Alberto, el concursante de MasterChef que se ha convertido en el amo de todo por unos días, podría ser el joven vecino al que todos hemos visto crecer. El chaval rarito del que todos los niños se reían en el patio del colegio. Podría ser el chico especial, al que sus padres siempre intentaron proteger, pero que finalmente se hace mayor y toma sus propias decisiones.
Alberto podría ser el hijo de cualquiera de ustedes. O el hermano. O el amigo querido. O el sobrino. Siempre y cuando, claro, ninguno de ustedes fuera ejecutivo de televisión. O miembro de la productora que realiza el casting. O realizador, o productor, o guionista del programa.
Entonces, si usted fuera uno de ellos, Alberto NUNCA habría llegado a ese proceso de selección de 15.000 personas para participar en un espacio de televisión. Y por supuesto NUNCA lo habría pasado. Si Alberto fuera el hijo de cualquiera de ellos, ellos le habrían blindado contra el escarnio y no le habrían dejado que se acercara ni un poquito a la fiera de la tele.
Su frase célebre, León come gamba, jamás habría sido pronunciada en la televisión. Los miembros del jurado, de haber sido un familiar querido, nunca habrían permitido que concursara. Así que la humillación nunca habría tenido lugar.
Ayer, El Comidista escribió un post sobre el asunto. Por la noche debatimos sobre el tema.
Yo reconozco que me pongo seria en estos casos. Me sale la killer que yo era cuando trabajaba en la tele, y que decidí no ser más. Será por eso por lo que ayer me gustó oír al querido Toni Martínez en Todo por la radio, de La Ventana de Carles Francino, reflexionar sobre el asunto y cuestionar precisamente eso, el proceso de selección de Alberto. ¿Se les coló este tipo?, era la pregunta. NI DE CASUALIDAD, respondo yo.
Sé cómo son esos castings de la tele, sé de su crueldad, de su falta de miramientos. Sé lo que es estar ante un friki y pensar, uy, va a dar un juego totaaaaaaaaal este chico, y comentarlo en plan ju ju ja ja con tus compañeros. Pero no hay mala intención, me dirán todos, va, no te pongas intensa, que nos ha dado para reírnos un rato.
Claro, claro. Me cuentan además que Alberto se lo ha tomado con humor. Claro, claro. Lo único que digo es que Alberto no tiene un padre ejecutivo de televisión.
En su post, El Comidista, contaba cómo había sido la reacción de Pepe Rodríguez y Jordi Cruz. "Fue fulminante -lo mandaron a casa inmediatamente, sin deliberar- y a mi entender, un tanto exagerada: tras acusar al pobre chaval de 18 años de insultarles y burlarse de ellos en un tono de lo más agresivo, éste se desmoronó y se puso a llorar como una Magdalena".
Cosa que jamás habría pasado si Alberto hubiera tenido algún familiar entre los miembros del proceloso mundo de la tele. Ahí lo dejo.
Alberto podría ser el hijo de cualquiera de ustedes. O el hermano. O el amigo querido. O el sobrino. Siempre y cuando, claro, ninguno de ustedes fuera ejecutivo de televisión. O miembro de la productora que realiza el casting. O realizador, o productor, o guionista del programa.
Entonces, si usted fuera uno de ellos, Alberto NUNCA habría llegado a ese proceso de selección de 15.000 personas para participar en un espacio de televisión. Y por supuesto NUNCA lo habría pasado. Si Alberto fuera el hijo de cualquiera de ellos, ellos le habrían blindado contra el escarnio y no le habrían dejado que se acercara ni un poquito a la fiera de la tele.
Su frase célebre, León come gamba, jamás habría sido pronunciada en la televisión. Los miembros del jurado, de haber sido un familiar querido, nunca habrían permitido que concursara. Así que la humillación nunca habría tenido lugar.
Ayer, El Comidista escribió un post sobre el asunto. Por la noche debatimos sobre el tema.
Yo reconozco que me pongo seria en estos casos. Me sale la killer que yo era cuando trabajaba en la tele, y que decidí no ser más. Será por eso por lo que ayer me gustó oír al querido Toni Martínez en Todo por la radio, de La Ventana de Carles Francino, reflexionar sobre el asunto y cuestionar precisamente eso, el proceso de selección de Alberto. ¿Se les coló este tipo?, era la pregunta. NI DE CASUALIDAD, respondo yo.
Sé cómo son esos castings de la tele, sé de su crueldad, de su falta de miramientos. Sé lo que es estar ante un friki y pensar, uy, va a dar un juego totaaaaaaaaal este chico, y comentarlo en plan ju ju ja ja con tus compañeros. Pero no hay mala intención, me dirán todos, va, no te pongas intensa, que nos ha dado para reírnos un rato.
Claro, claro. Me cuentan además que Alberto se lo ha tomado con humor. Claro, claro. Lo único que digo es que Alberto no tiene un padre ejecutivo de televisión.
En su post, El Comidista, contaba cómo había sido la reacción de Pepe Rodríguez y Jordi Cruz. "Fue fulminante -lo mandaron a casa inmediatamente, sin deliberar- y a mi entender, un tanto exagerada: tras acusar al pobre chaval de 18 años de insultarles y burlarse de ellos en un tono de lo más agresivo, éste se desmoronó y se puso a llorar como una Magdalena".
Cosa que jamás habría pasado si Alberto hubiera tenido algún familiar entre los miembros del proceloso mundo de la tele. Ahí lo dejo.