Una región sin proyecto es una región sin futuro; y la Comunidad de Madrid de hoy es una región con un proyecto agotado que la ha dejado endeudada y exhausta. Durante los últimos 20 largos años del Gobierno del Partido Popular, el proyecto de Madrid ha tomado forma a partir de los intereses de una minoría. Esta, que no siempre está formada por empresarios sino por conseguidores y comisionistas, vio Madrid como un inmenso solar edificable.
Cualquier problema de la sociedad madrileña se ha intentado solucionar construyendo. No se ha mejorado una Justicia que requería medios, sino que se han construido juzgados, una Ciudad de la Justicia que nadie necesita y que cuesta 1200 millones de euros. No se ha pensado en la salud, sino que se han construido ocho nuevos hospitales que han costado 3500 millones de euros, pero que paradójicamente dejan a la Comunidad con menos camas hospitalarias que antes de levantarlos; la razón, se han clausurado plantas enteras de los hospitales que ya existían. El deporte de base no dispone de monitores, pero se construyó la Caja Mágica, que está vacía, con una inversión de 300 millones de euros. Se han edificado unos modernos edificios para albergar los IMDEAS, los centros de innovación e investigación, pero están casi desiertos, porque se ha reducido el presupuesto de I+D+I. Los problemas de movilidad de nuestra región se intentaron resolver con la construcción de unas autopistas radiales privadas y que además de estar infrautilizadas, se han rescatado por 3600 millones de euros.
Durante estos años, en algunos escogidos despachos se dibujaban los mapas de la región como si fuera un juego de mesa en el que finalmente solo ganaban unos pocos. Hasta un quinto anillo de circunvalación, la M-60, apareció en los mapas de la Comunidad de Madrid bajo el Gobierno de Esperanza Aguirre. Este proyecto faraónico se presentó con un nombre futurista, Metamadrid: una conurbación entre Madrid y Valencia que en 2050 podía llegar a alcanzar los veinte millones de personas. Después de Los Ángeles y Singapur, Madrid es la tercera región con más kilómetros cuadrados de autopistas del mundo.
Cuando la burbuja pinchó, incapaces de vislumbrar un proyecto productivo para la región que aprovechara la capacidad de innovación de miles de madrileños y madrileñas, esta minoría se concentró en los servicios públicos -sanidad, educación, limpieza, servicios sociales-. Qué mejor negocio que gestionar de forma privada actividades públicas que no están sujetas a la competencia real, que dependen de la mera concesión administrativa por parte de los gestores públicos. Madrid había pasado de ser un solar por edificar a un bazar de oportunidades a partir de los servicios públicos.
El resultado es una deuda que supera los 25.000 millones de euros, que se ha duplicado en los últimos 5 años, por la cual cada madrileño al nacer debe ya 3900 euros. Las tramas clientelares de corrupción acompañaron estas privatizaciones (Púnica, Gurtel, etc.), lastrando el desarrollo regional y aumentando el endeudamiento. La desigualdad amenaza a capas cada vez más amplias de la población, que ha hecho que dos tercios de los madrileños vivan peor que hace 10 años, en una sociedad en la que las grandes cifras macroeconómica parecen ir bien, pero que cada día deja a más gente fuera del sistema.
Sin corrupción y sin clientelismo ¿qué podríamos haber hecho? La Comunidad de Madrid necesita un proyecto para los próximos 20 años. Esto es lo que pone encima de la mesa Podemos, un proyecto de región que cimente el cambio de modelo productivo en base a nuestro principal activo: el trabajo y la capacidad de afrontar nuevos retos de los trabajadores y empresarios madrileños, incluyendo a las PYMES, los autónomos y la economía social. Un nuevo modelo productivo en el que tienen papel predominante las actividades empresariales que utilizan intensivamente el conocimiento y que crean empleo de calidad, que apuestan en la eficiencia energética y la innovación. No es otra cosa que seguir la senda que marca la UE en sus objetivos para el año 2020. La comunidad tiene la posibilidad de encabezar el desarrollo en eficiencia energética -que permitiría reorientar el trabajo de las empresas constructoras- y de energías renovables domésticas. Tenemos nichos sólidos para desarrollar la industria biomédica y la aeroespacial. La región tiene un sector agrícola y ganadero con potencial, que ha sido abandonado por las instituciones, a pesar de contar con el segundo mercado más grande del mundo -Mercamadrid-. La Comunidad de Madrid supera en población a países como Finlandia o Noruega, y puede empezar a desarrollar la producción diversificada para su propio mercado interno.
