Ya ha pasado un año. Un año en el que no hemos parado; la demostración de la normalidad no descansa. En cualquier momento, en el trabajo, en un bar, con los amigos o la familia, de vacaciones, da igual, siempre hay preguntas que responder, procesos que deben normalizarse, ejemplos que puede hacer que los demás entiendan tu vida al igual que dan por hecho que tú entiendes la suya sin necesidad de explicarse.
Hace más de 40 años, tal día como hoy, un grupo de lesbianas, gais, bisexuales y, sobre todo, mujeres y hombres transexuales y travestidos, plantaron cara al pertinaz acoso policial y se rebelaron en el ya icónico Stonewal Inn en Christopher St. (New York).
Casi medio siglo después, la lucha sigue plenamente vigente. Son muchas las ciudades en todo el mundo que se han hecho eco de una reivindicación necesaria y justa, la igualdad y del respeto a la diversidad; muchos han sido también los políticos y personajes públicos que han ayudado a que paulatinamente las diferencias se conviertan en normalidad. De igual forma que han sido también multitud las personas anónimas que han compartido nuestra causa, por entender que estaba plenamente justificada, pues un país democrático, una sociedad decente, no puede convertir en odiosa discriminación la natural diferencia. Que la igual dignidad de quienes tienen una orientación sexual o una identidad de género distinta a la mayoritaria es simplemente una cuestión de justicia. Y en esas andamos, hoy, 28 de junio de 2015.
Este año celebramos en España el décimo aniversario de la aprobación de la llamada ley de matrimonio igualitario, esa norma que significó tanto en nuestro avance hacia la igualdad, y que nos hizo creer que, en ocasiones, los sueños pueden hacerse realidad. Y lo celebramos ondeando la bandera arcoíris, la bandera que a nadie excluye, salvo a aquellos que niegan el valor de la igualdad, en muchos ayuntamientos de todo el territorio nacional, entre ellos el de Madrid, que, por primera vez, va a engalanarse con los colores de la diversidad, y lo va a hacer por todo lo alto, sacando del armario polvoriento nuestra bandera para colgarla en los balcones de todas las juntas de distrito. Valladolid, capital de mi querida Castilla y León, también ondeará orgullosamente la diversidad. Cosa que también sucederá en numerosos municipios medianos y pequeños. Este es un hecho muy relevante, pues, por regla general, en las zonas rurales ser lesbiana, gay, transexual o bisexual no suele ser nada sencillo.
Los gestos, qué duda cabe, son muy importantes, pero más aún lo son las actitudes. Por eso, este año solicitamos a las autoridades competentes la aprobación y puesta en marcha de leyes por la igualdad real, ¡YA!. Porque no estamos dispuestos a seguir soportando discriminaciones, amenazas o agresiones hacia ningún miembro de nuestro colectivo por el mero hecho de pertenecer a él. No queremos vivir con miedo en los centros educativos, en los puestos de trabajo, en ningún ámbito de nuestra vida. La igualdad real es el objetivo.
Este año me alegra especialmente la puesta de la bandera en pro de la igualdad, la bandera alegre del arcoíris, la bandera que representa una sociedad diversa, igualitaria y justa, en el balcón del ayuntamiento del lugar donde viví durante mi infancia y adolescencia: Peñaranda de Bracamonte, en Salamanca. Es la primera vez que sucede algo así. Es un gesto muy trascendental para mí, un gesto que me reconcilia con mi pasado, un gesto que hace que sienta orgullo no solo por quienes viven allí, mi familia, mis amigas y, en general, todos los peñarandinos, sino también por la alcaldía que se ha atrevido a dar este paso valiente, justo y necesario.
Salir del armario, mostrarte tal y como eres, llevar una vida en pareja siendo homosexual, o nacer transexual en un pueblo pequeño o mediano no es nada sencillo; mucho más difícil, desde luego, que hacerlo en una gran ciudad. De ahí la importancia de reivindicar la igualdad de las personas LGTB en el ámbito rural.
Por eso hoy (y todos los días) quiero agradecer su esfuerzo y valentía a todas las personas, públicas o anónimas, que, en esas circunstancias, luchan, se muestran, nos enseñan que la normalidad también comprende la diferencia, y que la visibilidad es nuestra mejor arma; en definitiva, nos hacen ver que es posible ser iguales siendo diferentes.
Que nadie lo dude: Un gesto pequeño como el de colgar la bandera arcoíris en el ayuntamiento de un pequeño pueblo o de una pequeña ciudad es algo muy grande, que cuenta mucho, pues al tratarse de un gesto inclusivo a más de uno le hará sentirse mejor, más libre.
