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Grecia se merece algo mejor

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La noche del lunes 22 de junio, en lo más alto de la política europea, una actitud predominantemente tecnocrática persistía en la ansiosamente esperada cumbre de líderes europeos en Bruselas. Reunidos con urgencia para intentar resolver la crisis griega, los que estaban allí presentes compartían la responsabilidad por la situación de un país que seguía al borde del desastre -causando una inestabilidad que se ha intensificado tras el cierre de sus bancos durante una semana, después de una una repentina imposición de controles de capital.

Las discusiones terminaron sin llegar a un acuerdo el jueves 25 de junio, a pesar de la insistencia de la canciller alemana de que era necesario llegar a un compromiso antes de que abrieran los mercados el lunes 29 de junio. Suponían que los aguerridos griegos cederían, tal vez en una semana más o menos, al masoquismo implícito en las medidas draconianas de la UE, exigidas a cambio de asistencia financiera de emergencia a Grecia -que también se necesita con urgencia actualmente.

Pero las cosas se complicaron más durante el fin de semana por la sorprendente decisión del primer ministro griego de intentar obtener el apoyo del Parlamento para convocar un referéndum el domingo 5 de julio, aunque tuviera que suspender sus responsabilidades ejecutivas, como marca la Constitución -en medio de negociaciones críticas con sus acreedores.

Inexplicablemente se le ha pedido al pueblo griego que decida sobre un tema técnico y complejo, como es el de las exigencias (ciertamente excesivas) que los acreedores han hecho para reactivar la ayuda financiera de emergencia a Grecia, algo que los expertos oficiales de ambos lados no han podido resolver después de cinco meses de interminables discusiones, incluyendo recriminaciones innecesarias y sin las mediaciones debidas en el proceso.

Todos estas formas de actuar ignoran momentos cruciales en la historia moderna de Europa, como el inolvidable discurso de Charles de Gaulle después de la Segunda Guerra Mundial, apoyado por los líderes europeos de la época, incluyendo a Sir Winston Churchill -o Joseph Stalin-, cuando solemnemente declaró ante la Asamblea Nacional de Francia: "Reconozco mi admiración por la lucha monumental de Grecia y por sus heroicos logros durante la Segunda Guerra Mundial, creando derechos únicos e inalienables para el pueblo griego dentro de Europa."

La supervivencia de Europa, sin ninguna duda, le debe mucho a Grecia. Incluso en periodos tempranos hubo momentos de gran coraje y sacrificio del pueblo griego. Ha habido otros momentos decisivos donde la contribución griega al desarrollo y defensa de la cultura europea y la civilización occidental ha sido muy importante. Los griegos en Termópilas y Maratón, aunque ampliamente superados en número, combatieron y forzaron la retirada de numerosos invasores del este preparados para combatir por todo el continente, subyugar a Europa y someterla a su dominio. Un mensaje didáctico para la Europa de hoy en día.

Sin ninguna perspectiva sobre las cosas, esa noche crucial en Bruselas, los líderes europeos simplemente pensaron en que la deuda soberana de Grecia excedía los 320 mil millones de euros, en vez de darse cuenta de que era el momento reducir esa deuda y reflejar el enorme daño económico, financiero y social que la política europea de ciega austeridad ha infligido sobre Grecia durante años -imperfecta tanto en el diseño como en ejecución. Y así continuaron retrasando la puesta en marcha de las reformas estructurales serias que son necesarias para poner a la economía griega en un proceso de crecimiento sostenible.

Y de ese modo, sin la corrección necesaria de la deuda soberana griega, los temores del impago siguen ahí. El país está incumpliendo un programa de rescate financiero -y no podrá seguir disfrutando de acceso a los fondos restantes de dieciséis mil millones de euros. Así que un impago doble parece probable. Primero, en el pago de 1500 millones al FMI [que venció el pasado martes 1 de junio y cuya financiación también cesó automáticamente] -aunque también hay un plazo de una deuda de 472 millones de euros que el Banco de Grecia emitió a el Estado griego en 1994. Y sin un nuevo acuerdo de rescate financiero, Grecia no podrá pagar el 20 de julio 3500 millones de euros al BCE por la compra de bonos del Gobierno griego.

Con sus nuevas y más duras medidas reinando intransigentemente, la UE sigue insistiendo en la necesidad de aumentar los recortes en gastos públicos, pensiones y salarios, dirigidos, si son adoptados, a mandar a la economía griega a una recesión más profunda por culpa de una demanda ya colapsada -algo que se ha intensificado por el aumento de una serie de impuestos directos e indirectos.

En resumen, Grecia ha sido forzada (por sus acreedores) a hacer sacrificios inmensos. Sacrificios probablemente destinados a continuar más allá de lo posible. Estos sacrificios no se están haciendo para salvar a Europa (ni sus valores), ni para asegurar su supervivencia. Los sacrificios sirven para asegurar la supervivencia de los mal concebidos arreglos monetarios de la Eurozona y para salvar al FMI de un bochorno serio.

Es más, Grecia y sus aliados durante la II Guerra Mundial voluntariamente renunciaron a las demandas planteadas de manera muy razonable a Alemania por el daño que ésta causó durante la guerra, un inspirador perdón de las deudas. En contraste con ese momento, ahora todos esperan que Grecia, en circunstancias completamente excepcionales, sucumba al daño que le han causado sus acreedores oficiales.

No es una posición sabia de la Unión Europea -un superpoder actualmente en el limbo y con amenazas de recesión- la de continuar con su tortura a este pueblo griego que está en la estratégica periferia sureña, en vez de ofrecernos a todos una verdadera oportunidad de generar prosperidad tanto en Grecia como en el resto de Europa. Particularmente, dentro del contexto prometedor que ha surgido de los intensos y reconocidos esfuerzos del Gobierno de EE UU en meses recientes para desincentivar la hostilidad y la confrontación innecesaria en la Eurozona.


Este artículo fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Cristóbal de Losada López de Romaña

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