Hay dos instituciones que, por su simbolismo, han ocupado un lugar fundamental en la evolución reciente de nuestra región: Bankia y el Canal de Isabel II. La primera proviene de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid. Esta Caja representaba la confianza para la sociedad madrileña. A millones de madrileños y madrileñas de entre 35 y 55 años sus padres les abrieron una libreta de ahorros al nacer; entrar en la sociedad implicaba pasar por el registro civil y por la Caja. Así se explica la facilidad con la que los mayores firmaron las preferentes; nadie pensó que la Caja podría traicionar la confianza. Pero lo hizo. Bankia (Caja Madrid) fue la que financió la burbuja, la que dilapidó 23.500 millones de euros que hemos pagado entre todos y la que repartió las tarjetas black. Hoy le correspondería ser el instrumento que financiara el cambio del modelo productivo, pero ya es tarde.
Por otro lado el Canal de Isabel II representaba lo que era de todos, el agua. Durante esta legislatura, el Partido Popular lo ha intentado vender. Ha dejado a la empresa sin capacidad, con pérdidas de casi la mitad del caudal transportado, pero ha creado Canal Gestión. No se invierte en mantenimiento del agua en Madrid, pero se han comprado empresas suministradoras de agua en Haití, República Dominicana, Brasil o Colombia. Son los primeros pasos para una privatización que ya han anunciado.
Desde Podemos vamos a impulsar la creación del Banco del Agua, a partir del Canal de Isabel II, dentro de un planteamiento global que debe estar recogido en el propio Estatuto de Autonomía, de blindar el Canal como una institución pública inajenable, propiedad de todos los madrileños.
Se van a revertir las inversiones fuera de la región. Con este capital, una aportación equivalente de la Comunidad y los beneficios anuales del Canal se generará el capital social del Banco. A partir de ahí se captarán los fondos que el Banco Europeo de Inversiones (BEI), a muy bajo tipo de interés, destina al desarrollo de la innovación en el marco europeo. El Banco del Agua financiará inicialmente a la Red Pública de Innovación que integrará a los centros de investigación públicos y a los de las universidades. Es la innovación para el nuevo modelo productivo. Es un banco de inversión, es el instrumento financiero para el cambio en Madrid.
Una experiencia similar es el Banco de las Juntas del Agua de los Países Bajos (Waterschappen). Estas Juntas del Agua son antiguos órganos de gobierno regionales encargados de la gestión de los diques y canales, para impedir las inundaciones y garantizar la calidad del agua y del tratamiento de las aguas residuales. Los elevados y constantes ingresos que generaba esta actividad, una vez que las infraestructuras públicas ya estaban construidas (algo parecido a lo que ocurre con nuestro Canal de Isabel II) propiciaron que se constituyera un banco público. Hoy el NWB Nederlanse Waterschapsbank es el sexto banco del mundo más solvente lo que facilita su acceso a la financiación internacional y a los créditos del BEI.
Tenemos un proyecto para Madrid. El Banco del Agua es nuestra palanca para que el cambio de modelo productivo sea una realidad. Para poner en marcha un proyecto de región que, frente a las políticas del Partido Popular basadas en la depredación del territorio y el saqueo de los servicios públicos, apueste por las capacidades y el esfuerzo de los madrileños y madrileñas. El Banco del Agua no va a costar dinero, se trata de poner las instituciones al servicio de la mayoría. Confiamos en Madrid, en las personas, la principal riqueza de nuestra región.
