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Hay un gran debate a nivel mundial sobre los alimentos transgénicos. En realidad, la gente quiere saber qué está comiendo.
Uno de los temas que impulsan este debate es la necesidad de aprobar una legislación para que la etiqueta de un alimento especifique si es transgénico o no. La gente necesita tener esta información, y después, tomar una decisión si decide consumirlo. En Estados Unidos, están analizando una propuesta que incluye que puedas tener toda la información del producto con tu móvil inteligente ("smartphone") al escanear un código de barras o código QR.
Primero, podríamos preguntarnos: ¿qué es un alimento genéticamente modificado (AGM) o transgénico?
Es un alimento que contiene en su genoma (totalidad del ADN) un gen que proviene de otra planta, animal u organismo. Es un alimento que no es natural. O como ahora está de moda decir, no es orgánico.
Tomates, soja, papas, maíz, calabaza y múltiples ingredientes de alimentos se modifican genéticamente todos los días alrededor del mundo, llegan a las cadenas de distribución, y el ciclo termina con el consumo.
La soja (Glycine max) se utiliza como alimento y aceite, y se cultiva en China desde hace 5000 años. A partir del año 1996, la producción de soja transgénica aumentó en Estados Unidos, Brasil y Argentina. Al mismo tiempo, China progresivamente dejó de producirla en forma masiva, y se convirtió en el principal importador a nivel mundial. Durante la década pasada, la soja transgénica se convirtió en el cultivo genéticamente modificado más cultivado a nivel mundial, representando el 47% de los cultivos biotecnológicos en el mundo con 75.4 millones de hectáreas en 2011.
La soja modificada genéticamente es resistente al herbicida glifosato. La resistencia que tiene la soja a este herbicida es gracias a la inserción de un gen proveniente de la bacteria Agrobacterium. Al aplicar el glifosato sobre las superficies sembradas, este herbicida interrumpe el crecimiento de malezas, y por ende se mueren, sin afectar el crecimiento de la soja.
El 70% de los productos procesados contienen por lo menos un ingrediente genéticamente modificado, y en la mayoría de los casos es soja transgénica. Por ejemplo, las milanesas de calabaza.
La accesibilidad a la información sobre los alimentos genéticamente modificados (AGMs) debería ser universal. Cuando sea así en el futuro, se podrá saber si un alimento tiene transgénicos o no a través de un código en la etiqueta, ya que los alimentos estarán registrados en una página web. Y aunque una persona no tenga un smartphone (el caso de la mayoría), podrá acceder a esa información desde el ordenador de su casa, un locutorio o biblioteca.
En Australia y Japón existen leyes que obligan a las compañías de alimentos a incluir en las etiquetas la información cuando el producto contiene ingredientes genéticamente modificados. Eso no ocurre en Argentina ni en otros países como los Estados Unidos. En ese país, el 93% de las personas quieren que las etiquetas de los alimentos contengan esta información de acuerdo a una encuesta recientemente publicada en el diario The New York Times.
Un fenómeno muy interesante es que algunas compañías en Europa y Estados Unidos, aunque no están obligadas por el marco normativo, han comenzado a incluir en sus etiquetas que sus productos son naturales u orgánicos. Algunas etiquetas incluyen la leyenda "libre de AGM". Por supuesto que la industria también aprovecha que los alimentos orgánicos, también rebautizados como "superalimentos", están de moda, y estas acciones tienen un objetivo estratégico en cuanto al marketing y las ventas.
Los sectores económicos que promueven la producción y consumo de estos alimentos también argumentan que no será posible alimentar a 11 billones de habitantes en el mundo para el año 2050 sin la utilización de la biotecnología. Sin embargo, existen otras voces que se oponen fuertemente a la prevalencia de estos productos.
Los alimentos genéticamente modificados causan alergia y toxicidad en algunas personas. A su vez, se ha descripto que pueden producir efectos adversos en varios órganos, como el hígado, riñón, páncreas, y en el sistema reproductor. Estos alimentos también pueden producir alteraciones en la sangre, a nivel bioquímico e inmunológico, causando reacciones alérgicas. El sistema inmune reconoce marcadores en las frutas o vegetales que son extraños, generando una reacción en el cuerpo para "atacarlos y destruirlos".
Este es el mundo que vivimos, no está en mi espíritu plantear un panorama dramático ni 100% ecológico, ni mucho menos extremista. Mi objetivo es informar sobre el estado de situación, y plantear un nuevo tema que merece un debate extenso para encontrar la mejor solución en beneficio del bien común.
Si te interesan estos temas, puedes leer mi nuevo libro Genética. Cómo puede cambiar nuestras vidas (Paidós).