Las próximas elecciones a rector en la Universidad Complutense de Madrid, que se celebrarán el día 5 de mayo en primera vuelta, revisten una enorme trascendencia porque decidirán si esta institución apuesta con decisión por la eficiencia, la investigación y la internacionalización o por continuar en la senda de atonía que la ha conducido a una pérdida de competitividad y un deterioro de las condiciones de trabajo de profesores y alumnos.
Como es sabido, los pasados años de profunda crisis en España han venido acompañados de recortes importantes en los presupuestos dedicados a la enseñanza superior y a la investigación. Ello ha hecho aún más difícil la adaptación al cambio profundo en el que las universidades se encuentran inmersas, como consecuencia del establecimiento del Espacio Europeo de Educación Superior y del crecimiento del número de universidades públicas y privadas, que ha generado más competencia en el mercado de estudios de grado y postgrado, por otra parte también estimulada desde el exterior por el atractivo que ejercen sobre los estudiantes las universidades extranjeras de prestigio, hoy más accesibles.
Como consecuencia, cada universidad se enfrenta hoy al formidable reto de poner fin a la creciente reducción del número de alumnos (en parte debida al aumento de las tasas de matrícula) y de enriquecer la calidad de sus equipos y programas. Pues bien, no todas lo están haciendo con igual celeridad y acierto. La UCM no ha conseguido poner en marcha un plan de actuación ágil, a lo que hay que sumar la dificultad de entendimiento con su principal financiador, la Comunidad de Madrid, dada la elevada carga ideológica que ha caracterizado a los gobiernos de la región en los últimos cuatro años.
Esta limitada habilidad de gestión se evidencia en un planteamiento central de carácter defensivo y rutinario, consistente en realizar los menores ajustes posibles, extendiendo a todas las esferas la reducción del gasto, sin avanzar en una mejor asignación de los recursos en función de objetivos y proyectos emergentes, con el consiguiente deterioro de la docencia y la investigación, tanto en calidad como en volumen, perdiendo liderazgo en ambos niveles.
La respuesta a la situación antes expuesta ha de ser completamente distinta, basada en el aumento de la calidad y capacidad competitiva de la UCM: mejor gestión, atendiendo a nuevas exigencias de formación, readaptación a ellas de los recursos materiales y humanos disponibles, más investigación y más internacionalización, con convenios con universidades extranjeras que garanticen un mayor intercambio de profesores y alumnos, y con captación de alumnos extranjeros de alta capacidad.
No es una tarea sencilla. Exige un equipo con ideas claras y firmeza en sus propósitos, con capacidad de ilusionar a todos e incorporarlos a un proyecto de excelencia y de profesionalidad, de apuesta por el futuro. Un equipo estable, transparente en sus actuaciones y en conexión permanente con toda la comunidad universitaria, que persiga restablecer la dignidad en las condiciones de trabajo de profesores y alumnos y apostar por la calidad y el progreso.
La única ideología relevante de la que hacer gala en lo que toca a universidades es aquella que cree que la universidad pública puede ser una institución competitiva y reconocedora del talento, sin dejar de cultivar los valores fundamentales de la persona, la creatividad, la solidaridad, el respeto mutuo, la libertad y la igualdad de oportunidades.
La Universidad Complutense de Madrid se encuentra en una encrucijada crítica, debiendo optar por un futuro que la acerque a las posiciones de liderazgo que la han caracterizado durante largo tiempo, o abandonarse a uno que la aleje de ellas. Más complutense es mi lema. Defiendo, con mi candidatura a rector, una propuesta participativa y generadora de ilusión. La Universidad Complutense de Madrid está en condiciones de progresar con rapidez, es algo en lo que yo creo profundamente, que quiero transmitir y de lo que espero convencer, para poder hacerlo realidad. Los años que vienen son decisivos para iniciar la tarea de resituarla entre las mejores universidades de España y en una posición internacional digna. De nosotros depende que no los desperdiciemos. Espero poder contar con todos para hacer +COMPLUTENSE.
Como es sabido, los pasados años de profunda crisis en España han venido acompañados de recortes importantes en los presupuestos dedicados a la enseñanza superior y a la investigación. Ello ha hecho aún más difícil la adaptación al cambio profundo en el que las universidades se encuentran inmersas, como consecuencia del establecimiento del Espacio Europeo de Educación Superior y del crecimiento del número de universidades públicas y privadas, que ha generado más competencia en el mercado de estudios de grado y postgrado, por otra parte también estimulada desde el exterior por el atractivo que ejercen sobre los estudiantes las universidades extranjeras de prestigio, hoy más accesibles.
Como consecuencia, cada universidad se enfrenta hoy al formidable reto de poner fin a la creciente reducción del número de alumnos (en parte debida al aumento de las tasas de matrícula) y de enriquecer la calidad de sus equipos y programas. Pues bien, no todas lo están haciendo con igual celeridad y acierto. La UCM no ha conseguido poner en marcha un plan de actuación ágil, a lo que hay que sumar la dificultad de entendimiento con su principal financiador, la Comunidad de Madrid, dada la elevada carga ideológica que ha caracterizado a los gobiernos de la región en los últimos cuatro años.
Esta limitada habilidad de gestión se evidencia en un planteamiento central de carácter defensivo y rutinario, consistente en realizar los menores ajustes posibles, extendiendo a todas las esferas la reducción del gasto, sin avanzar en una mejor asignación de los recursos en función de objetivos y proyectos emergentes, con el consiguiente deterioro de la docencia y la investigación, tanto en calidad como en volumen, perdiendo liderazgo en ambos niveles.
La respuesta a la situación antes expuesta ha de ser completamente distinta, basada en el aumento de la calidad y capacidad competitiva de la UCM: mejor gestión, atendiendo a nuevas exigencias de formación, readaptación a ellas de los recursos materiales y humanos disponibles, más investigación y más internacionalización, con convenios con universidades extranjeras que garanticen un mayor intercambio de profesores y alumnos, y con captación de alumnos extranjeros de alta capacidad.
No es una tarea sencilla. Exige un equipo con ideas claras y firmeza en sus propósitos, con capacidad de ilusionar a todos e incorporarlos a un proyecto de excelencia y de profesionalidad, de apuesta por el futuro. Un equipo estable, transparente en sus actuaciones y en conexión permanente con toda la comunidad universitaria, que persiga restablecer la dignidad en las condiciones de trabajo de profesores y alumnos y apostar por la calidad y el progreso.
La única ideología relevante de la que hacer gala en lo que toca a universidades es aquella que cree que la universidad pública puede ser una institución competitiva y reconocedora del talento, sin dejar de cultivar los valores fundamentales de la persona, la creatividad, la solidaridad, el respeto mutuo, la libertad y la igualdad de oportunidades.
La Universidad Complutense de Madrid se encuentra en una encrucijada crítica, debiendo optar por un futuro que la acerque a las posiciones de liderazgo que la han caracterizado durante largo tiempo, o abandonarse a uno que la aleje de ellas. Más complutense es mi lema. Defiendo, con mi candidatura a rector, una propuesta participativa y generadora de ilusión. La Universidad Complutense de Madrid está en condiciones de progresar con rapidez, es algo en lo que yo creo profundamente, que quiero transmitir y de lo que espero convencer, para poder hacerlo realidad. Los años que vienen son decisivos para iniciar la tarea de resituarla entre las mejores universidades de España y en una posición internacional digna. De nosotros depende que no los desperdiciemos. Espero poder contar con todos para hacer +COMPLUTENSE.