Hay una broma de los Monty Python que se ha repetido mucho estos días en Londres. Un analista interviene en un programa de televisión tras conocer los resultados electorales y afirma solemnemente: "Mis pronósticos se han cumplido excepto en lo que se refiere al partido que finalmente ha resultado ganador". Todos los columnistas británicos incluyen ahora en sus textos una forma de excusa por haber creído lo que todas las encuestas repetían consistentemente: que habría una gran fragmentación en el nuevo parlamento que obligaría a una forma u otra de coalición. Las encuestas a veces se equivocan muchísimo (nota mental: ¿nos precipitamos en España al dar por sentado que cuatro partidos dominarán el mapa político?). Ninguno de los analistas y profesores de Ciencias Políticas con los que hablé la semana pasada barajaban una mayoría absoluta de David Cameron. Y ahí está sonriente a las puertas de Downing Street diciendo que esta ha sido la más dulce de las victorias que podía imaginar. Él tampoco se lo puede creer.
Pero la luna de miel de Cameron con el electorado británico va a durar muy poco. Su victoria con mayoría absoluta -la primera desde las elecciones que ganó Sir John Major en 1992- será pronto amarga. Los resultados electorales corren el riesgo de producir un espejismo algo engañoso. La dura realidad del Reino Unido es que nunca ha estado tan dividido internamente ni ha estado tan aislado del mundo y de Europa. En otras palabras: corren el riesgo de partirse en dos y quedar borrados del mapa donde sus intereses están representados: Europa.
Los británicos son bastante conscientes de lo primero, puesto que la campaña ha estado dominada por el pulso del nacionalismo inglés encabezado por Cameron contra el nacionalismo escocés representado por Sturgeon. Ambos han ganado sobre la base de confrontar a ingleses contra escoceses. Una espiral perversa que será difícil de frenar ahora.
Pero sobre lo segundo, el aislamiento británico, he encontrado en mis interlocutores una mezcla de complacencia, ingenuidad y una suerte de fe religiosa en que los problemas para Reino Unido de encontrar un lugar en el mundo se resolverán de manera mágica. Esta campaña electoral ha sido con gran diferencia la más aldeana que se recuerdan en décadas: el debate sobre cualquier cuestión internacional -incluido el espinoso tema del Reino Unido en Europa- ha estado sencillamente ausente. Una noticia inquietante para un país que hace cien años era imperio y prácticamente amo del mundo.
Lo curioso de los dos asuntos que van a dominar la política británica (y en gran medida la europea) es que uno y otro están íntimamente relacionados. De la forma en que Cameron gestione el referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en Europa dependerá también que los escoceses logren convocar un nuevo referéndum sobre su independencia y eventualmente separarse. La razón es que una de las condiciones que el nacionalismo escocés ha puesto sobre la mesa para celebrar una nueva consulta de independencia es la salida del Reino Unido de la UE.
Digámoslo claramente: salir de la UE sería para ellos un mal negocio. Desde el punto de vista económico, generaría una gran incertidumbre y produciría un efecto espantada de muchas compañías internacionales que están en el Reino Unido porque es un país de la Unión Europea.
Es verdad: se puede no ser miembro de la UE, ser un país europeo y tener una economía competitiva. Pero la realidad es que cuanto más independiente quiera ser el Reino Unido, menos influencia tendrá más allá de sus fronteras. En todo caso, si Reino Unido sale de la Unión y mantiene una relación comercial privilegiada con la UE tiene tres opciones. Podría ser parte del Área Económica Europea (como lo es Noruega), manteniendo acceso al mercado único pero sin influencia en sus normas. Podría optar por ser miembro de la unión aduanera, como lo son Turquía o Andorra, perdiendo acceso al mercado único y aceptando la tarifa común existente. Por último, podría optar por un acuerdo bilateral con la UE, como lo tiene Suiza, aunque esto le obligaría a negociar con un actor superior en condiciones de debilidad (para el Reino Unido la UE representa el 50% de sus flujos comerciales, frente al 10% que supone para la UE el comercio con el Reino Unido). La opción más independentista y más arriesgada sería confiar sus relaciones comerciales a la OMC, aunque de nuevo competiría con actores mucho más fuertes. Está claro que ninguna de estas opciones es tan buena como la pertenencia a la UE que hasta ahora el Reino Unido disfruta amargamente. Sobra decir que su otro gran aliado, Estados Unidos, está alarmado con la idea de que el Reino Unido salga y conforme más fuera se encuentra menos cuenta para Washington.
Pero, ¿saldrá realmente el Reino Unido de la UE?
Hay algo curioso: entre los diez o doce temas que han confluido en la campaña electoral, Europa es uno de los últimos de la lista según el nivel de importancia para los electores. Y sin embargo será el asunto número uno en la agenda del Gobierno. Durante los últimos meses, las encuestas -¡cuidado con ellas!- vienen reflejando que una mayoría de británicos es partidaria de permanecer en la UE. Quizás el famoso pragmatismo británico al que hacía referencia en mi anterior post sea capaz de vencer en el referéndum. Pero ya sabemos que las consultas son bastante impredecibles.
