Echando cuentas a ojo he debido pasar una cuarta parte de mi vida esperando el transporte público o dentro de él. Posiblemente más de la mitad de esa cuarta parte, de pie esperando, y la otra mitad, colgada como un chimpancé de la barra haciendo equilibrios para mantener la vertical.
Yo era la Juana de Arco del transporte público, la defensora de la EMT, la Libertad guiando al pueblo en autobús... Hasta que cambié de trabajo y tuve que contribuir involuntariamente a aumentar las emisiones de dióxido de carbono de la atmósfera a diario usando mi coche.
Pero después de toda una vida viajando en este transporte puedo hacer un resumen, con la autoridad moral suficiente, de lo que se cuece (a veces en sentido literal) dentro de este medio de transporte.
1. NO SE CORRE PARA COGER EL AUTOBÚS
Las posibilidades de éxito son mínimas en comparación con las posibilidades de sentirnos ridículos después de un sprint mientras vemos que el autobús se aleja sin nosotros: ese momento en el que buscas tu dignidad y miras hacia otra parte como si fueras por la vida corriendo como un atleta keniata en zapatos (todos nos hemos reído por dentro del que ha llegado a la parada corriendo y no le han abierto, lo sabéis). Un homenaje para esos abuelos que apalean el autobús cuando está saliendo de la parada.
2. EN LA PARADA SE FINGE NORMALIDAD
La parada es la trinchera, la antesala del combate cuerpo a cuerpo. Este reducido espacio pone a prueba al mismo cuerpo de marines. Si llueve, se convierte en la lucha por el espacio debajo de la marquesina mientras se esquiva el pico del paraguas de ese que se ha quedado fuera y a base de toques húmedos en la cabeza te va dejando el cráneo como un colador.
Ojo a los fans del aquaplaning: se les ve venir cuando ves que se pegan a la acera y pegan el acelerón en el charco que siempre hay debajo de todas las paradas de bus, puesto estratégicamente.
En pleno mes de julio, a 50 grados a la sombra, la marquesina del autobús se traslada a la sombra de la marquesina del autobús, donde la gente lucha por un metro cuadrado de espacio donde el sol no abrase.
3. EN OCASIONES VEO LISTOS QUE SE HACEN PASAR POR TONTOS
En la parada siempre está el listo que se hace el tonto. Llega el último y sigiloso como un ninja, cuando te quieres dar cuenta, ha avanzado hasta la cabecera de la cola. Produce tal tensión entre quienes esperan el autobús que se expone a un linchamiento colectivo si se le ocurre entrar el primero. Aún así, hay quienes viven al límite y lo intentan.
Existe la versión avanzada, el 2.0 de los listos, el que acecha a pocos metros de la parada, en sentido contrario a la fila, para justo cuando se abren las puertas del autobús aparecer y, ágil como una bailarina del Bolshoi, de un salto se cuela dentro.
4. POR LA IMPLANTACIÓN DE CODOS BIÓNICOS SUBVENCIONADOS POR LA SEGURIDAD SOCIAL PARA TODOS
He visto codos en las paradas que sólo pueden entenderse si llevan incorporada una prótesis biónica que les permite extenderse y acertar en el hígado ajeno a la hora de subir en manada al autobús.
Porque, no nos engañemos, en la parada guardamos la compostura mientras esperamos, vigilándonos unos a otros, haciendo que estamos a lo nuestro, pero con la visión periférica activada, vigilando. Si el bus llega lleno, se produce el efecto "estampida de ñus en el Serengueti". He visto el pánico en la cara de los conductores.
5. DIETA PARA TODOS. POR FAVOR PASEN AL FONDO
Bien, hemos conseguido entrar en un autobús 100 personas más de las caben. Esto me hace pensar que, o los ingenieros no tienen ni idea de cálculo espacial, o el ser humano tiene la misma adaptabilidad que un bloque de plastilina.
Es ese momento en el que, si entra alguien más, el autobús se abre por las costuras y el conductor no deja de darle al botón que emite la machacona locución de "por favor, pasen al fondo". ¿Fondo? ¿Qué fondo? ¿Es un recurso poético para decir apriétense, panda de gordos, que si no respiran caben 10 más?
