser sofocada, la sociedad hace uso de los psicólogos para adocenar y encarrilar cualquier desatino que los ciudadanos osemos cometer; el borreguismo y la tranquilidad de espíritu son valores en alza para que no desesperemos en épocas de crisis. Todo el mundo debe ser feliz, la psicología ayudará a reconvertir personalidades que torturan su mente en busca de una respuesta diferente a la ofrecida por los medios y el buen sentir. Puedes protestar en la calle, manifestarte, pero por el carril indicado, puedes chillar tu ira, pero antes de las 12 de la noche, para no despertar a los vecinos.
Tienes que ir a votar, puedes elegir entre unos y otros, debes sentirte libre, puedes hasta ser un revolucionario y abstenerte activamente, pero tienes que hacerlo. También puedes estar muerto en vida y pasar, pero eso no es opción, son extremadamente aburridos los zombis.
Los psicólogos nos obligan a entender la locura como algo que explica lo inexplicable. Menos mal que el piloto estaba loco, que si no, qué desazón, qué absurdo, un hombre que decide en sus plenas facultades mentales estrellar un avión o asesinar a otro sin mediar palabra, sin sufrimiento, sin nausea.
¡Vale! ¡Vale! ¡La camisa, no! Si quiero mucho a los psicólogos, de verdad, si sigo en mi Twitter a Patricia Ramirez y a Rizaldos también, en serio, los leo en El Huffington, me gustan mucho.
¡Vale! ya me tomo las pastillas.
Hoy en día, todo termina en psicólogos: trances de la vida más o menos desafortunados terminan con el manual de autoayuda o con la visita al psicólogo; te tiemblan las piernas cuando tienes que hablar en público, al psicólogo; te dan vergüenza tus kilos de más mal distribuidos, al psicólogo.
Que el niño suspende hasta el recreo también al psicólogo. ¡Pues no! lo que necesita ese niño es que su maestro se ponga las pilas y le haga atractivo lo que debe aprender. El niño debe disfrutar de lo que hace, no necesita alguien que le reconduzca al redil de los silenciosos y aplicados, necesita que se le reconozca sus peculiaridades y sus diversidades.
Que te mandan al paro, al psicólogo. ¡No! Lo que necesito es un empleo.
Que estás menopáusica, al psicólogo: eso sí, remitida por tu ginecólogo, otro que tal baila. ¡No!, que la menopausia no es una enfermedad, a lo mejor lo que necesitas es cariño y salir de su relación de rutina, que haya cambios en su vida y que lo que reste no sea un camino monótono y monocorde. Las alegrías en la vida no pueden consistir en desear que llegue la hora de ver al psicólogo (a no ser que te lo hayas ligao, claro).
Que un equipo no marca un gol ni al arco iris, al psicólogo; no importa que no cobren o que tengan un régimen marcial en el vestuario, o un entrenador estrella, o que nadie vaya al campo a verlos.
Si una empresa no vende, al psicólogo; si vende mucho también, hay que seguir creciendo.
Hay una catástrofe y aparecen en manadas para acompañar, parece que la rabia y la desesperación debe ser sofocada, la sociedad hace uso de los psicólogos para adocenar y encarrilar cualquier desatino que los ciudadanos osemos cometer; el borreguismo y la tranquilidad de espíritu son valores en alza para que no desesperemos en épocas de crisis. Todo el mundo debe ser feliz, la psicología ayudará a reconvertir personalidades que torturan su mente en busca de una respuesta diferente a la ofrecida por los medios y el buen sentir. Puedes protestar en la calle, manifestarte, pero por el carril indicado, puedes chillar tu ira, pero antes de las 12 de la noche, para no despertar a los vecinos.
Tienes que ir a votar, puedes elegir entre unos y otros, debes sentirte libre, puedes hasta ser un revolucionario y abstenerte activamente, pero tienes que hacerlo. También puedes estar muerto en vida y pasar, pero eso no es opción, son extremadamente aburridos los zombis.
Los psicólogos nos obligan a entender la locura como algo que explica lo inexplicable. Menos mal que el piloto estaba loco, que si no, qué desazón, qué absurdo, un hombre que decide en sus plenas facultades mentales estrellar un avión o asesinar a otro sin mediar palabra, sin sufrimiento, sin nausea.
¡Vale! ¡Vale! ¡La camisa, no! Si quiero mucho a los psicólogos, de verdad, si sigo en mi Twitter a Patricia Ramirez y a Rizaldos también, en serio, los leo en El Huffington, me gustan mucho.
¡Vale! ya me tomo las pastillas.