Cualquier problema de la sociedad madrileña se ha intentado solucionar construyendo. No se ha mejorado una Justicia que requería medios, sino que se han construido juzgados, una Ciudad de la Justicia que nadie necesita y que cuesta 1200 millones de euros. No se ha pensado en la salud, sino que se han construido ocho nuevos hospitales que han costado 3500 millones de euros, pero que paradójicamente dejan a la Comunidad con menos camas hospitalarias que antes de levantarlos; la razón, se han clausurado plantas enteras de los hospitales que ya existían. El deporte de base no dispone de monitores, pero se construyó la Caja Mágica, que está vacía, con una inversión de 300 millones de euros. Se han edificado unos modernos edificios para albergar los IMDEAS, los centros de innovación e investigación, pero están casi desiertos, porque se ha reducido el presupuesto de I+D+I. Los problemas de movilidad de nuestra región se intentaron resolver con la construcción de unas autopistas radiales privadas y que además de estar infrautilizadas, se han rescatado por 3600 millones de euros.
Durante estos años, en algunos escogidos despachos se dibujaban los mapas de la región como si fuera un juego de mesa en el que finalmente solo ganaban unos pocos. Hasta un quinto anillo de circunvalación, la M-60, apareció en los mapas de la Comunidad de Madrid bajo el Gobierno de Esperanza Aguirre. Este proyecto faraónico se presentó con un nombre futurista, Metamadrid: una conurbación entre Madrid y Valencia que en 2050 podía llegar a alcanzar los veinte millones de personas. Después de Los Ángeles y Singapur, Madrid es la tercera región con más kilómetros cuadrados de autopistas del mundo.
Cuando la burbuja pinchó, incapaces de vislumbrar un proyecto productivo para la región que aprovechara la capacidad de innovación de miles de madrileños y madrileñas, esta minoría se concentró en los servicios públicos -sanidad, educación, limpieza, servicios sociales-. Qué mejor negocio que gestionar de forma privada actividades públicas que no están sujetas a la competencia real, que dependen de la mera concesión administrativa por parte de los gestores públicos. Madrid había pasado de ser un solar por edificar a un bazar de oportunidades a partir de los servicios públicos.
El resultado es una deuda que supera los 25.000 millones de euros, que se ha duplicado en los últimos 5 años, por la cual cada madrileño al nacer debe ya 3900 euros. Las tramas clientelares de corrupción acompañaron estas privatizaciones (Púnica, Gurtel, etc.), lastrando el desarrollo regional y aumentando el endeudamiento. La desigualdad amenaza a capas cada vez más amplias de la población, que ha hecho que dos tercios de los madrileños vivan peor que hace 10 años, en una sociedad en la que las grandes cifras macroeconómica parecen ir bien, pero que cada día deja a más gente fuera del sistema.
Sin corrupción y sin clientelismo ¿qué podríamos haber hecho? La Comunidad de Madrid necesita un proyecto para los próximos 20 años. Esto es lo que pone encima de la mesa Podemos, un proyecto de región que cimente el cambio de modelo productivo en base a nuestro principal activo: el trabajo y la capacidad de afrontar nuevos retos de los trabajadores y empresarios madrileños, incluyendo a las PYMES, los autónomos y la economía social. Un nuevo modelo productivo en el que tienen papel predominante las actividades empresariales que utilizan intensivamente el conocimiento y que crean empleo de calidad, que apuestan en la eficiencia energética y la innovación. No es otra cosa que seguir la senda que marca la UE en sus objetivos para el año 2020. La comunidad tiene la posibilidad de encabezar el desarrollo en eficiencia energética -que permitiría reorientar el trabajo de las empresas constructoras- y de energías renovables domésticas. Tenemos nichos sólidos para desarrollar la industria biomédica y la aeroespacial. La región tiene un sector agrícola y ganadero con potencial, que ha sido abandonado por las instituciones, a pesar de contar con el segundo mercado más grande del mundo -Mercamadrid-. La Comunidad de Madrid supera en población a países como Finlandia o Noruega, y puede empezar a desarrollar la producción diversificada para su propio mercado interno.
