Esta parece ser la máxima que ha inspirado al Consejo Europeo. Millones de seres humanos huyen de la guerra, del hambre y de la desesperación. El conflicto sirio ha generado ya cerca de 4 millones de refugiados que se agolpan en los países vecinos. Turquía ha acogido en su territorio a más de 1,5 millones de sirios. Una cuarta parte de la población en Líbano son personas desplazadas que buscan asilo. Y mientras, la Unión Europea, al tiempo que reclama a estos países vecinos -mucho menos ricos que nosotros- la apertura de sus fronteras para que puedan entrar todos estos desplazados, no ha sido capaz de aceptar en su seno más que a unas pocas decenas de miles de ellos.
Cuando son doce los millones de personas que han tenido que abandonar sus hogares en Siria, ayer en el Consejo Europeo el debate era si aceptar 5.000 o 10.000 refugiados más para toda la UE. Ni siquiera se consiguió un acuerdo para ese mínimo.
Es la muestra, en términos crudos, de lo equivocadas que están nuestras prioridades ante lo que es una de las crisis humanitarias más graves de nuestra reciente historia. Mientras los gobiernos continúen insistiendo en soluciones de carácter cuasi militar -siempre bajo el esquema dominante de la defensa y la seguridad-, nos seguiremos equivocando, y estaremos faltando además a nuestras obligaciones internacionales, políticas y morales.
Bloquear las vías legales para la inmigración, limitar el derecho de asilo, cerrar las fronteras terrestres, destruir pobres embarcaciones o empujar un poco más allá a centenares de miles de personas que NECESITAN salir no hará desaparecer el problema. Al intentar no ver lo que sucede, nos convertimos en cómplices del drama.
¿Ojos que no ven, corazón que no siente? Pues sí, parece que el corazón de Europa pronto no va a sentir nada.
Cuando son doce los millones de personas que han tenido que abandonar sus hogares en Siria, ayer en el Consejo Europeo el debate era si aceptar 5.000 o 10.000 refugiados más para toda la UE. Ni siquiera se consiguió un acuerdo para ese mínimo.
Es la muestra, en términos crudos, de lo equivocadas que están nuestras prioridades ante lo que es una de las crisis humanitarias más graves de nuestra reciente historia. Mientras los gobiernos continúen insistiendo en soluciones de carácter cuasi militar -siempre bajo el esquema dominante de la defensa y la seguridad-, nos seguiremos equivocando, y estaremos faltando además a nuestras obligaciones internacionales, políticas y morales.
Bloquear las vías legales para la inmigración, limitar el derecho de asilo, cerrar las fronteras terrestres, destruir pobres embarcaciones o empujar un poco más allá a centenares de miles de personas que NECESITAN salir no hará desaparecer el problema. Al intentar no ver lo que sucede, nos convertimos en cómplices del drama.
¿Ojos que no ven, corazón que no siente? Pues sí, parece que el corazón de Europa pronto no va a sentir nada.