Tres preguntas al respecto:
¿Logrará Cameron mantener unido a su partido? El partido conservador británico -como la mayoría de los partidos de centro-derecha europeos- tiene dos almas. Una liberal-burguesa, que simpatiza con la globalización e incluso con la UE -más presente en las grandes ciudades-, y otra más nacionalista que encarna un discurso patriótico, rural y a veces populista. Cameron pertenece al primer grupo y es -aunque nos parezca increíble- uno de los líderes más pro-europeístas de su partido. Su victoria con mayoría absoluta debería darle más fuerza en su partido, pero no tendrá sin embargo el apoyo del (hundido) Partido Liberal de Nick Clegg, el más europeísta del mapa político británico.
¿El proceso de renovación laborista que ahora comienza tras la dimisión de Miliband apoyará sin fisuras la permanencia en la UE? Esperemos que sí. Aunque no debemos olvidar que el populista UKIP le roba muchos votantes de las clases trabajadoras que tradicionalmente han votado al Partido Laborista.
¿Cuál será la fuerza de UKIP tras haber sacado solamente un escaño? Al partido de Nigel Farage no le ha ido nada mal en términos de apoyo popular (ha obtenido un 12,60% de los votos), aunque ha sido castigado por el sistema mayoritario. Tras amagar con retirarse del liderazgo de UKIP, Farage ha decidido quedarse. Por nada del mundo se perdería la campaña del referéndum que en realidad ya ha comenzado. No olvidemos tampoco que UKIP ganó las pasadas elecciones europeas en el Reino Unido.
Hago una apuesta: la consulta se celebrará antes de 2017, que es la fecha en la que Cameron se comprometió en 2013 que haría la consulta. La razón es sencilla. Cuanto antes la convoque, antes eliminará la gran incertidumbre que desde estos momentos lleva sobre sus espaldas el Reino Unido. Que nadie se engañe. Si los mercados han celebrado hoy la permanencia de Cameron en el Gobierno, pasado mañana se preguntarán día tras día si el país en el que tienen puestos sus intereses será o no un miembro de la UE. Cuanto antes despejen la incógnita, mejor.
Hay otras razones por las que Cameron tratará de hacer la consulta en 2016. En 2017 se celebrarán las elecciones presidenciales en Francia y -¡no se lo pierdan!- en julio de ese año el Reino Unido se hará cargo de la presidencia rotativa de la Unión Europea.
Algunos nos sorprendimos cuando Juncker, actual presidente de la Comisión Europea, anunció que no habrá en este mandato de cinco años nuevas adhesiones a la UE. Lo que quizás no imaginamos es que podríamos terminar con menos miembros. ¿Terminará Grecia fuera de la UE si sale de una forma desordenada de la unión monetaria? ¿Qué decidirá Reino Unido en 2016? ¿Cómo afectarán estos acontecimientos a las posibilidades de Marine Le Pen de ganar las elecciones presidenciales en Francia en 2017? ¿Quién dijo que la política europea es aburrida?
Pero la luna de miel de Cameron con el electorado británico va a durar muy poco. Su victoria con mayoría absoluta -la primera desde las elecciones que ganó Sir John Major en 1992- será pronto amarga. Los resultados electorales corren el riesgo de producir un espejismo algo engañoso. La dura realidad del Reino Unido es que nunca ha estado tan dividido internamente ni ha estado tan aislado del mundo y de Europa. En otras palabras: corren el riesgo de partirse en dos y quedar borrados del mapa donde sus intereses están representados: Europa.
Los británicos son bastante conscientes de lo primero, puesto que la campaña ha estado dominada por el pulso del nacionalismo inglés encabezado por Cameron contra el nacionalismo escocés representado por Sturgeon. Ambos han ganado sobre la base de confrontar a ingleses contra escoceses. Una espiral perversa que será difícil de frenar ahora.
Pero sobre lo segundo, el aislamiento británico, he encontrado en mis interlocutores una mezcla de complacencia, ingenuidad y una suerte de fe religiosa en que los problemas para Reino Unido de encontrar un lugar en el mundo se resolverán de manera mágica. Esta campaña electoral ha sido con gran diferencia la más aldeana que se recuerdan en décadas: el debate sobre cualquier cuestión internacional -incluido el espinoso tema del Reino Unido en Europa- ha estado sencillamente ausente. Una noticia inquietante para un país que hace cien años era imperio y prácticamente amo del mundo.
Lo curioso de los dos asuntos que van a dominar la política británica (y en gran medida la europea) es que uno y otro están íntimamente relacionados. De la forma en que Cameron gestione el referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en Europa dependerá también que los escoceses logren convocar un nuevo referéndum sobre su independencia y eventualmente separarse. La razón es que una de las condiciones que el nacionalismo escocés ha puesto sobre la mesa para celebrar una nueva consulta de independencia es la salida del Reino Unido de la UE.
Digámoslo claramente: salir de la UE sería para ellos un mal negocio. Desde el punto de vista económico, generaría una gran incertidumbre y produciría un efecto espantada de muchas compañías internacionales que están en el Reino Unido porque es un país de la Unión Europea.