Os deseo a todas y todos un feliz Orgullo 2015.
Hace más de 40 años, tal día como hoy, un grupo de lesbianas, gais, bisexuales y, sobre todo, mujeres y hombres transexuales y travestidos, plantaron cara al pertinaz acoso policial y se rebelaron en el ya icónico Stonewal Inn en Christopher St. (New York).
Casi medio siglo después, la lucha sigue plenamente vigente. Son muchas las ciudades en todo el mundo que se han hecho eco de una reivindicación necesaria y justa, la igualdad y del respeto a la diversidad; muchos han sido también los políticos y personajes públicos que han ayudado a que paulatinamente las diferencias se conviertan en normalidad. De igual forma que han sido también multitud las personas anónimas que han compartido nuestra causa, por entender que estaba plenamente justificada, pues un país democrático, una sociedad decente, no puede convertir en odiosa discriminación la natural diferencia. Que la igual dignidad de quienes tienen una orientación sexual o una identidad de género distinta a la mayoritaria es simplemente una cuestión de justicia. Y en esas andamos, hoy, 28 de junio de 2015.
Este año celebramos en España el décimo aniversario de la aprobación de la llamada ley de matrimonio igualitario, esa norma que significó tanto en nuestro avance hacia la igualdad, y que nos hizo creer que, en ocasiones, los sueños pueden hacerse realidad. Y lo celebramos ondeando la bandera arcoíris, la bandera que a nadie excluye, salvo a aquellos que niegan el valor de la igualdad, en muchos ayuntamientos de todo el territorio nacional, entre ellos el de Madrid, que, por primera vez, va a engalanarse con los colores de la diversidad, y lo va a hacer por todo lo alto, sacando del armario polvoriento nuestra bandera para colgarla en los balcones de todas las juntas de distrito. Valladolid, capital de mi querida Castilla y León, también ondeará orgullosamente la diversidad. Cosa que también sucederá en numerosos municipios medianos y pequeños. Este es un hecho muy relevante, pues, por regla general, en las zonas rurales ser lesbiana, gay, transexual o bisexual no suele ser nada sencillo.
Los gestos, qué duda cabe, son muy importantes, pero más aún lo son las actitudes. Por eso, este año solicitamos a las autoridades competentes la aprobación y puesta en marcha de leyes por la igualdad real, ¡YA!. Porque no estamos dispuestos a seguir soportando discriminaciones, amenazas o agresiones hacia ningún miembro de nuestro colectivo por el mero hecho de pertenecer a él. No queremos vivir con miedo en los centros educativos, en los puestos de trabajo, en ningún ámbito de nuestra vida. La igualdad real es el objetivo.
Este año me alegra especialmente la puesta de la bandera en pro de la igualdad, la bandera alegre del arcoíris, la bandera que representa una sociedad diversa, igualitaria y justa, en el balcón del ayuntamiento del lugar donde viví durante mi infancia y adolescencia: Peñaranda de Bracamonte, en Salamanca. Es la primera vez que sucede algo así. Es un gesto muy trascendental para mí, un gesto que me reconcilia con mi pasado, un gesto que hace que sienta orgullo no solo por quienes viven allí, mi familia, mis amigas y, en general, todos los peñarandinos, sino también por la alcaldía que se ha atrevido a dar este paso valiente, justo y necesario.
Salir del armario, mostrarte tal y como eres, llevar una vida en pareja siendo homosexual, o nacer transexual en un pueblo pequeño o mediano no es nada sencillo; mucho más difícil, desde luego, que hacerlo en una gran ciudad. De ahí la importancia de reivindicar la igualdad de las personas LGTB en el ámbito rural.
Por eso hoy (y todos los días) quiero agradecer su esfuerzo y valentía a todas las personas, públicas o anónimas, que, en esas circunstancias, luchan, se muestran, nos enseñan que la normalidad también comprende la diferencia, y que la visibilidad es nuestra mejor arma; en definitiva, nos hacen ver que es posible ser iguales siendo diferentes.
Que nadie lo dude: Un gesto pequeño como el de colgar la bandera arcoíris en el ayuntamiento de un pequeño pueblo o de una pequeña ciudad es algo muy grande, que cuenta mucho, pues al tratarse de un gesto inclusivo a más de uno le hará sentirse mejor, más libre.
Os deseo a todas y todos un feliz Orgullo 2015.