Las emociones son una parte fundamental que hace que nuestras relaciones sean ricas y satisfactorias. Emociones como la pasión, la calidez y la alegría, y también la tristeza y la desilusión nos indican que estamos plenamente vivos. Al mismo tiempo, gestionar las emociones puede constituir todo un reto. La incapacidad para reconocerlas y hablar sobre ellas desemboca en conversaciones difíciles que terminan por socavar la calidad de nuestras relaciones.
A menudo nos las arreglamos para considerar que las emociones nada tienen que ver con nuestros problemas de comunicación, pues pensamos que compartir lo que sentimos resultará demasiado arriesgado, ya que podemos dañar a otros o a la relación, o bien volvernos demasiado vulnerables al exponernos con tanta transparencia.
El inconveniente es que en muchas conversaciones complicadas, los problemas solo se pueden resolver enfrentándonos a las emociones. Eludirlas o fingir que no existen suele resultar una salida poco satisfactoria para ambas partes.
Además, las emociones no expresadas pueden colorear la conversación de diferentes maneras, destiñendo diversos aspectos de la comunicación aunque creamos que somos capaces de disimularlas. Por una parte, afectan el tono de voz, la expresión facial y el lenguaje corporal.
Pueden manifestarse con largas pausas o un distanciamiento inexplicable. Puedes mostrarte sarcástico, agresivo, impaciente, impredecible o a la defensiva. En definitiva, crean tanta tensión que dejas de involucrarte: prefieres no trabajar con un determinado compañero porque tienes sentimientos pendientes con él, o puedes distanciarte de tu marido, tus hijos o ciertos amigos.
No solo eso, las emociones no expresadas también pueden causar otro obstáculo más sutil:
pueden bloquear tu capacidad para escuchar. ¿Por qué? Porque para escuchar de verdad, con los cinco sentidos, con Mindfulness, has de mantener una actitud abierta, de curiosidad honesta hacia la otra persona, y debes estar dispuesto a que el foco esté en ella. Es muy difícil poner la atención completa en el otro cuando nos sentimos descuidados y no tenidos en cuenta, aunque la razón sea que nosotros mismos hayamos decidido no compartir lo que verdaderamente sentimos.
Casi todas las conversaciones complicadas incluyen emociones intensas. Aunque podemos delimitar un problema sin hacer alusión a ellas, no nos será posible resolverlo sin abordarlas. Sin admitir cómo te sientes primero, no podrás manejarlas. Lo cierto es que en ocasiones decidirás que compartir lo que sientes es innecesario, o inútil. Otras veces te percatarás de que han de tomar todo el escenario.
Expresar las emociones en todo caso no significa ser emocional. Lo principal es darse cuenta de lo importantes que son, y cuando hagamos alusión a ellas en una conversación, relacionarlas con el problema que tenemos con la otra persona. Lo segundo que tener en cuenta es evitar todo tipo de evaluación: las emociones no son juicios, atribuciones ni reproches. Y lo tercero, no monopolices la conversación; la otra persona ha de tener el espacio para expresar sus emociones también. Antes de pasar a la etapa de resolución, tiene que haber reconocimiento y comprensión de las emociones. Solo así se pueden resolver los conflictos.
A menudo nos las arreglamos para considerar que las emociones nada tienen que ver con nuestros problemas de comunicación, pues pensamos que compartir lo que sentimos resultará demasiado arriesgado, ya que podemos dañar a otros o a la relación, o bien volvernos demasiado vulnerables al exponernos con tanta transparencia.
El inconveniente es que en muchas conversaciones complicadas, los problemas solo se pueden resolver enfrentándonos a las emociones. Eludirlas o fingir que no existen suele resultar una salida poco satisfactoria para ambas partes.
Además, las emociones no expresadas pueden colorear la conversación de diferentes maneras, destiñendo diversos aspectos de la comunicación aunque creamos que somos capaces de disimularlas. Por una parte, afectan el tono de voz, la expresión facial y el lenguaje corporal.
Pueden manifestarse con largas pausas o un distanciamiento inexplicable. Puedes mostrarte sarcástico, agresivo, impaciente, impredecible o a la defensiva. En definitiva, crean tanta tensión que dejas de involucrarte: prefieres no trabajar con un determinado compañero porque tienes sentimientos pendientes con él, o puedes distanciarte de tu marido, tus hijos o ciertos amigos.
No solo eso, las emociones no expresadas también pueden causar otro obstáculo más sutil:
pueden bloquear tu capacidad para escuchar. ¿Por qué? Porque para escuchar de verdad, con los cinco sentidos, con Mindfulness, has de mantener una actitud abierta, de curiosidad honesta hacia la otra persona, y debes estar dispuesto a que el foco esté en ella. Es muy difícil poner la atención completa en el otro cuando nos sentimos descuidados y no tenidos en cuenta, aunque la razón sea que nosotros mismos hayamos decidido no compartir lo que verdaderamente sentimos.
Casi todas las conversaciones complicadas incluyen emociones intensas. Aunque podemos delimitar un problema sin hacer alusión a ellas, no nos será posible resolverlo sin abordarlas. Sin admitir cómo te sientes primero, no podrás manejarlas. Lo cierto es que en ocasiones decidirás que compartir lo que sientes es innecesario, o inútil. Otras veces te percatarás de que han de tomar todo el escenario.
Expresar las emociones en todo caso no significa ser emocional. Lo principal es darse cuenta de lo importantes que son, y cuando hagamos alusión a ellas en una conversación, relacionarlas con el problema que tenemos con la otra persona. Lo segundo que tener en cuenta es evitar todo tipo de evaluación: las emociones no son juicios, atribuciones ni reproches. Y lo tercero, no monopolices la conversación; la otra persona ha de tener el espacio para expresar sus emociones también. Antes de pasar a la etapa de resolución, tiene que haber reconocimiento y comprensión de las emociones. Solo así se pueden resolver los conflictos.