Es verdad: se puede no ser miembro de la UE, ser un país europeo y tener una economía competitiva. Pero la realidad es que cuanto más independiente quiera ser el Reino Unido, menos influencia tendrá más allá de sus fronteras. En todo caso, si Reino Unido sale de la Unión y mantiene una relación comercial privilegiada con la UE tiene tres opciones. Podría ser parte del Área Económica Europea (como lo es Noruega), manteniendo acceso al mercado único pero sin influencia en sus normas. Podría optar por ser miembro de la unión aduanera, como lo son Turquía o Andorra, perdiendo acceso al mercado único y aceptando la tarifa común existente. Por último, podría optar por un acuerdo bilateral con la UE, como lo tiene Suiza, aunque esto le obligaría a negociar con un actor superior en condiciones de debilidad (para el Reino Unido la UE representa el 50% de sus flujos comerciales, frente al 10% que supone para la UE el comercio con el Reino Unido). La opción más independentista y más arriesgada sería confiar sus relaciones comerciales a la OMC, aunque de nuevo competiría con actores mucho más fuertes. Está claro que ninguna de estas opciones es tan buena como la pertenencia a la UE que hasta ahora el Reino Unido disfruta amargamente. Sobra decir que su otro gran aliado, Estados Unidos, está alarmado con la idea de que el Reino Unido salga y conforme más fuera se encuentra menos cuenta para Washington.
Pero, ¿saldrá realmente el Reino Unido de la UE?
Hay algo curioso: entre los diez o doce temas que han confluido en la campaña electoral, Europa es uno de los últimos de la lista según el nivel de importancia para los electores. Y sin embargo será el asunto número uno en la agenda del Gobierno. Durante los últimos meses, las encuestas -¡cuidado con ellas!- vienen reflejando que una mayoría de británicos es partidaria de permanecer en la UE. Quizás el famoso pragmatismo británico al que hacía referencia en mi anterior post sea capaz de vencer en el referéndum. Pero ya sabemos que las consultas son bastante impredecibles.
Tres preguntas al respecto:
¿Logrará Cameron mantener unido a su partido? El partido conservador británico -como la mayoría de los partidos de centro-derecha europeos- tiene dos almas. Una liberal-burguesa, que simpatiza con la globalización e incluso con la UE -más presente en las grandes ciudades-, y otra más nacionalista que encarna un discurso patriótico, rural y a veces populista. Cameron pertenece al primer grupo y es -aunque nos parezca increíble- uno de los líderes más pro-europeístas de su partido. Su victoria con mayoría absoluta debería darle más fuerza en su partido, pero no tendrá sin embargo el apoyo del (hundido) Partido Liberal de Nick Clegg, el más europeísta del mapa político británico.
¿El proceso de renovación laborista que ahora comienza tras la dimisión de Miliband apoyará sin fisuras la permanencia en la UE? Esperemos que sí. Aunque no debemos olvidar que el populista UKIP le roba muchos votantes de las clases trabajadoras que tradicionalmente han votado al Partido Laborista.
¿Cuál será la fuerza de UKIP tras haber sacado solamente un escaño? Al partido de Nigel Farage no le ha ido nada mal en términos de apoyo popular (ha obtenido un 12,60% de los votos), aunque ha sido castigado por el sistema mayoritario. Tras amagar con retirarse del liderazgo de UKIP, Farage ha decidido quedarse. Por nada del mundo se perdería la campaña del referéndum que en realidad ya ha comenzado. No olvidemos tampoco que UKIP ganó las pasadas elecciones europeas en el Reino Unido.
Hago una apuesta: la consulta se celebrará antes de 2017, que es la fecha en la que Cameron se comprometió en 2013 que haría la consulta. La razón es sencilla. Cuanto antes la convoque, antes eliminará la gran incertidumbre que desde estos momentos lleva sobre sus espaldas el Reino Unido. Que nadie se engañe. Si los mercados han celebrado hoy la permanencia de Cameron en el Gobierno, pasado mañana se preguntarán día tras día si el país en el que tienen puestos sus intereses será o no un miembro de la UE. Cuanto antes despejen la incógnita, mejor.
Hay otras razones por las que Cameron tratará de hacer la consulta en 2016. En 2017 se celebrarán las elecciones presidenciales en Francia y -¡no se lo pierdan!- en julio de ese año el Reino Unido se hará cargo de la presidencia rotativa de la Unión Europea.
Algunos nos sorprendimos cuando Juncker, actual presidente de la Comisión Europea, anunció que no habrá en este mandato de cinco años nuevas adhesiones a la UE. Lo que quizás no imaginamos es que podríamos terminar con menos miembros. ¿Terminará Grecia fuera de la UE si sale de una forma desordenada de la unión monetaria? ¿Qué decidirá Reino Unido en 2016? ¿Cómo afectarán estos acontecimientos a las posibilidades de Marine Le Pen de ganar las elecciones presidenciales en Francia en 2017? ¿Quién dijo que la política europea es aburrida?