6. APOLO XIII
No hace falta viajar al espacio para sentirse en un módulo de exploración lunar. Sólo hay que esperar a un día de lluvia en invierno en el que los cristales tengan una densa capa de vaho, o a que envuelvan el autobús con publicidad (de esa que hace que el autobús vaya retractilado como un bocadillo de mortadela) para sentirse protagonista de Apolo XIII.
No se ve un carajo, así que rezas para que el conductor no esté en las mismas circunstancias y te encomiendas a él. Intuyes el camino, intuyes que has llegado, intuyes cómo se sienten las vacas en los vagones de ganado.
7. CÓDIGO DE VESTUARIO
Madrid tiene un código de vestuario que todo habitante de la ciudad conoce. En invierno, el mismísimo Satanás sube del infierno a calentarse en este transporte. Hay que ir bien pertrechado porque el frío de Madrid es extremo, pero siempre capa sobre capa. Cometer el error de no seguir la estrategia de las capas puede tener consecuencias fatales.
La calefacción irá siempre en modo "verano tropical". Con lo que hay que estar preparado para ir deshaciéndose de capas y volver a ponérselas cuando llegue el acalorado/a de turno y abra la ventana, por supuesto sin preguntar, y entren los témpanos de hielo del exterior disparados como balas.
En verano, yo recomiendo el forro polar. Los autobuses se convierten en vagones frigoríficos. Por 1,50€ te meten una ampolla flash antiedad y te llevan a tu destino. El forrito polar de entretiempo a mano, un termo con caldo de cocido y unas zanahorias en el bolso para arrojar a los pingüinos que van dentro del bus.
Ecosistema Antártida en pleno mes de agosto en Madrid. No descarto el binomio sandalia-calcetín. En este caso, está más que justificado para no perder los dedos como si hubiéramos escalado un K7. Siempre habrá una señora acalorada dándose golpes contra sus enormes pechos con el abanico. Creo que vienen de serie también.
8. FORMACIÓN PRÁCTICA PARA EL USUARIO. CURSO SOBRE CÓMO PRACTICAR LA APNEA
Es conocido por todo usuario de los autobuses de Madrid que vienen con su propia mofeta de serie.Y es que con el abono transportes deberían proporcionar una máscara antigás. Aunque siempre es más discreto practicar la apnea y dejar de respirar hasta que entremos en colapso y ya no sintamos nada o el sujeto-mofeta en cuestión abandone el autobús (durante unas paradas puede que nos acompañe su "halo").
9. APLICACIONES MÓVILES
El "+20 minutos" pasa a ser más temido que el pantallazo azul. A su favor diré que normalmente funcionan bien, salvo cuando hay manifestaciones, eventos deportivos, ovejas transitando por las calles de Madrid, etc. Entonces cortocircuitan y aparecen con el temido "+20 minutos".
Entonces sentimos que la tierra se abre bajo nuestros pies y nos engulle en un pozo de amargura. Es cuando decides echar a andar en un acto de heroicidad. Y cuando ya estás a 500 metros de la parada, pasa el autobús, y con asientos libres, y entonces sólo piensas en suicidarte (un madrileño se arrojaría a un taxi solo por joder).
10. NO MANTENER CONTACTO VISUAL
A ciertas horas y en ciertas líneas, hay más posibilidades de que nos caiga basura espacial encima que de encontrar un asiento libre. Si vemos un asiento libre y es al final de la jornada, en ese momento se despiertan los más bajos instintos del ser humano y somos capaces de hacernos los muertos ante la señora de 105 años, la embarazada, la señora con el niño, el señor con la muleta, etc. (La señora de 105 normalmente conoce las tácticas de sumo más avanzadas y se queda con el asiento). Sabes que el karma se lo cobrará y harás los próximos 100 viajes en autobús colgado de la barra, de pie y con el hombre-mofeta a tu lado.
11. SI EL AUTOBÚS VA VACÍO, ¿POR QUÉ TE SIENTAS A MI LADO?
No tengo respuesta.
12. VALOREMOS LA GENEROSIDAD DE LOS USUARIOS. MI MÚSICA ES TU MÚSICA.
He descubierto géneros, como el electrolatino y el reggeaton, viajando en autobús y gracias a la generosidad de personas que llevan sus auriculares para dar cobertura a un campo de fútbol.
