Desde hace décadas no se recuerda una situación donde la valoración de la evolución de los fundamentales de la economía se sujetase a contrastes tan pronunciados, según quién se tiente las ropas. La trompetería del Gobierno y los grandes capitales -con influencia determinante en los medios de comunicación dominantes- se empeñan en inocular su optimismo imperativo; según ellos, la "recuperación" ya está aquí.
Contrariamente, trabajadores y clases medias no perciben ninguna mejoría y tienen derecho a concluir que un crecimiento raquítico del 0,4%, con un 100% de la deuda, con los impuestos sobre el trabajo y el recibo de la luz más altos que nunca en la historia de la democracia, y un 26,5% de paro (casi 6.000.000 de españoles)..., ¡de ningún modo convalida retrospectivamente la abyecta austeridad recesiva que ha hundido en la miseria a millones de españoles!
La propaganda del Gobierno pretende que "baja el paro". Lo único cierto es que se continua destruyendo empleo (270.000 menos) en un entorno caracterizado por una disminución dramática de la población activa: los parados que dejan de buscar trabajo, los emigrantes que retornan a su origen y los jóvenes que emigran fuera, han obrado el milagro lamentable del que presume el Gobierno del PP. Y todo ello no a pesar de la ominosa contrarreforma laboral que ha masacrado la negociación colectiva y la fuerza vinculante de los convenios (debilitando así a los trabajadores ante empresarios omnímodos), sino precisamente a causa de ese atropello de reforma laboral perpetrado, como tantos otros, por Decreto Ley a golpe de mayoría absoluta.
En ese contexto, algunas voces visualizan las elecciones europeas como una ocasión para castigar al Gobierno del PP... y ensanchando el foco, hacer lo propio con los partidos mayoritarios y con el bipartidismo.
No lo veo así. Por descontado, tengo la peor opinión de la ejecutoria de este Gobierno de esta mayoría absoluta del PP, que se ha demostrado cada segundo insoportablemente autoritaria, fatua, adicta a la mentira y propulsora de políticas extraordinariamente reaccionarias (además de encubridora de corrupciones y corruptos en cuyo socorro no se corta en manipular a fondo cuantos resortes del Estado obedecen al Gobierno).
Pero nunca he creído -y ahora menos que nunca- que las elecciones europeas sean primarias o secundarias de las elecciones nacionales -a las que impepinablemente les llegará su hora-.
No. Las elecciones europeas del 25 de mayo, ya inminentes, son la primera ocasión de corregir en toda Europa el desastroso rumbo impuesto por la abrumadora hegemonía conservadora que impuso desde el momento uno de esta interminable crisis su diagnóstico mendaz (el despilfarro público y no la burbuja especulativa privada, como supuesto origen del colapso de la economía real), su estrategia desigualitaria (recortes y más recortes contra el Estado social) y su ajuste de cuentas contra el modelo social que distinguió a la Unión Europea durante sus mejores años. Como he venido sosteniendo, es, además, a mi juicio, la última oportunidad para hacerlo.
De modo que se trata de Europa. Estas elecciones son acerca de Europa.
Combatiré, por lo tanto, la tentación (supuestamente extendida) de hacer del voto en las europeas una ocasión de rechazo contra todo y contra todos que dé la espalda al sistema (con una elevada abstención) o voto experimental a formaciones carentes de encuadre europeo (una gran referencia política paneuropea capaz de marcar el rumbo para los próximos años), o cuyos propósitos respecto de los grandes asuntos (reforma fiscal europea, mutualización de la deuda, eurobonos, impuesto de transacciones financieras, lucha contra el fraude, agenda social y profundización democrática y ciudadana de la UE) hayan sido ocultados por un discurso populista de explotación del miedo y la angustia de los vulnerables para convertirlo en odio a la política y los políticos... ¡como si no fuera política lo que hay que hacer en la UE para que los poderes fácticos que no se presentan a las urnas no puedan seguir imponiendo sus intereses privados sobre los de muchos millones a los que han empobrecido deliberadamente!
Estamos ante una gruesa paradoja. Que el Parlamento Europeo sea hoy más poderoso que nunca y que estas elecciones tengan lugar en el túnel de la peor crisis de su historia que haya padecido la UE. Y esa gran paradoja no se puede dirimir con baja participación. Cada día hasta el 25 de mayo debe venir caracterizado por un potente caudal de energía movilizadora: nada de lo que nos pasa, en nuestros padecimientos causados por esta crisis, tiene visos de remedio si no intervenimos, votando, en el escalón europeo. Las elecciones europeas no son "secundarias" de nada y va siendo hora de que nos enteremos los 500 millones de ciudadanos europeos que estamos llamados a las urnas. Entre ellos, nos encontramos todos los españoles y españolas, cada uno y cada una de nosotros.
Las elecciones europeas; más decisivas que nunca.
Y hay que votar con cabeza, y no embestir contra la UE.