Gerard Mortier ya no es el director del Teatro Real de Madrid, es sólo asesor artístico del coliseo madrileño, y lucha por su vida desde un hospital alemán, pero con este estreno ha obtenido uno de sus mayores triunfos en Madrid, al lograr poner en escena una de las obras más singulares y atrevidas, desde el punto de vista argumental, que se han visto nunca en este teatro: Brokeback mountain, una ópera basada en el relato publicado en 1997 por Annie Proulx y posteriormente llevado al cine magistralmente en 2005 por Ang Lee. Brokeback mountain se ha convertido gracias a su impulso en una ópera, un estreno mundial con libreto de la misma autora, música de Charles Wuorinen y dirección escénica de Ivo van Hove, añadiendo una nueva lectura y una nueva capa de complejidad a una historia de amor que comenzó literariamente en 1963, cuando dos jóvenes vaqueros llamados Jack Twist y Ennis Del Mar se conocen y se enamoran. La autora construye una historia en la que el amor del personaje de Jack Twist es más expresivo y contemporáneo, mientras que el personaje de Del Mar es más silencioso y cauto, aunque su amor es más profundo. La historia de estos dos hombres es intemporal porque habla de la imposibilidad del amor -un tema que forma parte de la historia de la ópera- sólo que en este caso la principal novedad es que los protagonistas son dos hombres, lo cual no es poca cosa.
La llegada de esta ópera al Teatro Real va a suponer uno de los principales éxitos españoles de Mortier y ha levantando una inusitada expectación entre los medios internacionales. Se trata de un proyecto levantado desde el tesón y desde la fe, y es que el director belga es un hombre de fe laica pero sobre todo es un hombre que cree en la cultura y en el relevante papel que esta debe tener en la vida de los ciudadanos. Mortier es un gestor que ha realizado siempre una apuesta decidida porque la cultura sea cercana y accesible, no elitista y restringida a una minoría; llevando a cabo un denodado trabajo para que la ópera esté en el centro de la vida de la polis, de la sociedad, por eso le gustan los temas controvertidos y contemporáneos. Por eso mismo desde el principio apostó desde su puesto de director artístico del Real (del que hace pocos meses ha sido sustituido por Joan Matabosch, anterior director del Liceu de Barcelona) por proyectos arriesgados y cultos, a la vez que populares y cercanos; por proyectos que entrasen de lleno en nuestras vidas, al tiempo que enlazaban con las raíces culturales europeas y españolas, creando sinergias con la literatura, el arte, la música popular o el cine. Desde ese punto de vista Mortier le ha dado la vuelta al Teatro Real convirtiéndolo en uno de los referentes mundiales de la renovación de la ópera y eso nada ni nadie va a poder arrebatárselo, ni siquiera la enfermedad. Además esperamos contar con la complicidad de Matabosch para seguir en una misma línea de vanguardia y renovación.
Mortier desembarcó en el Teatro Real en 2010, durante el mandato como ministra de Ángeles González Sinde, bajo el manto protector del presidente del Patronato del Real Gregorio Marañón, poniendo como condición el montaje de Brokeback mountain para aceptar el puesto. Sin embargo ahora el Patronato le ha sustituido por Matabosch y ha desoído sus deseos de formar parte del comité de selección de su sustituto. Mortier llegó con las mejores credenciales y ha cumplido con creces las expectativas que habían sido puestas en él. Sólo el cáncer ha frenado su labor, pero aún así sigue trabajando desde el hospital porque según afirma: "No me interesa vivir otros diez o quince años, sino poder trabajar con mi cabeza en perfecto estado un tiempo más".
Hace pocos años la homosexualidad era ilegal en España, la Ley de Peligrosidad Social que servía para encarcelar a gais, lesbianas y transexuales no fue derogada hasta 1995. En España ser señalado como homosexual era casi una condena a muerte, muerte social e incluso física, ya que la homosexualidad era una de las peores cosas que podías ser. Podían despedirte del trabajo si descubrían que eras gay, insultarte, agredirte, expulsarte de tu familia... y hasta los años 70 en España eran habituales los suicidios de homosexuales, lesbianas y transexuales porque muchos eran incapaces de soportar la homofobia (entonces no existía ni la palabra) y la presión social que la sociedad ejercía sobre ellos. Con la llegada de la democracia comenzaron a cambiar las cosas, pero no fue hasta 2005, en que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero legalizó los matrimonios entre personas del miso sexo, que tuvo lugar el cambio definitivo.
Ahora, recién comenzado 2014, sube a los escenarios una ópera en el Teatro Real que tiene como tema principal la historia de amor entre dos hombres. Lo cierto es que pensé que moriría antes de ver una historia de amor gay sobre el escenario del Teatro Real. Dos hombres besándose y amándose, no es quizás lo que el conservador público de ópera espera ver y eso pese a que el universo de la ópera siempre ha sido uno de los espacios culturales favoritos de los homosexuales cultos, bien es cierto que muchos de ellos bastante conservadores. Que esta ópera haya subido al escenario del Teatro Real es de por sí un triunfo de la democracia, independientemente de sus indudables méritos artísticos, méritos que pude apreciar y disfrutar en el ensayo general al que tuve la fortuna de poder asistir.