Pero tengo que reconocer que seguiré cogiendo el autobús porque es el medio de transporte que más me gusta y que me permite (si no hay vaho) ir viendo Madrid.
Este post fue publicado inicialmente en el blog de la autora
Yo era la Juana de Arco del transporte público, la defensora de la EMT, la Libertad guiando al pueblo en autobús... Hasta que cambié de trabajo y tuve que contribuir involuntariamente a aumentar las emisiones de dióxido de carbono de la atmósfera a diario usando mi coche.
Pero después de toda una vida viajando en este transporte puedo hacer un resumen, con la autoridad moral suficiente, de lo que se cuece (a veces en sentido literal) dentro de este medio de transporte.
1. NO SE CORRE PARA COGER EL AUTOBÚS
Las posibilidades de éxito son mínimas en comparación con las posibilidades de sentirnos ridículos después de un sprint mientras vemos que el autobús se aleja sin nosotros: ese momento en el que buscas tu dignidad y miras hacia otra parte como si fueras por la vida corriendo como un atleta keniata en zapatos (todos nos hemos reído por dentro del que ha llegado a la parada corriendo y no le han abierto, lo sabéis). Un homenaje para esos abuelos que apalean el autobús cuando está saliendo de la parada.
2. EN LA PARADA SE FINGE NORMALIDAD
La parada es la trinchera, la antesala del combate cuerpo a cuerpo. Este reducido espacio pone a prueba al mismo cuerpo de marines. Si llueve, se convierte en la lucha por el espacio debajo de la marquesina mientras se esquiva el pico del paraguas de ese que se ha quedado fuera y a base de toques húmedos en la cabeza te va dejando el cráneo como un colador.
Ojo a los fans del aquaplaning: se les ve venir cuando ves que se pegan a la acera y pegan el acelerón en el charco que siempre hay debajo de todas las paradas de bus, puesto estratégicamente.
En pleno mes de julio, a 50 grados a la sombra, la marquesina del autobús se traslada a la sombra de la marquesina del autobús, donde la gente lucha por un metro cuadrado de espacio donde el sol no abrase.
3. EN OCASIONES VEO LISTOS QUE SE HACEN PASAR POR TONTOS
En la parada siempre está el listo que se hace el tonto. Llega el último y sigiloso como un ninja, cuando te quieres dar cuenta, ha avanzado hasta la cabecera de la cola. Produce tal tensión entre quienes esperan el autobús que se expone a un linchamiento colectivo si se le ocurre entrar el primero. Aún así, hay quienes viven al límite y lo intentan.
Existe la versión avanzada, el 2.0 de los listos, el que acecha a pocos metros de la parada, en sentido contrario a la fila, para justo cuando se abren las puertas del autobús aparecer y, ágil como una bailarina del Bolshoi, de un salto se cuela dentro.
4. POR LA IMPLANTACIÓN DE CODOS BIÓNICOS SUBVENCIONADOS POR LA SEGURIDAD SOCIAL PARA TODOS
He visto codos en las paradas que sólo pueden entenderse si llevan incorporada una prótesis biónica que les permite extenderse y acertar en el hígado ajeno a la hora de subir en manada al autobús.
Porque, no nos engañemos, en la parada guardamos la compostura mientras esperamos, vigilándonos unos a otros, haciendo que estamos a lo nuestro, pero con la visión periférica activada, vigilando. Si el bus llega lleno, se produce el efecto "estampida de ñus en el Serengueti". He visto el pánico en la cara de los conductores.
5. DIETA PARA TODOS. POR FAVOR PASEN AL FONDO
Bien, hemos conseguido entrar en un autobús 100 personas más de las caben. Esto me hace pensar que, o los ingenieros no tienen ni idea de cálculo espacial, o el ser humano tiene la misma adaptabilidad que un bloque de plastilina.
Es ese momento en el que, si entra alguien más, el autobús se abre por las costuras y el conductor no deja de darle al botón que emite la machacona locución de "por favor, pasen al fondo". ¿Fondo? ¿Qué fondo? ¿Es un recurso poético para decir apriétense, panda de gordos, que si no respiran caben 10 más?
6. APOLO XIII
No hace falta viajar al espacio para sentirse en un módulo de exploración lunar. Sólo hay que esperar a un día de lluvia en invierno en el que los cristales tengan una densa capa de vaho, o a que envuelvan el autobús con publicidad (de esa que hace que el autobús vaya retractilado como un bocadillo de mortadela) para sentirse protagonista de Apolo XIII.
