Le asalté en la caseta de Espasa de la Feria del Libro, a punto de irse a comer con Jesús Cintora y Elpidio Silva, para invitarle a que se subiera al Seiscientos el día siguiente, un domingo. Me miró con cara de forastero: "Yo tengo compromisos aquí, tengo que firmar". Le aclaré que lo haríamos antes de ir a la feria el día siguiente y que sólo necesitaba media hora. "Mañana a las 10 en el Café y Té enfrente de mi hotel... Hasta las once, tienes una hora", me respondió, antes de darse la vuelta y perderse con sus amigos por el parque de El Retiro.
Lleva (casi) siempre un puro agarrado en los dedos de las manos, y aunque reconoce que el tabaco es malo, "no me lo trago", se excusa, diciendo que casi cada día tiene un mitin y nunca ha tenido un gatillazo.
Se siente cómodo escribiendo a mano. Es autor de Nadie es más que nadie, La jungla de los listos y Este país merece la pena. Tiempo ha tenido en estos cuatro años dedicados a vivir la política desde la barrera.
Durante la entrevista me puso los dientes largos cuando me dijo que tiene que ir a La Moncloa a ver a Rajoy y a La Zarzuela al rey. "Si me quieres llevar en el Seiscientos...", me tentó, pero cuando se lo pensó un instante debió de pensar que la íbamos a liar. Puede ser, pero si lo que quiere es salir en las portadas de los periódicos, daría en la diana. Y a mí me convertiría en el chófer del presidente de Cantabria por un día, que falta me hace.
Lo dicho, un bonachón de pueblo y para el pueblo.