Estableciendo un paralelismo entre la historia de amor de Ennis del Mar y Jack Twist con la de Mortier y España (una historia de amor que la enfermedad y su posterior destitución han frustrado en parte) creo que el amor que este país siente por Mortier, como el de Ennis del Mar hacia Jack Twist, es muy profundo y que pese a todo nunca le agradeceremos lo suficiente lo que ha hecho por nuestra ópera y por nuestra cultura. No podemos sino agradecer a Gerard Mortier que haya dejado en este país una parte de su talento. En agradecimiento sólo podemos expresarle nuestra admiración y nuestro respeto. Y para reafirmarlo me sirven las últimas palabras que Ennis del Mar dirige a su amado, con las que señala la inmortalidad de su amor: "Yo lo juro". Yo también juro que le querremos siempre y que esperamos un pronto regreso a Madrid. Porque como el mismo Mortier afirmaba en una entrevista: "Hay que valorar los momentos de felicidad y vivirlos de una manera consciente". Y él nos ha dado y nos seguirá dando muchos de estos momentos. Alea iacta est...
La llegada de esta ópera al Teatro Real va a suponer uno de los principales éxitos españoles de Mortier y ha levantando una inusitada expectación entre los medios internacionales. Se trata de un proyecto levantado desde el tesón y desde la fe, y es que el director belga es un hombre de fe laica pero sobre todo es un hombre que cree en la cultura y en el relevante papel que esta debe tener en la vida de los ciudadanos. Mortier es un gestor que ha realizado siempre una apuesta decidida porque la cultura sea cercana y accesible, no elitista y restringida a una minoría; llevando a cabo un denodado trabajo para que la ópera esté en el centro de la vida de la polis, de la sociedad, por eso le gustan los temas controvertidos y contemporáneos. Por eso mismo desde el principio apostó desde su puesto de director artístico del Real (del que hace pocos meses ha sido sustituido por Joan Matabosch, anterior director del Liceu de Barcelona) por proyectos arriesgados y cultos, a la vez que populares y cercanos; por proyectos que entrasen de lleno en nuestras vidas, al tiempo que enlazaban con las raíces culturales europeas y españolas, creando sinergias con la literatura, el arte, la música popular o el cine. Desde ese punto de vista Mortier le ha dado la vuelta al Teatro Real convirtiéndolo en uno de los referentes mundiales de la renovación de la ópera y eso nada ni nadie va a poder arrebatárselo, ni siquiera la enfermedad. Además esperamos contar con la complicidad de Matabosch para seguir en una misma línea de vanguardia y renovación.
Mortier desembarcó en el Teatro Real en 2010, durante el mandato como ministra de Ángeles González Sinde, bajo el manto protector del presidente del Patronato del Real Gregorio Marañón, poniendo como condición el montaje de Brokeback mountain para aceptar el puesto. Sin embargo ahora el Patronato le ha sustituido por Matabosch y ha desoído sus deseos de formar parte del comité de selección de su sustituto. Mortier llegó con las mejores credenciales y ha cumplido con creces las expectativas que habían sido puestas en él. Sólo el cáncer ha frenado su labor, pero aún así sigue trabajando desde el hospital porque según afirma: "No me interesa vivir otros diez o quince años, sino poder trabajar con mi cabeza en perfecto estado un tiempo más".
Hace pocos años la homosexualidad era ilegal en España, la Ley de Peligrosidad Social que servía para encarcelar a gais, lesbianas y transexuales no fue derogada hasta 1995. En España ser señalado como homosexual era casi una condena a muerte, muerte social e incluso física, ya que la homosexualidad era una de las peores cosas que podías ser. Podían despedirte del trabajo si descubrían que eras gay, insultarte, agredirte, expulsarte de tu familia... y hasta los años 70 en España eran habituales los suicidios de homosexuales, lesbianas y transexuales porque muchos eran incapaces de soportar la homofobia (entonces no existía ni la palabra) y la presión social que la sociedad ejercía sobre ellos. Con la llegada de la democracia comenzaron a cambiar las cosas, pero no fue hasta 2005, en que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero legalizó los matrimonios entre personas del miso sexo, que tuvo lugar el cambio definitivo.
Ahora, recién comenzado 2014, sube a los escenarios una ópera en el Teatro Real que tiene como tema principal la historia de amor entre dos hombres. Lo cierto es que pensé que moriría antes de ver una historia de amor gay sobre el escenario del Teatro Real. Dos hombres besándose y amándose, no es quizás lo que el conservador público de ópera espera ver y eso pese a que el universo de la ópera siempre ha sido uno de los espacios culturales favoritos de los homosexuales cultos, bien es cierto que muchos de ellos bastante conservadores. Que esta ópera haya subido al escenario del Teatro Real es de por sí un triunfo de la democracia, independientemente de sus indudables méritos artísticos, méritos que pude apreciar y disfrutar en el ensayo general al que tuve la fortuna de poder asistir.
Estableciendo un paralelismo entre la historia de amor de Ennis del Mar y Jack Twist con la de Mortier y España (una historia de amor que la enfermedad y su posterior destitución han frustrado en parte) creo que el amor que este país siente por Mortier, como el de Ennis del Mar hacia Jack Twist, es muy profundo y que pese a todo nunca le agradeceremos lo suficiente lo que ha hecho por nuestra ópera y por nuestra cultura. No podemos sino agradecer a Gerard Mortier que haya dejado en este país una parte de su talento. En agradecimiento sólo podemos expresarle nuestra admiración y nuestro respeto. Y para reafirmarlo me sirven las últimas palabras que Ennis del Mar dirige a su amado, con las que señala la inmortalidad de su amor: "Yo lo juro". Yo también juro que le querremos siempre y que esperamos un pronto regreso a Madrid. Porque como el mismo Mortier afirmaba en una entrevista: "Hay que valorar los momentos de felicidad y vivirlos de una manera consciente". Y él nos ha dado y nos seguirá dando muchos de estos momentos. Alea iacta est...