Sale Ancelotti y llega Benítez. Florentino vuelve a cambiar de entrenador y de estilo. Como si fuese una carrera de Fórmula Uno, el presidente va alternando neumáticos duros y blandos en su segundo mandato. De la calma de Pellegrini pasó al Madrid de los ojos inyectados en sangre. A Mourinho le fue concedido el mando absoluto, reventó el vestuario y erosionó la imagen del club. Un bochorno de formas sin grandes resultados que obligó a recurrir al señorío del pacificador, que devolvió la educación a la institución pero vivió, y bastante bien, de un gol en el descuento. Con el crédito de la décima agotado, Ancelotti deja paso de nuevo a la mano dura.
Parece que Rafa Benítez es el gordito que viene dando las gracias porque ya le toca, pero que nadie se equivoque. El madrileño no ficha por el Real Madrid a cualquier precio. Si Odegaard está inmaduro o no da el nivel, no va a jugar para contentar a papá. Si Bale no se entrega, los cien millones se irán al banquillo con él. Y así todos. Es un entrenador que no pasa una y que vive su profesión con una intensidad y dedicación similares a las de Guardiola. No dejará que nadie meta la mano en su parcela, por lo que, o Florentino ha cedido, o una vez más no sabe lo que ha fichado. Si buscaba una marioneta puente para esperar a Zidane, se ha equivocado de perfil, y si no que le pregunten a Massimo Moratti o a los sofás y las lámparas de Jaime Ortí.
El técnico viene a controlar la plantilla con plenos poderes y dejar que lo haga es lo mejor que le puede ocurrir al Real Madrid. No es ningún showman, es educado y solo le preocupa el fútbol. Le obsesiona hasta el punto de tener capacidad de sobra para asumir de forma simultánea tanto el banquillo como la dirección deportiva, una parcela que el club desprecia de forma equivocada. Tiene un don especial para reconocer buenos futbolistas y se fija siempre en la cantera. Por sus manos en el filial blanco pasaron Raúl, Guti, Álvaro Benito o Víctor Sánchez del Amo, entre otros, y ha descubierto a futbolistas como Sterling (Liverpool) o Raúl Albiol (Valencia).
Con él es seguro que se acabarán dos de los grandes problemas que arrastra el equipo. Por un lado, será díficil ver al Madrid agotado a mitad de temporada. Benítez, como licenciado en Educación Física (INEF), es muy meticuloso y exigente en la preparación. Ya fue el impulsor de las rotaciones cuando estaba en Mestalla y convirtió las risas en admiración con dos títulos ligueros. Por otro, el Madrid recuperará el equilibrio que no ha sido capaz de encontrar en los últimos años, en los que el equipo se parte por la mitad en determinadas fases del juego. Una de sus grandes virtudes es crear grupos compactos que suben y bajan en bloque. Su opción favorita es el 4-2-3-1, y el doble pivote irrenunciable.
El Madrid ganará en rigor defensivo, balón parado y velocidad. Hará un equipo más fiable con un distintivo marca de la casa: transiciones muy rápidas. A Benítez le gusta presionar y atacar muy directo, pero acabando la jugada y recuperando la posición. Con él no se improvisa. Es de pizarra, de repetir y repetir hasta que sale. Una y otra vez. Te grita, te coloca y te corrige. "Ponte así, el cuerpo más hacia atrás, y las piernas así, mira donde está el jugador, aprieta, atrás, encima... Te maneja como a un joystick", decía Arbeloa al salir de Liverpool. Está muy lejos de ser un psicólogo que trata de tener alegres a las estrellas. Él es de los que piensan que Ronaldo puede meter y dar más goles. Tiene el reto constante de evolucionar y mejorar. Es un entrenador profesional, no un gestor de egos.
¿QUÉ PROBLEMAS SE PUEDE ENCONTRAR?
La parte peligrosa viene por la afición y el vestuario. Los equipos del madrileño no suelen ser espectaculares y el Bernabéu podría ponerse nervioso si los resultados no acompañan, y más si en Barcelona el tridente liderado por Messi continúa intratable. A pesar de su fuerte personalidad, no tiene el carisma de sus antecesores y pitarle será más fácil.
Por otra parte, tiene fama de entrenador frío y distante con los jugadores. Mando, mucho. Palabras, las justas. Va al límite y exprime al máximo sus plantillas. Sonado fue su problema con Xabi Alonso en Liverpool al criticar al tolosarra por anteponer el nacimiento de su primer hijo a viajar con el equipo en Champions. Tampoco le tembló la mano 'dejando' al díscolo Riera sin Mundial ni se amilanó ante históricos como John Terry en el Chelsea o Marco Materazzi en el Inter, quien le considera "un cerdo". Rafa es un ejemplo de rigidez y disciplina que también se aplica a sí mismo. En 2006 no acudió al entierro de su padre porque estaba disputando el Mundial de Clubes con el Liverpool. Él es así. "El fútbol es lo primero".
