"Mañana todas a la calle a rodar que es lo mejor que sabemos hacer." Esta era nuestra consigna.
Tan solo siete días antes empezábamos a organizarnos. "Viene un tren cargado de mujeres desde Asturias para defender la libertad de todas. Se le han unido otros trenes desde otros puntos de España. ¡¡Está siendo todo tan indignante!! Tenemos que hacer una película."
Dicho y hecho. El eco del mail llegó a todos los rincones. Mujeres cineastas desde las principales capitales del territorio español contestaban ofreciendo sus cámaras y su talento y pedían directrices. Desde París, Edimburgo y otras ciudades del planeta con manifestaciones frente a las embajadas y consulados españoles, también se ofrecían cineastas con sus cámaras. La certeza de que la reforma a la ley del aborto cercenaría nuestros derechos en salud sexual y reproducción y nos expondría a mayores riesgos para nuestra salud y nuestra vida, era una idea unánime.
La primera necesidad fue un local donde poder organizarnos todas, montadoras, guionistas, sonidistas, productoras y directoras. La Corsetería cedió su local y la película comenzó a caminar. En unos minutos ya había dos grupos diferenciados marcando pautas. El grupo de producción y el grupo de directoras, montadoras y guionistas. En producción la idea fundamental era que el grupo de directoras no tuvieran problemas para rodar. Consecución de derechos de espacio, derechos de personas entrevistadas, chalecos identificativos, una auxiliar con cada cámara, un lugar como centro de operaciones donde descargar las tarjetas de memoria. En el grupo de dirección se pensaba en la idea, el hilo argumental. De la semilla inicial al grito global, dijo una de las montadoras. Ahí estaba la idea. ¿Quiénes eran las ideólogas y por qué su indignación y su grito? ¿Quiénes eran las seguidoras? Otros grupos de profesionales de la medicina, la psiquiatría y demás profesionales que se unían a los trenes.
Al momento las productoras invadieron el grupo de dirección: "Necesitamos conocer el hilo argumental para apoyaros desde producción."
Alguien tenía que subirse al tren asturiano. Este salía un día antes porque habían decidido hacer parada en Valladolid y protestar ante la sede del Congreso del partido que apoya la reforma de la ley del aborto. "Yo voy": ni medio segundo tardó una de las directoras en decidirlo. Desde Galicia, Barcelona, Andalucía, País Vasco se pidieron las directrices. De aquella reunión surgió un Manual de Procedimientos. Hacían falta sonidistas, hacían falta más auxiliares de producción. La noche anterior un gran filósofo, padre de una de las directoras, fallecía. El abrazo y el ánimo para nuestra compañera llenó las bandejas de entrada de nuestros emails. Y con esta tristísima noticia también comenzaron a llegar las primera imágenes desde el tren de Asturias, desde la noche en Valladolid. "Yo no puedo acudir a la manifestación pero sí estoy libre antes. ¿Alguna necesidad por cubrir?", leí bien entrada la noche. "Las francesas llegan en avión a las nueve de la mañana." "Ahí estaré." Nadie ponía un pero, ni hacía una pregunta inconveniente. Ninguna sintió que otras mandaran más porque ninguna mandaba más. Al amanecer los mensajes desde Barcelona: "El Jefe de Estación y el equipo de Seguridad nos ha escoltado en solidaridad con la reivindicación."
Yo, nunca en mi vida, había ido a una manifestación en taxi. Pero esta vez quería llegar la primera, no perderme nada. Alrededor de la estación de Atocha los equipos de rodaje ya estaban ahí emplazados. Con sus chalecos reflectantes y su pegatina del Tren de las Cineastas (aunque a veces las llevaban pegadas a la espalda un par de calvos. Se nos habían unido los compañeros de sonido). Dentro de la estación un coro de mujeres, algunas con sus bebés, ensayaban para recibir a las Comadres. Una mujer pelirroja, alta, esbelta y con una cámara, no pequeña, al hombro, grababa los preparativos. "¿Quién es?" Le pregunté a una compañera de producción. "Irlanda" "¿Es de Irlanda?" "No -me dice- que se llama Irlanda." "¡Ella es Irlanda!" respondo emocionada. "Tampoco he dicho eso." Me dice mi colega. Al momento, otra productora viene indicando que las Comadres ya suben desde el andén y que nos echemos todos hacia atrás si no queremos que se organice un buen lío. "¿Quién es esa mujer que manda tanto? ¿Es una funcionaría de la Estación?" pregunta una señora pegada a mi abrigo. "No. Es la productora de Almodóvar, señora." Las comadres y su cantidad de años de experiencia en vida llegaron al vestíbulo principal y los cánticos, aplausos y lágrimas nos envolvieron en abrazos obligados a muchas allí presentes. Otro equipo de cámara y producción subía aquellas escaleras sin perder de vista a las Comadres. Irlanda se escurría entre los gritos, el tumulto, los abrazos. Fuera de la estación, decenas de mujeres con sus tambores anunciaban la llegada. Atocha estaba llena hasta los topes de personas gritando, cantando, bailando y aplaudiendo. "¡Qué emoción! ¡Alguien debería hacer una película de esto!", le oigo decir a una mujer a mi vera. "Señora -le digo- mire allí arriba, y allí también. Hay sesenta cineastas por toda España grabando para hacer una película colectiva de todo esto." La señora cubrió con sus manos su rostro y su emoción. Y la película está siendo verdad. La manifestación ya pasó. La construcción de la película no ha hecho más que comenzar.