No se ve un carajo, así que rezas para que el conductor no esté en las mismas circunstancias y te encomiendas a él. Intuyes el camino, intuyes que has llegado, intuyes cómo se sienten las vacas en los vagones de ganado.
7. CÓDIGO DE VESTUARIO
Madrid tiene un código de vestuario que todo habitante de la ciudad conoce. En invierno, el mismísimo Satanás sube del infierno a calentarse en este transporte. Hay que ir bien pertrechado porque el frío de Madrid es extremo, pero siempre capa sobre capa. Cometer el error de no seguir la estrategia de las capas puede tener consecuencias fatales.
La calefacción irá siempre en modo "verano tropical". Con lo que hay que estar preparado para ir deshaciéndose de capas y volver a ponérselas cuando llegue el acalorado/a de turno y abra la ventana, por supuesto sin preguntar, y entren los témpanos de hielo del exterior disparados como balas.
En verano, yo recomiendo el forro polar. Los autobuses se convierten en vagones frigoríficos. Por 1,50€ te meten una ampolla flash antiedad y te llevan a tu destino. El forrito polar de entretiempo a mano, un termo con caldo de cocido y unas zanahorias en el bolso para arrojar a los pingüinos que van dentro del bus.
Ecosistema Antártida en pleno mes de agosto en Madrid. No descarto el binomio sandalia-calcetín. En este caso, está más que justificado para no perder los dedos como si hubiéramos escalado un K7. Siempre habrá una señora acalorada dándose golpes contra sus enormes pechos con el abanico. Creo que vienen de serie también.
8. FORMACIÓN PRÁCTICA PARA EL USUARIO. CURSO SOBRE CÓMO PRACTICAR LA APNEA
Es conocido por todo usuario de los autobuses de Madrid que vienen con su propia mofeta de serie.Y es que con el abono transportes deberían proporcionar una máscara antigás. Aunque siempre es más discreto practicar la apnea y dejar de respirar hasta que entremos en colapso y ya no sintamos nada o el sujeto-mofeta en cuestión abandone el autobús (durante unas paradas puede que nos acompañe su "halo").
9. APLICACIONES MÓVILES
El "+20 minutos" pasa a ser más temido que el pantallazo azul. A su favor diré que normalmente funcionan bien, salvo cuando hay manifestaciones, eventos deportivos, ovejas transitando por las calles de Madrid, etc. Entonces cortocircuitan y aparecen con el temido "+20 minutos".
Entonces sentimos que la tierra se abre bajo nuestros pies y nos engulle en un pozo de amargura. Es cuando decides echar a andar en un acto de heroicidad. Y cuando ya estás a 500 metros de la parada, pasa el autobús, y con asientos libres, y entonces sólo piensas en suicidarte (un madrileño se arrojaría a un taxi solo por joder).
10. NO MANTENER CONTACTO VISUAL
A ciertas horas y en ciertas líneas, hay más posibilidades de que nos caiga basura espacial encima que de encontrar un asiento libre. Si vemos un asiento libre y es al final de la jornada, en ese momento se despiertan los más bajos instintos del ser humano y somos capaces de hacernos los muertos ante la señora de 105 años, la embarazada, la señora con el niño, el señor con la muleta, etc. (La señora de 105 normalmente conoce las tácticas de sumo más avanzadas y se queda con el asiento). Sabes que el karma se lo cobrará y harás los próximos 100 viajes en autobús colgado de la barra, de pie y con el hombre-mofeta a tu lado.
11. SI EL AUTOBÚS VA VACÍO, ¿POR QUÉ TE SIENTAS A MI LADO?
No tengo respuesta.
12. VALOREMOS LA GENEROSIDAD DE LOS USUARIOS. MI MÚSICA ES TU MÚSICA.
He descubierto géneros, como el electrolatino y el reggeaton, viajando en autobús y gracias a la generosidad de personas que llevan sus auriculares para dar cobertura a un campo de fútbol.
Pero tengo que reconocer que seguiré cogiendo el autobús porque es el medio de transporte que más me gusta y que me permite (si no hay vaho) ir viendo Madrid.
Este post fue publicado inicialmente en el blog de la autora