"Mi consejo: a la hora de negociar con el actual Gobierno de Atenas, no olviden a quien tienen enfrente. Cuando habla de otra Europa es porque le gustaría que esta no existiera".
Lo escribí en El Huffington el 9 de abril en un post que llevaba el mismo título que este que están leyendo, pero sin el (2) que indica que es su segunda parte. Y, lamentablemente, el tiempo nos ha dado la razón a los que advertimos de que el problema con Tsipras no era solo su desacuerdo con el rescate firmado por su país, sino su convicción ideológica de que lo mejor que se puede hacer con la UE es desmantelarla.
El fin de semana, tras la injustificada e injustificable espantada protagonizada por el Gobierno griego, Teresa de Sousa escribía en el diario Público de Lisboa un certero artículo preguntándose "¿Era esto lo que Atenas siempre quiso? La pregunta ha pasado a ser legítima". No puedo estar más de acuerdo.
Durante semanas, Tsipras ha ido ganando el tiempo suficiente para poner en marcha la estrategia que tenía diseñada. A cada acercamiento en las negociaciones, respondía con un nuevo obstáculo. Y en el último minuto, cuando las posturas estaban más cercanas que nunca, ordenó deprisa y corriendo, por mensaje telefónico, a sus representantes que se levantaran de la mesa, convocando un referéndum para el 5 de julio (con una semana de campaña y sobre una propuesta que había dejado de ser oficial porque él mismo la había desechado: ¡viva la democracia!).
La única impresión válida de lo sucedido es que el líder de Syriza (mis amigos griegos siempre me preguntaban por qué se decía en España que era el moderado dentro del partido cuando ningún dato lo avalaba) tenía miedo al acuerdo o, mejor dicho, que este no entraba para nada en sus planes.
Las consecuencias no hace falta describirlas. Las pagarán sobre todo los griegos. Pero también el resto de europeos y, desde luego, la credibilidad de la UE y el euro.
No me extraña el jolgorio con el que los brokers y especuladores de las zonas dólar y libra esterlina han acogido el festival de caídas en las bolsas y subidas de las primas de riegos provocado por Tsipras, porque para ellos va a suponer un verdadero festín de millones y millones de beneficios con solo pulsar una tecla. Por ahí van escribiendo que esto es el fin de la moneda única.
¡Qué más quisieran ellos! El euro está aquí para quedarse y formar parte de los instrumentos que nos permiten ser el lugar del mundo más democrático y socialmente avanzado. Para ello, desde que nos inocularon su crisis en 2008, nos hemos dotado de los mecanismos necesarios. Y funcionarán. Que no lo duden Tsipras o sus beneficiarios en la City, Wall Street y Moscú, mira por dónde.
Puedes leer aquí la primera parte de este artículo