"Modelar nuestro futuro común: trabajar por unas sociedades prósperas, cohesivas y sostenibles para nuestros ciudadanos".
Bajo ese lema, la II Cumbre entre la Unión Europea y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (UE-CELAC) reunió la semana pasada en Bruselas a dirigentes europeos, latinoamericanos y caribeños para tratar de fortalecer las relaciones entre las dos regiones.
La cumbre, que se organiza bianualmente, tiene vocación de convertirse en el foro de cooperación entre las dos regiones desde donde se dé una respuesta coordinada a los retos que plantea un mundo complejo y cambiante.
La identidad y los valores compartidos entre Europa y América Latina y el Caribe son el acicate que nos permite a ambas regiones hacer frente a los retos actuales con una particular forma de entender el mundo. A esta relación podemos sumar a un tercer socio de este eje transatlántico, Estados Unidos. Un claro ejemplo de esta complementariedad es el acuerdo comercial y de inversión que se está cerrando actualmente entre la UE y EEUU. Este acuerdo no sólo beneficiará a empresas y ciudadanos estadounidenses y europeos, sino que supondrá también una fuente de oportunidades para los miembros de la CELAC. El eje atlántico es un objetivo prioritario para la Unión Europea y aquí en España ha tenido mucho que decir.
En los últimos años hemos conseguido que la Unión Europea vea a América Latina como un socio estratégico que ofrece garantías y que está comprometido con los valores democráticos. Los países latinoamericanos y caribeños son mercados sostenibles y dinámicos; los gobiernos, salvo algunas excepciones, democráticos y fiables. Europa, por su lado, es el segundo socio de la CELAC, somos a su vez un mercado muy atractivo y un ejemplo a seguir en lo político. Somos el campeón de los derechos humanos en el mundo. Hemos conseguido unas sociedades cohesionadas y prósperas, si bien es cierto que mermadas por la crisis económica. En definitiva, esta asociación es una situación que podemos denominar "win-win", socios estratégicos en pie de igualdad que se benefician mutuamente y fijan objetivos comunes para conseguir mayor bienestar para sus ciudadanos.
Son muchas las prioridades que compartimos con América Latina y el Caribe. Tenemos retos y aspiraciones comunes como la cohesión social, los derechos humanos, el cambio climático o la integración regional. El intercambio de conocimiento, a través de plataformas como estas cumbres o la movilidad transatlántica son pilares que facilitan el diálogo para hacer frente a estos desafíos. En esto una vez más España ha podido aportar su "savoir-faire" impulsando las negociaciones para la eliminación de visados para pasajeros de Perú y Colombia.
Comparto las palabras de Donald Tusk y el presidente de Ecuador y responsable actualmente de la CELAC, Rafael Correa, que destacaron la importancia de aprovechar el talento humano en ambas regiones y que éste sea de ida y vuelta; y conseguir una mayor movilidad de las personas en ambas direcciones. De esta manera lograremos una sociedad más próspera, cohesiva y sostenible.
Bajo ese lema, la II Cumbre entre la Unión Europea y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (UE-CELAC) reunió la semana pasada en Bruselas a dirigentes europeos, latinoamericanos y caribeños para tratar de fortalecer las relaciones entre las dos regiones.
La cumbre, que se organiza bianualmente, tiene vocación de convertirse en el foro de cooperación entre las dos regiones desde donde se dé una respuesta coordinada a los retos que plantea un mundo complejo y cambiante.
La identidad y los valores compartidos entre Europa y América Latina y el Caribe son el acicate que nos permite a ambas regiones hacer frente a los retos actuales con una particular forma de entender el mundo. A esta relación podemos sumar a un tercer socio de este eje transatlántico, Estados Unidos. Un claro ejemplo de esta complementariedad es el acuerdo comercial y de inversión que se está cerrando actualmente entre la UE y EEUU. Este acuerdo no sólo beneficiará a empresas y ciudadanos estadounidenses y europeos, sino que supondrá también una fuente de oportunidades para los miembros de la CELAC. El eje atlántico es un objetivo prioritario para la Unión Europea y aquí en España ha tenido mucho que decir.
En los últimos años hemos conseguido que la Unión Europea vea a América Latina como un socio estratégico que ofrece garantías y que está comprometido con los valores democráticos. Los países latinoamericanos y caribeños son mercados sostenibles y dinámicos; los gobiernos, salvo algunas excepciones, democráticos y fiables. Europa, por su lado, es el segundo socio de la CELAC, somos a su vez un mercado muy atractivo y un ejemplo a seguir en lo político. Somos el campeón de los derechos humanos en el mundo. Hemos conseguido unas sociedades cohesionadas y prósperas, si bien es cierto que mermadas por la crisis económica. En definitiva, esta asociación es una situación que podemos denominar "win-win", socios estratégicos en pie de igualdad que se benefician mutuamente y fijan objetivos comunes para conseguir mayor bienestar para sus ciudadanos.
Son muchas las prioridades que compartimos con América Latina y el Caribe. Tenemos retos y aspiraciones comunes como la cohesión social, los derechos humanos, el cambio climático o la integración regional. El intercambio de conocimiento, a través de plataformas como estas cumbres o la movilidad transatlántica son pilares que facilitan el diálogo para hacer frente a estos desafíos. En esto una vez más España ha podido aportar su "savoir-faire" impulsando las negociaciones para la eliminación de visados para pasajeros de Perú y Colombia.
Comparto las palabras de Donald Tusk y el presidente de Ecuador y responsable actualmente de la CELAC, Rafael Correa, que destacaron la importancia de aprovechar el talento humano en ambas regiones y que éste sea de ida y vuelta; y conseguir una mayor movilidad de las personas en ambas direcciones. De esta manera lograremos una sociedad más próspera, cohesiva y sostenible.