Cuenta la leyenda que las almas que vivieron en Madrid se juntan en el Cerro Garabitas, el mirador más importante de la Casa de Campo antes de emigrar al infinito. Cuenta también que antes de viajar hasta allí, en forma de nube violácea, todas las ánimas se posan en las ramas de los árboles y abren un pequeño agujero para ver por última vez la ciudad que las vio nacer y morir. De ahí la expresión popular "De Madrid al cielo, y en el cielo, un agujero para verlo". La historia que hoy nos ocupa no es de muertos, sino de vivos y no es leyenda, sino la vida misma del socialismo. Aunque algunos de sus protagonistas buscan también el cielo y una privilegiada posición para contemplarlo desde la Villa y Corte, antes de conquistarlo hicieron, con escaso éxito, parada técnica en Cataluña.
Todo responde, claro, a la lucha por el control orgánico: el congreso extraordinario del PSM y el fallido intento de cambiar al candidato del PSC a la Generalitat de Cataluña. La vista está puesta ya en el "día después" a las elecciones generales y los pasos que se dan desde la dirección federal persiguen apuntalar el liderazgo de Pedro Sánchez sea cual sea el resultado de noviembre y frenar cualquier movimiento orgánico que pretenda desestabilizar al actual secretario general del PSOE. Esa es la clave de las primarias que se celebrarán el próximo domingo en Madrid para elegir al sucesor de Tomás Gómez y ese también el propósito de la conversación que el propio Sánchez y su número dos, César Luena, mantuvieron con la alcaldesa de Santa Coloma de Gramanet, Nuria Parlón para sondear su disposición a encabezar la lista al Parlament y desplazar de ella, aunque con su anuencia, a Miquel Iceta.
Lo que esconde la batalla por la secretaría general del PSM es el control de la federación más indómita del socialismo y lo que buscaba la oferta a Parlón -la madrina catalana de la candidatura de Eduardo Madina en el congreso federal de hace un año-, era evitar de un lado el descalabro del PSC el próximo 27-S y de otro, neutralizar a los censores del "pedrosanchismo".
Parlón fue sólo una de las posibilidades que apuntaron Sánchez y Luena durante un almuerzo con ella al que también asistió un resignado Iceta. Ninguna cuajó, por lo que el primer secretario fue proclamado candidato a la Generalitat a la semana siguiente. Unos días después la alcaldesa de Santa Coloma y diputada en el Parlament desde 2012 anunciaba que no repetiría en la candidatura socialista para las elecciones del 27-S. Los motivos: el compromiso adquirido con los vecinos de su municipio y su malestar con "los tiempos de la vieja política, plagada de secretos y medias verdades". El mensaje era nítido.
Pero, tras la escala catalana, regresen al firmamento madrileño. Habrán escuchado que el PSM no elige esta semana líder social porque ya lo ha encontrado en Ángel Gabilondo, sino un secretario general con el que pasar página y cerrar las heridas del "tomasismo". Es la versión oficial. Los movimientos de los actores apuntan en otra dirección. Un congreso a resolver en el plazo de un mes; una votación fijada paras la última semana de julio; una candidata impulsada por la "dirección federal"; una disidencia que reacciona con aspirante propio; un censo de militantes que se niega al contrario; dos ex presidentes de Gobierno que se retratan en un proceso orgánico de corte regional; el interés de los críticos de Sánchez; el desinterés de Ferraz por que el volumen nacional del cónclave sea bajo; González, Zapatero, Blanco, Madina, el "susanismo"... Lo que hay en juego es mucho más que la elección de un secretario general cuyo mandato expirará en ocho meses, ya que se trata de un congreso extraordinario que no paraliza los tiempos del que estatutariamente ha de celebrarse en 2016. Eso será, claro, si el "aparato" no decide darle naturaleza de ordinario una vez celebrado el excepcional, como se ha barajado.
En medio, dos aspirantes: Sara Hernández y Juan Segovia. Ambos licenciados en Derecho, ambos en la treintena; ambos militantes socialistas desde casi la adolescencia. Una, alcaldesa de Getafe; otro, diputado en la Asamblea de Madrid... Tan parecidos y tan distintos. Hernández es la candidata oficialista; Segovia, el de la contra. Ella rehuye los debates y dosifica las entrevistas; él responde a cada propuesta con un "ponga usted día, hora y sitio". Ella tiene la simpatía y el apoyo de la dirección federal y a él no paran de ponerle palos en las ruedas, incluido el "sanbenito" de estar arropado por la "Cofradía de los resistidos", una expresión acuñada para definir a quienes como Zapatero, Gómez, Blanco o la propia Susana Díaz anhelan ver la cabeza de Sánchez como la de Juan Bautista.
Si Hernández, que parte como favorita en la carrera, no ha logrado desprenderse de la etiqueta de "oficialista", Segovia no ha hecho otra cosa que combatir el marchamo de que es el candidato de los "perdedores" cuyos hilos mueve Tomás Gómez, como si Gómez pudiera ya mover algún hilo o en el PSM quedara más de media docena de "tomasistas" dispuestos a quemarse a lo bonzo. Todo porque el mismísimo Felipe González quebró con su aval a Segovia la estrategia de Ferraz de no dar vuelo nacional a un congreso que debía pasar sin pena ni gloria por las páginas de local para no despertar sospechas ni generar más ruido del necesario.
Lo hizo él y también Javier Solana, Valeriano Gómez, Cristina Narbona, Matilde Fernández y Juan Barranco, quien renunció a la presidencia del PSM precisamente por discrepancias con Tomás Gómez. Zapatero no pudo avalar a Segovia por militar en León, pero no perdió ocasión de fotografiarse en un acto con él para que todo militante supiera del lado de quien estaba. Y dicen que las llamadas de Susana Díaz interesándose por la evolución de este congreso son diarias, igual que las de Madina. Dicen también que en Ferraz han tomado nota de todo ello, aunque de González entienden que sólo le ha movido una relación de amistad y simpatía con Borja Cabezón, coordinador de la campaña de Segovia. Para Zapatero y compañía no hay indulto porque les consta que están metidos hasta las cejas en un proceso con el que sólo buscan conspirar contra la dirección actual.
Pues para quebrar esta dinámica cainita que trasciende el universo madrileño, la candidatura de Juan Segovia hace público hoy su segundo vídeo de campaña, un formato que apela al patriotismo socialista, reivindica la memoria colectiva y huye de sectarismos con imágenes de González, Zapatero, Rubalcaba, Solana, Guerra, Tomás Gómez y Barranco, pero también de Pedro Sánchez, Rafael Simancas, Jaime Lissavetzky, Ángel Gabilondo, Antonio Miguel Carmona y la propia Sara Hernández. Es su respuesta a una batalla que no es la suya y que otros libran en claves que les son ajenas. Segovia, que no es un candidato improvisado, quiere "lo mejor de los momentos que lideraron todos ellos" y asegura tener un proyecto propio, renovado y abierto a todos, en el que los militantes decidan y se acaben para siempre las mesas camilla.
Si lo conseguirá o no se sabrá el próximo domingo cuando la militancia decida. Entre tanto, juzguen ustedes si desde Madrid hay quien pretende conquistar el cielo del socialismo y si hay o no derivadas federales en el proceso, más allá de quienes son y de dónde vienen los aspirantes. Los titulares que vean en los digitales del próximo lunes les darán más pistas.