La decisión adoptada por el TS de los EEUU, validando el matrimonio igualitario (same sex marriage) o el caso Obergefell vs. Hodges (2015), ha hecho ciertamente historia. Como en tantas otras ocasiones, por un estrecho margen (cinco jueces frente a cuatro), el legendario TS de EEUU, en su jurisdicción constitucional (equivalente a nuestro TC), ha dictaminado en 30 folios que la prohibición del matrimonio igualitario entre personas del mismo sexo, equívocamente referido como "matrimonio gay" en lenguaje periodístico -hasta ese día vigente en trece de los cincuenta estados e los EEUU (treintaisiete lo han adoptado ya en sus legislaturas estatales) es inconstitucional. Y lo es porque es contraria a la cláusula Equal Protection under Due Process of Law consagrada en la XIV Enmienda (1868) a su Constitución de 1787. (Imagen: REUTERS)
El presidente Obama ha celebrado de inmediato esa decisión como un triunfo de la Equal Justice under the Law, lema del TS de EEUU. Lo ha simbolizado la imagen, transmitida viralmente, de la Casa Blanca iluminada con la bandera arco iris. Como lo está estos días la Plaza de la Cibeles.
Hace ahora 10 años hicimos historia en España. Por fin primeros en la fila de las libertades civiles -tras Bélgica, Países Bajos y, en aquel momento, Canadá-, España fue pionera en una ampliación de derechos y de la igual libertad que una década después resulta ya ampliamente mayoritaria en la UE; la última en ratificarlo, hasta ahora, ha sido -¡y por referéndum!- nada menos que Irlanda, también connotada por una tradición de influencia del sector más recalcitrante del conservadurismo católico.
Hicimos historia venciendo muchas resistencias. La jerarquía episcopal española marchó en manifestación con la jerarquía del PP, que interpuso su fallido recurso ante el TC, un recurso minado de argumentos reaccionarios que ya suscitan sonrojo a muchos de sus afiliados. Hoy, 10 años después, son legión los dirigentes y militantes del PP que han practicado (u oficiado en sus responsabilidades) matrimonios igualitarios.
Bramaba aquella coalición de fuerzas conservadoras que aquella "diabólica ingeniería social" perseguía el "fin de la familia". Lo único cierto es que la ley por la que el Gobierno socialista de Zapatero, en el que tuve el honor de servir como ministro de Justicia, no "destruyó" ninguna familia: sólo la amplió, la extendió, la hizo más inclusiva y libre en una sociedad compuesta por hombres y mujeres libres e iguales en derechos, independientemente de sus preferencias afectivas o su orientación sexual.
En la sociedad española, y en una creciente mayoría de Estados miembros de la UE, el matrimonio igualitario se encuentra hoy consolidado, aceptado y asumido como un componente más de una sociedad diversa y respetuosa de su propia realidad. Está ahí para quedarse.
España hizo lo correcto con la Ley de 2005. Acertamos. Estoy orgulloso de haber contribuido a ello. Y ayuda en este momento rendir tributo al impulso de un amigo inolvidable: Pedro Zerolo. Le echamos de menos. El momento memorable en que, en las escalinatas del Congreso, expresando y liderando el júbilo de quienes hicieron de aquella demanda un símbolo de la importancia en política de honrar la palabra dada, me estampó un beso en la mejilla, hizo primera página en la prensa nacional e internacional.
España estaba haciendo historia. Habíamos hecho historia como ahora lo está haciendo el TS de EEUU.
El presidente Obama ha celebrado de inmediato esa decisión como un triunfo de la Equal Justice under the Law, lema del TS de EEUU. Lo ha simbolizado la imagen, transmitida viralmente, de la Casa Blanca iluminada con la bandera arco iris. Como lo está estos días la Plaza de la Cibeles.
Hace ahora 10 años hicimos historia en España. Por fin primeros en la fila de las libertades civiles -tras Bélgica, Países Bajos y, en aquel momento, Canadá-, España fue pionera en una ampliación de derechos y de la igual libertad que una década después resulta ya ampliamente mayoritaria en la UE; la última en ratificarlo, hasta ahora, ha sido -¡y por referéndum!- nada menos que Irlanda, también connotada por una tradición de influencia del sector más recalcitrante del conservadurismo católico.
Hicimos historia venciendo muchas resistencias. La jerarquía episcopal española marchó en manifestación con la jerarquía del PP, que interpuso su fallido recurso ante el TC, un recurso minado de argumentos reaccionarios que ya suscitan sonrojo a muchos de sus afiliados. Hoy, 10 años después, son legión los dirigentes y militantes del PP que han practicado (u oficiado en sus responsabilidades) matrimonios igualitarios.
Bramaba aquella coalición de fuerzas conservadoras que aquella "diabólica ingeniería social" perseguía el "fin de la familia". Lo único cierto es que la ley por la que el Gobierno socialista de Zapatero, en el que tuve el honor de servir como ministro de Justicia, no "destruyó" ninguna familia: sólo la amplió, la extendió, la hizo más inclusiva y libre en una sociedad compuesta por hombres y mujeres libres e iguales en derechos, independientemente de sus preferencias afectivas o su orientación sexual.
En la sociedad española, y en una creciente mayoría de Estados miembros de la UE, el matrimonio igualitario se encuentra hoy consolidado, aceptado y asumido como un componente más de una sociedad diversa y respetuosa de su propia realidad. Está ahí para quedarse.
España hizo lo correcto con la Ley de 2005. Acertamos. Estoy orgulloso de haber contribuido a ello. Y ayuda en este momento rendir tributo al impulso de un amigo inolvidable: Pedro Zerolo. Le echamos de menos. El momento memorable en que, en las escalinatas del Congreso, expresando y liderando el júbilo de quienes hicieron de aquella demanda un símbolo de la importancia en política de honrar la palabra dada, me estampó un beso en la mejilla, hizo primera página en la prensa nacional e internacional.
España estaba haciendo historia. Habíamos hecho historia como ahora lo está haciendo el TS de EEUU.