Queda poco más de un mes para la inauguración de los primeros Juegos Europeos de la historia. Se celebrarán en Bakú, capital de Azerbaiyán, un país que se encuentra en el punto de mira de organizaciones de derechos humanos por las continuas detenciones y encarcelamiento de activistas.
Se trata de la peor crisis de derechos humanos desde la independencia del país. Así lo dicen Human Rights Watch y otras ONGs. Resuena el nombre de Leyla Yunus, finalista en 2014 al premio Sakharov que otorga cada año el Parlamento Europeo a defensores de la democracia y de los derechos humanos. Lleva arrestada desde julio de 2014 bajo los cargos de traición y de evasión fiscal y todavía no ha sido juzgada. Para colmo, las autoridades no le están dando la medicación que necesita para su diabetes severa. La gran mayoría de estos arrestos están directamente relacionados con la celebración de los juegos. El régimen no quiere que los activistas políticos le estropeen la fiesta.
Muchos se preguntaran por qué habrá elegido el Comité Olímpico Europeo, organizador del evento, a Bakú para acoger los primeros Juegos. Muy sencillo: el dinero. Gracias a sus reservas de petróleo y gas, que lo convierten en el tercer productor de Asia central por detrás de Rusia y Kazajstán, se puede permitir pagar los costes de transporte y alojamiento de los 6000 atletas que competirán en los juegos. Sin embargo, con la bajada de los precios del petróleo, son los propios azeríes los que empiezan a cargar con el peso financiero de los Juegos, que algunos estiman en 3 billones y medio de euros.
El contexto actual también ha propiciado un estrechamiento de las relaciones entre Azerbaiyán y los miembros de la UE. La creciente belicosidad rusa ha convertido la necesidad de diversificar las fuentes energéticas en una de las prioridades de la nueva Comisión Europea. Azerbaiyán, vía el corredor energético del Cáucaso Sur, es un enclave geoestratégico y una de estas fuentes alternativas de energía. El Parlamento Europeo no ha tenido hasta ahora ningún papel significativo en las negociaciones sobre el corredor sur, que la Comisión dirige en solitario.
Desde el Parlamento Europeo hemos sido claros y contundentes. Es un ejercicio de cinismo intolerable otorgar premios a activistas y luego dejarles morir en la cárcel. Como ponente en la sombra del grupo socialista en el Protocolo de Acuerdo marco con Azerbaiyán, he empujado para que se posponga la aprobación de un informe que abriría las puertas a la participación del país en programas de la UE. Por cierto, ante el sonado cabreo del Partido Popular en la Comisión de Exteriores que no quería "poner en juego" nuestras relaciones geoestratégicas.
También hemos pedido que los líderes europeos, incluido Rajoy, no participen en las ceremonias a menos que la situación de derechos humanos mejore. La Comisión, que hasta la fecha se ha limitado a reclamar que los juicios a activistas se hagan de forma justa, debería endurecer el tono de sus comunicados y exigir, clara y rotundamente, que el gobierno azerí cambie su política en favor del respeto efectivo de los derechos humanos y la democracia.
A poco más de un mes de la celebración de los Juegos, es la hora hacer uso de todos los instrumentos a nuestra disposición para forzar la liberación inmediata de los activistas encarcelados. La UE debe dejar claro de qué lado está, si de los intereses económicos o del de los derechos humanos. Yo lo tengo claro.
Se trata de la peor crisis de derechos humanos desde la independencia del país. Así lo dicen Human Rights Watch y otras ONGs. Resuena el nombre de Leyla Yunus, finalista en 2014 al premio Sakharov que otorga cada año el Parlamento Europeo a defensores de la democracia y de los derechos humanos. Lleva arrestada desde julio de 2014 bajo los cargos de traición y de evasión fiscal y todavía no ha sido juzgada. Para colmo, las autoridades no le están dando la medicación que necesita para su diabetes severa. La gran mayoría de estos arrestos están directamente relacionados con la celebración de los juegos. El régimen no quiere que los activistas políticos le estropeen la fiesta.
Muchos se preguntaran por qué habrá elegido el Comité Olímpico Europeo, organizador del evento, a Bakú para acoger los primeros Juegos. Muy sencillo: el dinero. Gracias a sus reservas de petróleo y gas, que lo convierten en el tercer productor de Asia central por detrás de Rusia y Kazajstán, se puede permitir pagar los costes de transporte y alojamiento de los 6000 atletas que competirán en los juegos. Sin embargo, con la bajada de los precios del petróleo, son los propios azeríes los que empiezan a cargar con el peso financiero de los Juegos, que algunos estiman en 3 billones y medio de euros.
El contexto actual también ha propiciado un estrechamiento de las relaciones entre Azerbaiyán y los miembros de la UE. La creciente belicosidad rusa ha convertido la necesidad de diversificar las fuentes energéticas en una de las prioridades de la nueva Comisión Europea. Azerbaiyán, vía el corredor energético del Cáucaso Sur, es un enclave geoestratégico y una de estas fuentes alternativas de energía. El Parlamento Europeo no ha tenido hasta ahora ningún papel significativo en las negociaciones sobre el corredor sur, que la Comisión dirige en solitario.
Desde el Parlamento Europeo hemos sido claros y contundentes. Es un ejercicio de cinismo intolerable otorgar premios a activistas y luego dejarles morir en la cárcel. Como ponente en la sombra del grupo socialista en el Protocolo de Acuerdo marco con Azerbaiyán, he empujado para que se posponga la aprobación de un informe que abriría las puertas a la participación del país en programas de la UE. Por cierto, ante el sonado cabreo del Partido Popular en la Comisión de Exteriores que no quería "poner en juego" nuestras relaciones geoestratégicas.
También hemos pedido que los líderes europeos, incluido Rajoy, no participen en las ceremonias a menos que la situación de derechos humanos mejore. La Comisión, que hasta la fecha se ha limitado a reclamar que los juicios a activistas se hagan de forma justa, debería endurecer el tono de sus comunicados y exigir, clara y rotundamente, que el gobierno azerí cambie su política en favor del respeto efectivo de los derechos humanos y la democracia.
A poco más de un mes de la celebración de los Juegos, es la hora hacer uso de todos los instrumentos a nuestra disposición para forzar la liberación inmediata de los activistas encarcelados. La UE debe dejar claro de qué lado está, si de los intereses económicos o del de los derechos humanos. Yo lo tengo claro.