Han pasado cuatro años desde que la acampada de la puerta del Sol plegó sus tiendas de campaña y yo terminé mi crónica del 15M, y todavía hay quien se pregunta si en las redes sociales se puede hacer periodismo. Sin ir más lejos, esta mañana, durante una entrevista en radio, he intercambiado un par de reflexiones sobre el asunto con dos profesores. Uno de ellos seguía sin ver muy claro cómo puede llamarse periodismo al escribir en un miniespacio donde sólo están permitidos 140 caracteres y nada más. Mis interlocutores estaban en Extremadura y no he tenido ocasión de abrir la cuenta en Twitter para mostrarles todo lo que puedes hacer con un tuit además de redactar un pequeño texto: difundir fotos, vídeos, insertar enlaces propios o ajenos o conectarte en directo desde cualquier parte del mundo.
La falta de curiosidad y/o la resistencia al cambio no casan bien con el trabajo de los periodistas. Ni hoy ni tampoco hace cuatro años, cuando una decisión empresarial dejó en la estacada a CNN+ y todas las personas que trabajábamos en esa cadena de noticias. Sus responsables hicieron tan bien su trabajo que inocularon en nosotros el deber de no dejarnos ninguna noticia importante en el tintero. Y el cierre de CNN+ era una mala pero importante noticia. El destino me puso en la mano una Blackberry y una cuenta de Twitter para contarla, abriendo así el proceso de una aventura de aprendizaje que, espero, no acabe nunca.
La muerte de CNN+ fue mi primera crónica tuiteada; cinco meses más tarde emergió el movimiento civil del #15m, una historia que acabó convirtiéndose en el mejor máster de nuevo periodismo que hubiera podido soñar: relatos gráficos, crónicas en directo, agregación de contenidos, diálogos con los seguidores. No lo sabía entonces, pero ese trabajo contenía a pequeña escala muchas de las narrativas con la que trabajan hoy los medios de información. Sólo por la posibilidad de ese entrenamiento merece la pena salir a la calle con un móvil, buscar un tema e intentar contarlo y compartirlo.
Y, para qué mentirles, esto también va sobre una posibilidad de ser feliz. Si tiene a algún periodista en su entorno, pregúntele qué siente cuando, ante una buena historia, se arremanga y empieza a trabajar.
La falta de curiosidad y/o la resistencia al cambio no casan bien con el trabajo de los periodistas. Ni hoy ni tampoco hace cuatro años, cuando una decisión empresarial dejó en la estacada a CNN+ y todas las personas que trabajábamos en esa cadena de noticias. Sus responsables hicieron tan bien su trabajo que inocularon en nosotros el deber de no dejarnos ninguna noticia importante en el tintero. Y el cierre de CNN+ era una mala pero importante noticia. El destino me puso en la mano una Blackberry y una cuenta de Twitter para contarla, abriendo así el proceso de una aventura de aprendizaje que, espero, no acabe nunca.
La muerte de CNN+ fue mi primera crónica tuiteada; cinco meses más tarde emergió el movimiento civil del #15m, una historia que acabó convirtiéndose en el mejor máster de nuevo periodismo que hubiera podido soñar: relatos gráficos, crónicas en directo, agregación de contenidos, diálogos con los seguidores. No lo sabía entonces, pero ese trabajo contenía a pequeña escala muchas de las narrativas con la que trabajan hoy los medios de información. Sólo por la posibilidad de ese entrenamiento merece la pena salir a la calle con un móvil, buscar un tema e intentar contarlo y compartirlo.
Y, para qué mentirles, esto también va sobre una posibilidad de ser feliz. Si tiene a algún periodista en su entorno, pregúntele qué siente cuando, ante una buena historia, se arremanga y empieza a trabajar.
Carmela Ríos acaba de publicar Cómo el 15M cambió la información. Una guía de periodismo móvil, editado por Libros.com