Tan solo siete días antes empezábamos a organizarnos. "Viene un tren cargado de mujeres desde Asturias para defender la libertad de todas. Se le han unido otros trenes desde otros puntos de España. ¡¡Está siendo todo tan indignante!! Tenemos que hacer una película."
Dicho y hecho. El eco del mail llegó a todos los rincones. Mujeres cineastas desde las principales capitales del territorio español contestaban ofreciendo sus cámaras y su talento y pedían directrices. Desde París, Edimburgo y otras ciudades del planeta con manifestaciones frente a las embajadas y consulados españoles, también se ofrecían cineastas con sus cámaras. La certeza de que la reforma a la ley del aborto cercenaría nuestros derechos en salud sexual y reproducción y nos expondría a mayores riesgos para nuestra salud y nuestra vida, era una idea unánime.
La primera necesidad fue un local donde poder organizarnos todas, montadoras, guionistas, sonidistas, productoras y directoras. La Corsetería cedió su local y la película comenzó a caminar. En unos minutos ya había dos grupos diferenciados marcando pautas. El grupo de producción y el grupo de directoras, montadoras y guionistas. En producción la idea fundamental era que el grupo de directoras no tuvieran problemas para rodar. Consecución de derechos de espacio, derechos de personas entrevistadas, chalecos identificativos, una auxiliar con cada cámara, un lugar como centro de operaciones donde descargar las tarjetas de memoria. En el grupo de dirección se pensaba en la idea, el hilo argumental. De la semilla inicial al grito global, dijo una de las montadoras. Ahí estaba la idea. ¿Quiénes eran las ideólogas y por qué su indignación y su grito? ¿Quiénes eran las seguidoras? Otros grupos de profesionales de la medicina, la psiquiatría y demás profesionales que se unían a los trenes.
Al momento las productoras invadieron el grupo de dirección: "Necesitamos conocer el hilo argumental para apoyaros desde producción."
Alguien tenía que subirse al tren asturiano. Este salía un día antes porque habían decidido hacer parada en Valladolid y protestar ante la sede del Congreso del partido que apoya la reforma de la ley del aborto. "Yo voy": ni medio segundo tardó una de las directoras en decidirlo. Desde Galicia, Barcelona, Andalucía, País Vasco se pidieron las directrices. De aquella reunión surgió un Manual de Procedimientos. Hacían falta sonidistas, hacían falta más auxiliares de producción. La noche anterior un gran filósofo, padre de una de las directoras, fallecía. El abrazo y el ánimo para nuestra compañera llenó las bandejas de entrada de nuestros emails. Y con esta tristísima noticia también comenzaron a llegar las primera imágenes desde el tren de Asturias, desde la noche en Valladolid. "Yo no puedo acudir a la manifestación pero sí estoy libre antes. ¿Alguna necesidad por cubrir?", leí bien entrada la noche. "Las francesas llegan en avión a las nueve de la mañana." "Ahí estaré." Nadie ponía un pero, ni hacía una pregunta inconveniente. Ninguna sintió que otras mandaran más porque ninguna mandaba más. Al amanecer los mensajes desde Barcelona: "El Jefe de Estación y el equipo de Seguridad nos ha escoltado en solidaridad con la reivindicación."
Yo, nunca en mi vida, había ido a una manifestación en taxi. Pero esta vez quería llegar la primera, no perderme nada. Alrededor de la estación de Atocha los equipos de rodaje ya estaban ahí emplazados. Con sus chalecos reflectantes y su pegatina del Tren de las Cineastas (aunque a veces las llevaban pegadas a la espalda un par de calvos. Se nos habían unido los compañeros de sonido). Dentro de la estación un coro de mujeres, algunas con sus bebés, ensayaban para recibir a las Comadres. Una mujer pelirroja, alta, esbelta y con una cámara, no pequeña, al hombro, grababa los preparativos. "¿Quién es?" Le pregunté a una compañera de producción. "Irlanda" "¿Es de Irlanda?" "No -me dice- que se llama Irlanda." "¡Ella es Irlanda!" respondo emocionada. "Tampoco he dicho eso." Me dice mi colega. Al momento, otra productora viene indicando que las Comadres ya suben desde el andén y que nos echemos todos hacia atrás si no queremos que se organice un buen lío. "¿Quién es esa mujer que manda tanto? ¿Es una funcionaría de la Estación?" pregunta una señora pegada a mi abrigo. "No. Es la productora de Almodóvar, señora." Las comadres y su cantidad de años de experiencia en vida llegaron al vestíbulo principal y los cánticos, aplausos y lágrimas nos envolvieron en abrazos obligados a muchas allí presentes. Otro equipo de cámara y producción subía aquellas escaleras sin perder de vista a las Comadres. Irlanda se escurría entre los gritos, el tumulto, los abrazos. Fuera de la estación, decenas de mujeres con sus tambores anunciaban la llegada. Atocha estaba llena hasta los topes de personas gritando, cantando, bailando y aplaudiendo. "¡Qué emoción! ¡Alguien debería hacer una película de esto!", le oigo decir a una mujer a mi vera. "Señora -le digo- mire allí arriba, y allí también. Hay sesenta cineastas por toda España grabando para hacer una película colectiva de todo esto." La señora cubrió con sus manos su rostro y su emoción. Y la película está siendo verdad. La manifestación ya pasó. La construcción de la película no ha hecho más que comenzar.