Hay dos instituciones que, por su simbolismo, han ocupado un lugar fundamental en la evolución reciente de nuestra región: Bankia y el Canal de Isabel II. La primera proviene de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid. Esta Caja representaba la confianza para la sociedad madrileña. A millones de madrileños y madrileñas de entre 35 y 55 años sus padres les abrieron una libreta de ahorros al nacer; entrar en la sociedad implicaba pasar por el registro civil y por la Caja. Así se explica la facilidad con la que los mayores firmaron las preferentes; nadie pensó que la Caja podría traicionar la confianza. Pero lo hizo. Bankia (Caja Madrid) fue la que financió la burbuja, la que dilapidó 23.500 millones de euros que hemos pagado entre todos y la que repartió las tarjetas black. Hoy le correspondería ser el instrumento que financiara el cambio del modelo productivo, pero ya es tarde.
Por otro lado el Canal de Isabel II representaba lo que era de todos, el agua. Durante esta legislatura, el Partido Popular lo ha intentado vender. Ha dejado a la empresa sin capacidad, con pérdidas de casi la mitad del caudal transportado, pero ha creado Canal Gestión. No se invierte en mantenimiento del agua en Madrid, pero se han comprado empresas suministradoras de agua en Haití, República Dominicana, Brasil o Colombia. Son los primeros pasos para una privatización que ya han anunciado.
Desde Podemos vamos a impulsar la creación del Banco del Agua, a partir del Canal de Isabel II, dentro de un planteamiento global que debe estar recogido en el propio Estatuto de Autonomía, de blindar el Canal como una institución pública inajenable, propiedad de todos los madrileños.
Se van a revertir las inversiones fuera de la región. Con este capital, una aportación equivalente de la Comunidad y los beneficios anuales del Canal se generará el capital social del Banco. A partir de ahí se captarán los fondos que el Banco Europeo de Inversiones (BEI), a muy bajo tipo de interés, destina al desarrollo de la innovación en el marco europeo. El Banco del Agua financiará inicialmente a la Red Pública de Innovación que integrará a los centros de investigación públicos y a los de las universidades. Es la innovación para el nuevo modelo productivo. Es un banco de inversión, es el instrumento financiero para el cambio en Madrid.
Una experiencia similar es el Banco de las Juntas del Agua de los Países Bajos (Waterschappen). Estas Juntas del Agua son antiguos órganos de gobierno regionales encargados de la gestión de los diques y canales, para impedir las inundaciones y garantizar la calidad del agua y del tratamiento de las aguas residuales. Los elevados y constantes ingresos que generaba esta actividad, una vez que las infraestructuras públicas ya estaban construidas (algo parecido a lo que ocurre con nuestro Canal de Isabel II) propiciaron que se constituyera un banco público. Hoy el NWB Nederlanse Waterschapsbank es el sexto banco del mundo más solvente lo que facilita su acceso a la financiación internacional y a los créditos del BEI.
Tenemos un proyecto para Madrid. El Banco del Agua es nuestra palanca para que el cambio de modelo productivo sea una realidad. Para poner en marcha un proyecto de región que, frente a las políticas del Partido Popular basadas en la depredación del territorio y el saqueo de los servicios públicos, apueste por las capacidades y el esfuerzo de los madrileños y madrileñas. El Banco del Agua no va a costar dinero, se trata de poner las instituciones al servicio de la mayoría. Confiamos en Madrid, en las personas, la principal riqueza de nuestra región.