Parece que Rafa Benítez es el gordito que viene dando las gracias porque ya le toca, pero que nadie se equivoque. El madrileño no ficha por el Real Madrid a cualquier precio. Si Odegaard está inmaduro o no da el nivel, no va a jugar para contentar a papá. Si Bale no se entrega, los cien millones se irán al banquillo con él. Y así todos. Es un entrenador que no pasa una y que vive su profesión con una intensidad y dedicación similares a las de Guardiola. No dejará que nadie meta la mano en su parcela, por lo que, o Florentino ha cedido, o una vez más no sabe lo que ha fichado. Si buscaba una marioneta puente para esperar a Zidane, se ha equivocado de perfil, y si no que le pregunten a Massimo Moratti o a los sofás y las lámparas de Jaime Ortí.
El técnico viene a controlar la plantilla con plenos poderes y dejar que lo haga es lo mejor que le puede ocurrir al Real Madrid. No es ningún showman, es educado y solo le preocupa el fútbol. Le obsesiona hasta el punto de tener capacidad de sobra para asumir de forma simultánea tanto el banquillo como la dirección deportiva, una parcela que el club desprecia de forma equivocada. Tiene un don especial para reconocer buenos futbolistas y se fija siempre en la cantera. Por sus manos en el filial blanco pasaron Raúl, Guti, Álvaro Benito o Víctor Sánchez del Amo, entre otros, y ha descubierto a futbolistas como Sterling (Liverpool) o Raúl Albiol (Valencia).
Con él es seguro que se acabarán dos de los grandes problemas que arrastra el equipo. Por un lado, será díficil ver al Madrid agotado a mitad de temporada. Benítez, como licenciado en Educación Física (INEF), es muy meticuloso y exigente en la preparación. Ya fue el impulsor de las rotaciones cuando estaba en Mestalla y convirtió las risas en admiración con dos títulos ligueros. Por otro, el Madrid recuperará el equilibrio que no ha sido capaz de encontrar en los últimos años, en los que el equipo se parte por la mitad en determinadas fases del juego. Una de sus grandes virtudes es crear grupos compactos que suben y bajan en bloque. Su opción favorita es el 4-2-3-1, y el doble pivote irrenunciable.
El Madrid ganará en rigor defensivo, balón parado y velocidad. Hará un equipo más fiable con un distintivo marca de la casa: transiciones muy rápidas. A Benítez le gusta presionar y atacar muy directo, pero acabando la jugada y recuperando la posición. Con él no se improvisa. Es de pizarra, de repetir y repetir hasta que sale. Una y otra vez. Te grita, te coloca y te corrige. "Ponte así, el cuerpo más hacia atrás, y las piernas así, mira donde está el jugador, aprieta, atrás, encima... Te maneja como a un joystick", decía Arbeloa al salir de Liverpool. Está muy lejos de ser un psicólogo que trata de tener alegres a las estrellas. Él es de los que piensan que Ronaldo puede meter y dar más goles. Tiene el reto constante de evolucionar y mejorar. Es un entrenador profesional, no un gestor de egos.
¿QUÉ PROBLEMAS SE PUEDE ENCONTRAR?
La parte peligrosa viene por la afición y el vestuario. Los equipos del madrileño no suelen ser espectaculares y el Bernabéu podría ponerse nervioso si los resultados no acompañan, y más si en Barcelona el tridente liderado por Messi continúa intratable. A pesar de su fuerte personalidad, no tiene el carisma de sus antecesores y pitarle será más fácil.
Por otra parte, tiene fama de entrenador frío y distante con los jugadores. Mando, mucho. Palabras, las justas. Va al límite y exprime al máximo sus plantillas. Sonado fue su problema con Xabi Alonso en Liverpool al criticar al tolosarra por anteponer el nacimiento de su primer hijo a viajar con el equipo en Champions. Tampoco le tembló la mano 'dejando' al díscolo Riera sin Mundial ni se amilanó ante históricos como John Terry en el Chelsea o Marco Materazzi en el Inter, quien le considera "un cerdo". Rafa es un ejemplo de rigidez y disciplina que también se aplica a sí mismo. En 2006 no acudió al entierro de su padre porque estaba disputando el Mundial de Clubes con el Liverpool. Él es así. "El fútbol es lo primero".